Carlos de Piano abre las puertas de su casa en barrio Urca y aprovecha la ocasión para “decir algunas cosas”. El bajista de La Barra tiene fama de tipo hosco, serio, pero se pone en el rol de anfitrión de inmediato y comparte algo de su intimidad. “El otro día, la community manager me preguntó cuándo me iba poder hacer una foto sonriendo”, argumenta mientras sirve un vaso de gaseosa en la mesa del living. Y luego aclara: “Quiero que sepan que no soy lo diabólico que por ahí me pintan”.
En ese mismo espacio, habitualmente dominado por cinco gatos, el músico confirma que tiene mucho para decir y, también, mucho que no puede decirse sin generar consecuencias de algún tipo. “Yo soy frontal, sincero, digo lo que pienso. Y tengo la posibilidad de llamarte a vos para que me hagas una nota”, acota con sutileza.
Durante más de una hora, De Piano se explaya sobre el mundo del cuarteto y su relación con los medios, sobre las críticas que lee en redes sociales y sobre la hipocresía que reina en el ambiente. Sobre todo, respecto a una cuestión central.

“Todo es un negocio, las redes, los medios, todo”, recalca. En algunos casos, si vos no pautás, no figurás en los rankings. Y es real, y por ahí la gente no lo sabe”, dice el bajista de La Barra, que asegura que, al no estar en las filas de ninguna productora, “solitos, mi alma”, su grupo recibe “piedras de todos lados”.
“La gente cree en lo que le dicen, en lo que lee en internet. Y últimamente me he dado cuenta de que el 95% de las cosas que salen en internet son mentiras. Eso es lo que me llevó a mí a pensar: ‘Che, hay cosas que hay que decir’. No hablo por mi grupo, hablo por mí. Yo fui plomo, músico, boletero, hice todo en este rubro. No me pueden desacreditar”, plantea sobre un enemigo invisible que no termina de quedar expuesto. “Lo que más me duele es que la gente compre todo lo que ve, que no se dé cuenta de que tiene que sentarse un ratito y pensar: ‘Che, cómo es esto’”.
Ante todo, un negocio
“Un tipo como yo, que soñaba con lo que después hice, nunca pensé en hacerlo porque soy un bohemio, un soñador. Siempre entendí que esto era un negocio. Y yo defiendo a los que somos parte de esto, sobre todo a los músicos”, destaca De Piano a modo de bandera, subrayando un concepto que cruza toda la conversación.
“Más allá de lo artístico, hay que hablar un poco de la hipocresía que hay en este negocio. Es la forma que tengo yo de defenderme después de tantos años, cuando en realidad creen que los nenes malos de esto somos nosotros. Y no somos los nenes más malos”, sentencia.

–¿Por qué te interesa que la gente entienda que el cuarteto es un negocio?
–Porque hay mucha gente que cree que el que gana plata con esto es maligno. O cree que sólo ganan plata los que son más serios. Todos ganan plata. Algunos no, pero se nota quién sí y quién no. El que lleva gente gana plata; el que no, no. Y que te den un beso o que se saquen una foto no significa que no ganen plata. Hay mucha gente que tiene que hacer eso o cantar muchas más horas, pero no lo hacen sólo por amor. Casi todos tienen amor a esto, pero si no está la que te da de comer… En las redes critican al que gana dinero o a sus hijos. No te robó la plata ni hizo una estafa, no. Grabó unas canciones y dijo: “Yo voy a tocar acá, y el que quiera venga y paga la entrada”. Eso es el negocio. El que anda bien no pone entrada 2x1 o regala hasta tal hora. Y el que lo hace, si le va bien, no lo hace más. Entonces, ¿quién es hipócrita y quién es humilde realmente?
–¿La hipocresía es parte del negocio?
–Claro, totalmente. Me da mucha tristeza cuando leo comentarios en contra de tipos que conozco que son recontrabuenas personas, ponderando a otros que sé que son unos soretes bárbaros. Pero la hacen tan bien que los tienen engañados. Y es parte del negocio. Ahora, tenés que tener la conciencia bastante tranquila para poder decir las cosas como yo las digo. Yo nunca le cagué nada a nadie. Nadie puede venir a decirme: “Me debés tal cosa”. Que no le guste... puede pasar porque no le vas a gustar a todos. Yo no voy a cambiar porque a vos te parezca aburrido; tengo acá otros tantos a los que les gusta. Es un laburo. ¿Y sabés qué lindo es vivir de lo que te gusta? Es hermoso, y por ahí hay gente a la que se la critica porque vive de lo que le gusta, y eso duele. Hay gente que no tiene vida, y que está viendo a quién puede criticar. Es una gimnasia. “No lo quiero porque no lo quiero”. A mí me quiere mucha gente y algunos no, pero si vos les preguntás por qué, no saben, te lo puedo asegurar.

