The Chunkans era un trío punk, grunge, hardcore y géneros adyacentes en el que tocaban dos hermanos niños de Santa Rosa de Calamuchita. Hoy, a varios años de dar señales artísticas convincentes y de tocar en escenarios de todo tipo, el proyecto se ha convertido en Chunkans sin el The y con los hermanos en cuestión, Mateo (voz y guitarra) y Juli (batería), testeando nuevas experiencias por sus respectivas condiciones etarias. El primero ya es universitario y está por cumplir 19, mientras que el segundo va de los 14 a los 15 y se consolidó como estudiante secundario.
Y según recientes shows más disco debut (antes de cambiar), la música de ambos pone de manifiesto este proceso de crecimiento vital. Tal cuestión se podrá contrastar en el Festival Paraguay, a realizarse este sábado entre Club Paraguay (Marcelo T. de Alvear 651) y Sala Formosa (Achával Rodríguez 349).
“Este es mi primer año. Estoy estudiando Sociología, en la Facultad de Sociales, UNC”, cuenta Mateo al contestar el llamado de La Voz, desde su departamento en la ciudad Capital, donde los días hábiles queda separado de su hermano por aproximadamente 100 kilómetros.
–¿Y fue muy traumático el paso de la secundaria a la vida universitaria?
–No, porque yo ya venía como en un colegio de sociales. Y tuve una profe que es socióloga egresada de la UBA y que en sus ’90 curtió bandas punk, hardcore… (Ella) Iba a ver a Fun People y otros shows por el estilo a Cemento. Tuvimos una conexión por eso y ella terminó introduciéndome a la sociología, a la filosofía… A la política, también. Estoy como y donde quiero. Muy feliz.

–Llegan al primer disco después de un gran recorrido, prolífico en cuanto a singles, EP’s… Parece una decantación natural después de haberse asentado.
–El disco fue un antes y un después. Con el disco empieza Chunkans sin el The.
–¿Cómo sería eso?
–Con mi hermano consideramos que con el The era el proyecto que surgió en nuestra pieza en 2018. Al principio, incluso, no teníamos un sonido definido, hacíamos covers de todo tipo, de temas de Ozzy Osborne a otros The Black Keys, Sex Pistols y Ramones. Era una cuestión de tocar por diversión. Después, bueno, en la pandemia grabamos un EP. Hacíamos letras en inglés y capaz que sacamos un sonido más grande. Y así fue hasta el año pasado, cuando redondeamos un nuevo repertorio, ya sin letras en inglés y con otro enfoque, otro sonido.
Mateo añade que el cambio no fue tan brusco: “Simplemente veníamos haciendo otras cosas que nos dejaron en claro que una cosa era The Chunkans y otra, distinta, Chunkans. Fue un buen paso. Al último tema del disco lo grabamos en mi casa con lo que teníamos a mano, mientras que a otros los hicimos en casas de amigos… Nos llevó un rato largo, pero lo hicimos con gente que considerábamos importante para nosotros".
–¿Mantienen el perfil infanto juvenil? Y va otra, ¿aún buscan legitimación en una escena?
–Juli todavía está en esa. Está por cumplir 15. La banda todavía tiene esa impronta medio infantil. Pero Juli ha mejorado a nivel técnico y al nivel de composición. O sea, todas las baterías que se escuchan en el disco son de su propia inspiración. Le puedo haber dado algún que otro consejo, pero es toda suya esa cuestión. Igual, más allá de la edad, pudimos centrarnos en mejorar el sonido y la calidad en general de la banda. No de modo forzado sino como algo que se fue dando con los ensayos y con el hecho de decir “vamos a enfocarnos en emprolijar algunas cosas”. Con respecto a la legitimación, no hay una escena de hardcore pura a la que podríamos pertenecer. Como dice nuestro amigo Cranfa en el último reel que subió, hay una escena en la que coinciden bandas de diferentes estilos.
–A ver…
–Y sí, podría nombrarte a Salas Velatorias, que hacen como un post-punk, o Rata Kon Thinner, que es medio inclasificable porque hacen distintos géneros. También son post-punk, pero por momentos tienen sonidos medio trap o experimentales. Los Toiletes es una banda similar a Chunkans. La cosa está más abierta y lo hemos demostrado tocando con bandas que no son hardcore ni emo. Eso está buenísimo porque permite abarcar más las escenas, crear más conexiones, y a su vez, ¡conocer gente!
Mateo adhiere a la idea que no hay que ser tan “cabeza” ni estar pendiente de la mirada del otro, para así poder mutar sin dramas. “A este disco lo grabamos a lo largo del año pasado. Tardó un rato. Yo estuve en el último año secundario y con el cambio de repertorio, sabía que estábamos ante el final de una etapa como banda”.

–¿De ahí viene el título?
–Va por ahí, porque siempre estuvimos tocando de chicos en la pieza, viviendo juntos, compartiendo un montón de cosas, muy cercanos, ¿no? Sabía que este año todo eso iba a cambiar. No hablo de un cambio profundo en el proyecto, aunque sí en su dinámica por la distancia, por la diferencia de edad, por las emociones encontradas que pueden llegar a aparecer.
Se entiende perfectamente el diagnóstico de Mateo, porque desarrollará su carrera universitaria mientras a su hermano le quedan años de secundaria aún. Son procesos muy distintos y Chunkans puede ser el espacio que los reúna para que se desentiendan de todo. “Claro, eso mismo”, concede.
“De hecho, la portada es una foto nuestra de 2021, de hace cuatro años. Esa foto está muy buena porque, creo, decora muy bien una época de Chunkans”, amplía.
–¿Ya no hay bajista?
–No, vamos a seguir haciendo nosotros dos. En vivo toco con dos amplificadores (uno de viola, otro de bajo), y utilizo un octavador en el de bajo. Eso, precisamente, es algo que resultó de nuestra nueva búsqueda.