Es lunes, y encima feriado. Se acostó entrada la mañana y luego de otra larga noche en Lules, Tucumán. Se levantó dos horas y media después, se preparó y viajó hacia Córdoba para encarar una minigira de prensa antes de su inminente show en Quality Arena. Ahora, cuando se sienta en una de las oficinas de la redacción de La Voz, el Chaqueño Palavecino dice con su mirada: “Estoy cansado, jefe”.
Sin embargo, ahí siguen firmes él y su banda, que lo acompaña vaya donde vaya, como procesión de fieles. Esa es la vida que el salteño ha elegido hace ya más de 40 años, cuando dejó de lado su oficio de colectivero para abrazar otro mucho más profundo y permanente: el de cantor.
“Son un poco más –dice sobre su vínculo con la música–, pero son 40 años desde que me subí por primera vez a un escenario”, cuenta luego de dejar todo listo para grabar una sesión en vivo en la Redacción del diario. Minutos antes, en plenos preparativos, Oscar Esperanza Palavecino deja ver su liderazgo artístico y su poder de decisión. Nada se le escapa, todo lo resuelve con ese carisma campero (y chaqueño) que le abre paso dondequiera que vaya.
Sus músicos y técnicos lo ven como un maestro, y él lo sabe. Por eso, cuando se sienta a hablar sobre aquello que lo convoca –los festejos por cuatro décadas de carrera, al margen de próximas giras en Bolivia y en Europa, y de sus habituales participaciones festivaleras–, una de las primeras cosas que hace es agradecer el sacrificio de ese equipo que se muestra incondicional.
“Hay muchos caminos para andar”, confirma después sobre un presente en el que los shows y los compromisos se cruzan y a veces la agenda no da abasto. “Estamos en esto, de un lado a otro”, añade sobre un trajín que pasa factura, pero no hace dudar ni un instante respecto del rumbo por seguir.
–¿Cuándo aparece el cansancio o se empieza a convertir en un obstáculo?
–Siempre hay un cansancio. Recién los veía a los muchachos que se bajaron, se dieron un baño en el hotel y otra vez arriba del vehículo para venir acá. Por más que tengamos la comodidad de un avión o de un vehículo, cuando se acumula todo eso… Pero si le vamos a dar importancia al cansancio, no haríamos nada, nos quedaríamos. No es una queja de nada, las noches uno las siente, va sintiendo el andar, las noches, el dormir desparejo. Hoy me acosté a las 7 de la mañana y ya a las 9 y media estaba en pie otra vez para salir a las 10. Pero bien, contento, conforme con el objetivo que yo me propuse. Ese ha sido el propósito cuando, 40 años atrás, vi que los aplausos eran muy favorables. Éramos jóvenes, teníamos ganas. Teníamos todo menos plata, como dicen. Yo creo que sucedió también por el hecho de ser corajudo para todo esto. Porque el hecho de cantar viene, uno va conociendo, haciendo, pero también hay que ponerle coraje a la vida. Encarar, decir: “Me voy, dejo esto, sigo con esto”. Siempre con una línea, como lo seguimos haciendo.
–¿Te acordás el momento en el que tomaste esa decisión?
–Sí, claro. Yo andaba en los ómnibus, y me bajaba y me iba a una peña. Me iba ahí atrás, donde estaban los músicos que iban a subir al escenario. Yo querías escucharlos a todos y ahí metía los bocadillos. Cantábamos dos temas, y yo era feliz con eso. Y un día me invita uno de los que cantaba ahí, el Negro Sanjeño, un guitarrero y cantor de oficio, era un toro cantando, no sólo ídolo mío, sino de muchos. Ir a verlo y cantar con él ya era demasiado. “Métale, mi amigo”, me decía el padre de Jorge Rojas. Y bueno, fui a cantar. Había 50 personas y yo nunca había cantado para tanta gente, o capaz que sí, pero no así de esa manera. Y ahí vi que había sido distinta la cosa, algo muy favorable para mí. Un aplauso que no era por aplaudir, fue algo que llamó la atención. Y ahí me propuse armar mi grupo, dije: “Voy a armar con cuatro músicos, violines, guitarra y bandoneón”. Yo hacía los viajes a Tucumán y ahí me encontré con el violinista con el que quería grabar, don Fernando Matos, que justo estaba enseñando ahí, por esas cosas de la vida. Un eximio, un monstruo. Yo no tenía para pagarle, no me alcanzaba, pero le dije que sí. Por eso te decía que hay que tener coraje en ese sentido. Después le dije al que me alquilaba la pieza que no le iba a pagar por tres meses, y tuve amigos que han colaborado. Grabar en ese tiempo era difícil y caro. Para el que comienza, siempre es caro. Y no había dónde. Tampoco encontrabas así nomás los músicos. Pero se dio todo. Y después nunca le aflojé para nada.
