Desde el viernes y hasta este domingo, Airbag viene desarrollando un triplete histórico en Plaza de la Música que, tranquilamente, podría haberse reducido a uno o a dos shows en el Mario Alberto Kempes. Es que la previa a este desembarco fue un doblete en River entre el último día de mayo y el primero de junio, que entronizó a la banda bonaerense como popular, masiva y sin techo aparente.
Según pudo averiguar La Voz, no pudo ser lo de una o dos funciones en el mundialista por cuestiones de agenda del mismo proyecto, aunque no hay que ser investigador del Conicet para concluir que no se dio sólo porque el Club Atlético Talleres debía abrir allí su participación en la Liga Profesional de Fútbol.
Lo concreto es que Pato Sardelli (vocalista y guitarrista, de 39 años), Guido Sardelli (baterista devenido en guitarrista, de 36) y Gastón Sardelli (bajista, de 43) convirtieron al recinto de Alberdi en una olla a presión, con todos los condimentos del rock de estadios.
Rock de estadios, esa manifestación de la industria musical que los Sardelli Bros. vienen madurando desde que eran niños. O en otras palabras, en un proceso de conversión de más de 20 años y en el que pasaron de niños – jóvenes ninguneados por su inocencia a adultos garantes de espectacularidad y del entretenimiento a gran escala.
Pocos casos como el de Airbag que atestigüen el paso de la subestimación a la legitimación.
Es que por haber irrumpido a comienzos de siglo, cuando el rock era cosa de cuarentones-cincuentones curtidos, Patricio, Gastón y Guido Sardelli fueron vistos como niños - adolescentes que jugaban a pertenecer a un mundo sólo accesible para ásperos.
Pero como planteó Gaspar Noé en Irreversible (2002), el tiempo lo destruye todo, incluso aquella sentencia absurda que condenaba a estos hermanitos a mirar de reojo al mundo en el que mandan los decibeles y la noción de espectáculo de alto impacto.
A medida que fueron entrando a la adultez, los Airbag fueron creciendo en los aspectos señalados en el párrafo anterior hasta llegar a lo que son hoy. ¿Y qué son hoy? Músicos respetados con capacidad de ofrecer un show grandilocuente en un registro que casi nadie exploró: el del hard rock tan melodioso como estruendoso, que invita al desplazamiento escénico y a puestas fastuosas.
Puestas como las del Vélez, las de los Ríveres precedentes y las de los más recientes Cosquín Rock. Esto es: fuegos, muñecos gigantes, caretas de calaveras y proyecciones para acompañar riffs gancheros, solos eternos y temas interpretados con frenesí y a volumen brutal, incluso si se trata de baladas.
En definitiva, un espectáculo ambicioso que este domingo se recreará con aditivos especiales en Plaza de la Música.
Lo curioso del asunto es que los Sardelli consiguieron credibilidad desinteresados por alcanzarla. “Las cosas cambiaron. No existen las segmentaciones tan firmes. Celebro eso. Antes una banda salía y tenía que hacer derecho de piso, bancársela… Y así lo exigían tanto los medios como la gente. Por suerte, ahora se valora más a los jóvenes o a los fenómenos de adolescentes”, le señaló a La Voz “Pato” Sardelli, allá por 2022.

“Cuando empezamos, en varias partes del mundo ya era así, y aquí seguíamos instalados en esa situación de que para hacerlo bien debías tener 30 años de carrera. De todo eso rescato que nos hizo muy duros. Siempre nos chupó un huevo, seguimos nuestro camino. Y hoy seguimos igual. Nunca hicimos algo que no quisimos hacer”, reforzó el violero.
Y concluyó que sus hermanos y él tenía una pretensión puntual: “Lo único que buscamos siempre es tocar, hacer canciones. Juntarnos, prender los Marshall y tocar. Eso es lo único que nos conmueve. La fama, la gente y la tele son consecuencias que aparecen en mayor o menor cantidad dependiendo del momento”.