–Te quiere mucha más gente de la que te critica. ¿Por qué darle entidad a ese tipo de comentarios cuando podrías hacer oídos sordos?
–Porque eso es lo que se debe hacer, y yo no voy a hacer eso. No me hace falta. Yo debería no decir nada, pero lo voy a decir porque no me voy a quedar callado. No me gusta, es injusto. Pero no para mí, para todos los pibes que vienen, que son tan leales como yo. Hay gente que se dedica a recriminar, ahora, sobre todo, a las chicas. Vos vieras las cosas que dicen de las pibas que son cantantes. Antes el cuarteto era machista porque no había mujeres, y ahora que hay mujeres les tiran a matar a todas. Cuando yo dije que era difícil que hubiera mujeres, también me salieron a matar. Yo decía que era difícil, no que no se podía. Yo tengo a mi hermana, pero ella va los sábados a la boletería. Y me saltaron con el tema de la Euge, pero a ella la busca un chofer en la puerta del departamento, la lleva a tocar, cuando van afuera la lleva al hotel. O sea, no se baja a hacer pis en el medio del monte con los pibes. No es que no se pueda, es difícil. Y ahí es cuando te da bronca: ¿por qué decís que yo dije que no se puede? ¿Por qué hacés que la gente crea que soy un demonio? Si vos sos el demonio que cambiás las cosas.
–Y esto, entre los colegas, ¿lo hablan?
–Al que le conviene lo habla. Y el que no, se hace el tonto. Por supuesto que cuando nos juntamos, nos abrazamos y nos damos besos todos. Porque, en realidad, todos hemos hecho una carrera y peleamos por la nuestra, y está bien. Antes, en el cuarteto te hacían cada cosa... Contaban que unos pasaron una vez un puente y lo rompieron para que la otra orquesta no pasara, y ellos hicieron el baile solos del otro lado. Esas cosas las deberían saber los chicos más que si algún porteñito por ahí canta alguna canción, quiere imitar a Rodrigo y dice “bailando cuartetazo”. A mí me molesta porque lo bailan socarronamente, como despreciándolo. Y acá vos decís: “Che, eso no es lo bueno del cuarteto”. Lo bueno es toda la historia que tiene, que ciertos comunicadores la denostaron en su momento y que hoy, como es moda, hablan de esto. Los que no hablaban del tema por temor a que los tildaran de “berretas”, o porque no les gustaba, tienen que hablar. Hoy es el negocio. Todo se compra, todo tiene precio, eso es la vida misma.
–¿Le ves su costado positivo a eso?
–Más allá de que me gustan algunas cosas y otras no, esto de que se haya mediatizado tanto el cuarteto es bárbaro. No tenían por qué denostarlo así. Cuando a mí me preguntan por los grupos de ahora, yo les digo “no es lo que me vuelve loco”, como Pelusa, por ejemplo. Yo no pongo eso, pero si el éxito lo medimos en términos de venta y marketing, los grupos de hoy han logrado muchas más cosas que nosotros. La Konga logró cosas mucho más grosas que La Barra, que La Mona, que todos, porque tocó en Vélez, no es verso. Anduvieron por todo Europa y un montón de lugares, cosas que nosotros no hicimos. Si nos guiamos por eso, son más que nosotros. Y ojalá que les pase a todos los que vienen. Yo ya la viví, sé lo que es estar ahí arriba y sé lo que viene después.
