Abel Pintos fue el encargado de oficiar como el maestro de ceremonias de la inauguración del Nuevo Estadio Atenas, recinto de barrio General Bustos que de ahora en más recibirá conciertos en formato indoor.
El bonaerense actuó durante cerca de dos horas y media ante una 2.500 personas que corearon sus canciones y lo ovacionaron en cada oportunidad que tuvieron. Pero además, presentó ante esa enfervorizada audiencia un show nuevo en el que se destacaron varios elementos.
A continuación, un repaso por lo más destacado de un concierto que repetirá funciones este jueves y este viernes.
La pantalla. Del ancho de todo el escenario, fue fundamental para potenciar la experiencia de un show de estadio para unos pocos. Luego de presentaciones multitudinarias en esta plaza, poder ver a Pintos en un contexto más cercano ya es toda una novedad. Si a eso se le suma el recurso visual presente en todas las canciones (con texturas, colores, efectos), el combo termina de completarse. Hay un antes y un después de este Abel conectadísimo con lo que se puede ver detrás suyo y a sus costados.
La lista. Fueron más de 30 canciones en casi dos horas y media y, al margen de los momentos en los que Pintos habló con la gente, prácticamente no hubo respiro. A imagen y semejanza del Luna Park, el repaso incluyó varios pesos pesados de su obra (Cómo te extraño, De solo vivir, Sueño dorado o Motivos) pero también dio lugar a algunas ausencias sensibles (Sin principio ni final, Oncemil), versiones y más de un paso de baile arriba y abajo del escenario. Faltó alguna zamba entrañable, pero aún así el que pasó por Córdoba fue un Abel todoterreno.
La banda. Apenas cinco músicos (más las participaciones de un saxofonista y una armoniquista) secundaron a un Pintos que tuvo una centralidad absoluta en el escenario. Como eje absoluto del show, el cantante dejó en claro que es la principal figura. No obstante, la versatilidad de su banda no deja de sorprender. Incluso desde las sombras, sus acompañantes confirmaron su cuota dentro de una propuesta que parece contemplar cada sonido y cada instante. El mano a mano entre los hermanos Pintos, impagable.
El baile. Si en otros contextos (como el de los festivales folklóricos) Abel adapta su repertorio según la ocasión, lo que se vio en Atenas fue el concierto con el que Pintos recorrerá el país. Queda claro que en esta nueva versión del cantante, el baile ocupa un lugar más preponderante. El segmento final del show así lo confirma y entrega un crisol de ritmos latinos que tiene su corolario en un cuartetazo. Que me falte todo, su colaboración con Luck Ra, hizo explotar al público y fue el mayor pico de éxtasis del show.
Abel, siempre Abel. Pasan los años pero su sensibilidad parece intacta. Y es que no hay mayor capital en la carrera del músico que la forma en la que se conecta con su público. Cada vez que tomó la palabra, Pintos tocó una fibra. Habló del nuevo estadio que era un viejo anhelo adolescente, le dio la bienvenida a quienes lo veían por primera vez y agradeció una vez más a su público por confiar en la propuesta y hacer el esfuerzo para estar en el lugar. Su entrega vocal y musical, potenciada nuevamente por su empatía y su cercanía con sus fans.
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