La reciente serie de shows de Paul McCartney actualizó un tópico recurrente con relación a la figura del ex-Beatle: la excelente condición física-emocional que tiene a sus 82 años, que le permite interpretar 37 canciones en un espectáculo de casi tres horas.
Al poner énfasis en la cuestión, se destacan por lo general sus buenos hábitos con respecto a la alimentación y al cuidado del cuerpo, a lo que un conocedor del tipo de vida doméstica que lleva podría agregar jugosos detalles. Por ejemplo, que el músico pasa por el mundo de modo apacible, como si quisiera deconstruir a cada paso su condición de estrella de rock o la de músico popular vivo más importante de la historia.
En redes y cada tanto, aparecen fotos de Paul en el London Underground (metro) o en trenes de cercanías londinenses (vive en St John’s Wood, en la misma casa que compró en 1965 y que queda cerca de Abbey Road), y cuando está de gira, sale a andar en bici por ahí, con la sola pretensión de tener una impresión más acabada de la ciudad que visita. Para este último fin, unas de las que mejores le sentaron fueron Montevideo y Lima. Por su rambla y su mirador, respectivamente, por la despreocupación de los transeúntes.
¿Córdoba? Trascendió extraoficialmente que cuando debutó en el Kempes en 2016 paseó por ahí en dos ruedas, aunque nunca llegó a confirmarse del todo. Veremos qué sucede cuando vuelva de cara a su show del miércoles 23 de octubre, para el que llegará tres días antes.
En fin, Paul McCartney destruye la ecuación #Rock & roll = reviente”, sí, pero además relativiza otro lugar infumable que considera que los artistas “se rescatan” a una determinada edad para vivir la tercera en la mayor plenitud posible.
El expediente narcótico de Paul McCartney
Revisemos este expediente.
Macca consumió anfetaminas de posadolescente para bancarse los eternos shows de los primeros Beatles en Hamburgo; al igual que sus compañeros de banda, fue iniciado en la marihuana por Bob Dylan, en un hotel neoyorquino; y fue el primero en admitir el consumo de LSD. Es más, a un periodista de diario influyente le dijo en los ‘60 que si los políticos consumieran este alucinógeno “no habría ninguna guerra más, ni pobreza o hambruna”.
De todas estas experimentaciones narcóticas, la que mantuvo por décadas fue la del cannabis. De hecho, Paul vivió sus mayores desencuentros con la ley por llevar muchos gramos de picaduras de esta planta consigo.
Fue detenido junto a su esposa Linda en Suecia y, pese a ello, decidió cultivarla él mismo en Escocia; tuvo problemas para entrar a Estados Unidos por ese incidente; zafó de una detención en Los Ángeles luego de un control policial solo porque Linda se adjudicó la posesión y aseguró que él no conocía la existencia de “esa bolsa”; y en el medio de una gira internacional de Wings, fue detenido por intentar entrar más de 220 gramos de marihuana a Japón, donde la pena por ello era de 8 a 11 años de prisión efectiva. Intercedió su suegro Lee Eastman, que si no…
La canción de los Beatles Got to Get You Into My Life, incluida en Revolver (1966) y que toca en su actual gira Got Back Tour, ya venía en plan de adoración de la marihuana, según expuso en la biografía autorizada Paul McCartney: Many Years From Now (1997).
“A Got to Get You Into My Life la escribí cuando estaba sumergido en la marihuana. Siempre había sido un chico de clase trabajadora que no se drogaba, pero cuando empecé a consumirla pareció que me sentaba muy bien. No parecía tener los efectos secundarios del alcohol y otras cosas, como las pastillas”, confesó.
“La marihuana me gustó. Nunca lo pasé mal con ella y me pareció que me abría la mente, literalmente. La canción habla sobre eso, no está dedicada a una persona en particular, sino a la marihuana. Lo que quiere decir es: ‘Voy a hacerlo, no es mala idea’”, añadió sobre un hábito que recién abandonó hace 12 años, cuando se convirtió en septuagenario y por consejo de Beatrice, la hija que tuvo con la exmodelo Heather Mills y que hoy tiene 20 años.
“Ella quería que me cuidara más. Y además no quiero dar mal ejemplo a mis hijos y mis nietos. Es por responsabilidad, y porque ya he tenido suficiente. Ahora, en vez de fumarme un canuto, me bebo un vaso de vino o una buena margarita”, contó Paul en su momento.
Así las cosas, este artista lleva 12 años de sobriedad, lo que no significa que estaría igual de pleno si hubiera mantenido esta dependencia hasta este tiempo presente. En todo caso, Paul McCartney está como está porque no come carne desde los primeros ‘70 y porque capitalizó la meditación trascendental tras el encuentro de los Beatles con el gurú Maharishi. Acaso el rock & roll sea esto: balancear experimentación con prácticas que elevan estándares psicofísicos y así conseguir el feeling y la picardía suficientes para impactar en escena con el material encantador del que se disponga. Charly García no puede hacerlo con 10 años menos.
Pero así como es oportuno relativizar que el vigor de este artista se explica por su ascetismo, también lo es que lo puede mantener gracias a un estatus socioeconómico imposible de alcanzar para otros octogenarios en el mundo. Él puede. Entre otras cosas, él no está a merced de un gobierno insensible que recorta su jubilación.
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