“Son cosas que no tienen mucha importancia. Lo más lindo de esto es que se prendan las luces del estadio y, por dos horas y media, nos olvidemos de que el mundo está lleno de mierda. La vida es hermosa, pero tiene momentos muy duros. Hay gente que la pasa mal y que tiene a la música como vehículo para poder limpiar todo eso por un rato. Eso es lo importante. Todo lo demás (validación, guita, fama) es algo pasajero que si bien puede disfrutarse, no tiene valor agregado”, remató el violero que gusta usar instrumentos vintage y que fue reivindicado por Ricardo Mollo (Divididos) y Walter Giardino (V8, Temple, Rata Blanca).
Como banda, el último gran respaldo que recibió Airbag fue el de Tete Iglesias, bajista de La Renga, quien en Vélez se sumó cuando la lista indicó una versión de Balada del diablo y de la muerte.
“Yo soy uno de esos viejos que miraba de reojo a los pendejos que fueron creciendo”, confiesa Maxi Braun, guitarrista de Fun Circus y productor televisivo.
“Lo bueno de Airbag es que su crecimiento fue auténtico. Desde el vamos, la banda se nutrió de seguidores pendejos, jóvenes, que fueron creciendo a la par de sus miembros. Así, hoy tenés gente grande que realmente entiende de qué se trata su propuesta. Y si bien los estribillos gancheros y esos riffs que usan los hemos escuchado desde siempre, ellos los tocan con frescura y con ese impulso de juventud”, añade Braun, interesado en deconstruirse como viejo rockero que entroniza eso de que todo pasado fue mejor.
“Ellos plantean lo que hace 30 años destilaban Poison, Def Leppard, Mötley Crüe y Guns N’ Roses. Axl (Rose) no tiene hoy la misma figura ni el mismo ímpetu que tenía cuando lo veíamos en el video grabado en un hotel de Hollywood. La reinvención siempre está del lado de la juventud”, sentencia.
“Cuando yo todavía armaba las radios, Vicky Zapata, que siempre fue su prensa y amiga, me jodía con que les diera difusión a los Airbag”, reconstruye Gastón “Gato” Fernández, hoy director artístico de LV2.
“Y me marcaba que los ninguneaban por pendejos, qué sé yo… Para serte honesto, los tenía más como los Hanson que como Duff McKagan, Slash o en ese palo más Guns N’ Roses. Consideraba que no tenían una línea y los asociaba a una cosa cancionera adolescente atada a La partida de la gitana (Si te vas). Y un día me suena el teléfono y atiendo, era Pato diciéndome ‘Che, mirá, qué sé yo, te invito a que vengas a Buenos Aires a ver el show en el Luna’. Acepté, viajé y lo vi en primera fila de la parte sentada. Volví y puse Airbag siempre”, desarrolla.
Hoy, Fernández se enorgullece de tener una amistad con Pato, Gastón y Guido Sardelli porque “son muy cracks haciendo lo que hacen”. Y destaca que “muchas veces, casi el 99% de las veces, van a contrapelo de la industria”.
“Siempre hacen su marketing, le buscan la vuelta para hacer algo distinto –exalta–. Para mí, la más clara demostración se dio en la época de la pandemia: cuando todos hacían streaming, ellos hicieron los suyos gratuitos y agitando. Una vez salieron una vez disfrazados de astronautas… O sea, siempre pusieron algo distinto”.
“Y las canciones son rock, son la nueva banda de rock, pero con cierto kilometraje. Esa es mi evaluación. Y van por esa para morir con las botas puestas, lo cual es para sacarse el sombrero”, cierra.
Un aspecto no tan reivindicado por Airbag: nunca se pusieron el casete en situación de entrevista. Es más, fueron muchísimo más allá al dejar jugosas miradas sociopolíticas.
Por ejemplo, en 2019 y antes de la publicación de Al parecer todo ha sido una trampa (2021), Guido Sardelli le acercó a La Voz consideraciones sobre lo que querían decir con Über Púber y Perdido, por entonces cortes de adelanto. “Dentro de poco se pudrirá la cosa, ya lo estamos viendo en algunos países”, observó el músico.