Hacia adelante
“Yo ya fui a Europa una vez, también a Estados Unidos y a Canadá”, suelta el Chaqueño cuando se le pregunta por el hecho de tocar en Irlanda o en España, países que visitará en marzo, luego de su faena festivalera de cada verano.
“Hubo momentos muy lindos, muy fuertes, en esto que me pasó a mí. Y hubo momentos en los que tampoco tenía necesidad de pasar al otro lado”, asegura el cantor. “Trabajé mucho acá, en países limítrofes. Y ahora tenemos la posibilidad de volver, acá con Matías, que es el nuevo mánager –y que se ubica a un costado de Palavecino, sin decir palabra alguna, durante toda la charla–, que está con ganas de hacer cosas y estamos con ganas de acompañarlo también”, plantea con una sonrisa.
“Y es lindo. Creo que ya hemos hecho bastante por acá y no dejamos de andar. Mirá que hemos andado no en muchos países sudamericanos, pero hemos andado bastante. Y siempre estamos. Han pasado 40 años y yo sigo preguntando qué hay de trabajo, qué dicen, y nos seguimos tanteando para ver hasta dónde andamos”, apunta sobre sus ganas incansables de seguir en marcha.
“Vuelvo a Jesús María, vuelvo a Cosquín y a otros festivales en los que hace prácticamente 30 años consecutivos que estoy”, resume con un dato que habla por sí solo. Allí se cerrará un ciclo de festejos iniciado precisamente un verano atrás, cuando en esos encuentros que ya tienen al Chaqueño como una fija –en Jesús María, el segundo viernes es suyo desde hace años– el cantante salteño comenzó a flamear esta bandera de nostalgia y celebración por el camino recorrido.
–Tus conciertos siempre tienen ese espíritu de fiesta popular. ¿Qué tienen de particular estos shows por los 40 años?
–Siempre armé mi cumpleaños con amigos. Y cuando festejé mis 40 años de vida, dije que iba a festejar también cuando cumpliera 40 años de canto. En realidad, el festejo tendría que ser más fiesta. Bueno, compartimos, estamos sobre el escenario, pero tendríamos que salir de ahí, o ahí nomás, y compartir algo más grande con la gente. Pero yo lo festejo cantando, con la danza, con todo. Tengo 40 años de oficio en esto y quiero agradecerle a la gente. Qué sé yo de acá cuánto tendremos para adelante. Ya estamos en el final, en los últimos dos meses de festejo. Tiene una razón, siempre me ha gustado el número 40.
–¿Aparecieron canciones que hace tiempo no tocabas? ¿Preparaste algo especial?
–Sí. Grabé hace poco, pero hay tanto… En realidad, es porque nunca fui mezquino. Siempre grabé 17 temas, 18, 20 en compact. Me puse a ver y, sin darme cuenta, a veces he grabado un disco y medio por año, entonces hay muchas canciones. Y hay muchas que uno las grabó y no las canta, y quisiera ver de vuelta la forma de trabajarlas. A veces hasta recordar la melodía hace falta porque han pasado tantos años que quedan como en el archivo, no sé por qué. Bueno, hay una razón. Lo que ya es del poder del público, de la gente, que uno no considera del poeta ni del intérprete, porque llegó a la gente. Y esos no los podés dejar de cantar, son clásicos que han perdurado. Amor salvaje cumplió 28 años en septiembre, la grabé en septiembre de 1997 y salió un año después, creo que una o dos veces no llegué a hacerla por lluvia. Y después hay un montón de temas que han entrado en el corazón de la gente.
–En los últimos años, te has cruzado con un montón de artistas más allá del folklore, desde Los Palmeras hasta Lit Killah. ¿Sentís el respeto y el cariño de los colegas que se ve desde afuera?
–Sí, claro. Yo traté de conservar no solamente el folklore, sino la representación del criollo, del gaucho argentino. Y para eso tenés que más o menos saber de dónde venís, qué es el gaucho, por qué cantás folklore, y mantener esa línea ha hecho que yo tenga el respeto de mucha gente y de distintos géneros. Del pop, del rock, de la cumbia. De hecho me han invitado a grabar y a cantar con ellos. O te reconocen, vienen y te saludan. Eso ha hecho que uno esté vigente y que te inviten a la famosa colaboración que hay ahora. Antes era: “Che, venite a cantar un tema con nosotros”. Y es un honor, un privilegio para uno, que Los Palmeras, Los Decadentes, muchos otros chicos jóvenes, gente de Bolivia, de distintos lugares, me inviten. Vivo grabando. Y creo que todo esto hace que uno sea parte.
Para ir
Chaqueño Palavecino festeja 40 años con la música el jueves 28, desde las 21.30, en Quality Arena (av. Cruz Roja 200). Entradas entre $ 15 mil y $ 38 mil (más cargo por servicio) en la web del espacio y en sistema Ticketek. En Jesús María se presenta el viernes 17 de enero.