“El sistema de libertades de las democracias occidentales, y la estabilidad económica de éstas, están cada vez más difíciles de mantener. Y no sólo es Latinoamérica. En Francia también pasa y hasta Estados Unidos tendrá que enfrentar su tercermundización. Bueno, cuando llegue el momento oportuno, todos los datos sobre nuestras vidas, nuestros impulsos y comunicaciones que se han ido alojando en ese server, serán requeridas por alguien. Por eso las corporaciones de la comunicación son multimillonarias, vale mucho la información que tienen”, añadió.
Y finalmente, sentenció: “Lo de las comunicaciones lo vio venir muy poca gente. Los nuevos magnates ya no son los del petróleo sino los de la tecnología aplicada a la comunicación. Y cuando se pudra el capitalismo occidental y el capitalismo chino se imponga como el gran milagro económico por sacar a millones de personas de la pobreza (con lo peor del sistema soviético y lo peor del capitalismo), la información sobre nosotros será relevante. Se impondrá el modelo chino que tiene muchas vueltas: cuando algo no le gusta, no sólo lo prohíbe sino que lo castiga. Y lo castiga fuerte”.
2019, cuando Elon Musk ya había desarrollado imperios pero no su nombre propio no estaba tan filtrado en nuestra cotidianidad.
En esa entrevista, además, Guido Sardelli ofreció una explicación convincente al crecimiento de popularidad de Airbag: “Nunca pertenecimos a una tribu. Cuando estaban los emo, el rock barrial o lo punka en los 2000, no pertenecíamos a ninguno de ellos. De a poco, conformamos nuestro propio ecosistema. De gente y de creencias. Eso, en el largo plazo, nos permitió sustentabilidad y credibilidad”.
En Airbag, cualquier Sardelli es portavoz
Ooooootro detalle de Airbag para exaltar: a lo largo de su trayectoria cada Sardelli podía oficiar de portavoz sin que éste haga prevalecer en entrevistas un punto de vista común, seteado de antemano. Cada hermano daba pareceres por las suyas, sin reparar en el impacto posterior ni nada.
Y en ese contexto, resonaron especialmente las miradas de Gastón, alguna vez asociado al FIT (Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad) y al Partido Obrero.
“Aclaro que no soy un militante orgánico de un partido”, le dijo a La Voz en 2016.

“Adhiero a muchos planteos de las organizaciones de izquierda, básicamente, porque el mundo se cae a pedazos. La salida está por la izquierda y, en ese sentido, me asumo un activista que trata de difundir conciencia. Conciencia en todos los sentidos: ambiental, de clase, están todos muy ligados. Esa es mi posición, pero siento admiración por el militante que antepone su vida a la causa…”, sumó.
Para Gastón y por entonces, el gran problema de la izquierda era la posibilidad de difundir sus ideas. “Hay mucho prejuicio, además”, señaló. “Por el sólo hecho de ser de izquierda, uno de nosotros no puede tener un celular moderno, usar Facebook o tomarse un café en Starbucks. El legado del marxismo es que eso sea accesible para todos, no para una elite. Que se revierta eso de que el uno por ciento que dirige al mundo a costa del otro 99”, amplió.
“Desde el anarquismo hasta el marxismo, todo el arco, tienen problemas para difundir sus ideas… Y entonces, desde arriba se aprovecha para distorsionar”, completó para La Voz.
Y para el sitio Prensa Obrera precisó que con sus hermanos no forma un monolito ideológico. “Pero estamos de este lado de las cosas –puntualizó-. Yo siempre trato de tirar estas señales, esta pequeña línea que suelo bajar”.
“Si bien la idea es que vengan a divertirse porque sabemos que los pibes vienen podridos del laburo, la familia, el trabajo, el jefe y esas cosas, siempre tratamos de que haya un pequeño halo de reflexión y lo que a uno lo motiva es contar que podría estar mucho mejor lo que está para el orto”, cerró.
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