Finalmente llegaron las bodas de plata. Cosquín Rock, que arrancó en la plaza Próspero Molina y tuvo cambios y vaivenes en el medio, se presenta desde hace tiempo consolidado en el calendario de eventos más importantes de América latina.
Nuevamente en Santa María de Punilla, el festival cumplió este año su 25° aniversario con la alegría de haber colgado el cartel de “entradas agotadas” para el sábado.
Con su impronta federal (y las montañas de fondo), la fiesta serrana construyó una identidad ineludible para músicos y espectadores de lo más variados. Incluso, este año se notó una mayor afluencia femenina entre los asistentes que, como siempre, abarcaron todas las edades.
Un clásico: aquellos que dicen no haberse perdido ni una sola edición en estos 25 años.
Calor y color
La tarde arrancó calurosa con un sol abrazador que sirvió para secar un poco el barro de los alrededores y del campo tras la intensa lluvia de las horas anteriores.
Además del protagonismo de Dillom y Wos, la jornada estuvo signada por dos tributos inapelables. Uno fue el merecido homenaje a Pappo a 20 años de su desaparición física, que cerró La Casita del Blues con Juanse y Celeste Carballo como grandes figuras.
Una mención aparte para el líder de Ratones paranoicos cuando tocó Ruta 66 en honor a Pappo. El público lo agradeció gritando los nombres de Juanse y Pappo. “¡Gracias! Y viva el rocanrol”, dijo antes de despedirse. Más adelante se escuchó corear en nombre de Carballo, quien estuvo impecable durante el concierto.
El otro tributo lo protagonizó Hilda Lizarazu, quien recreó su reciente álbum en honor a Charly García.
El show de la cantante arrancó muy temprano, incluso minutos antes de lo previsto, y sirvió para que quienes estaban ingresando apuraran el paso. Una perlita: la mayoría del público que acompañó el repaso de las canciones de Charly no tenía más de 30 años, lo que confirma que el legado de García está más vivo que nunca. En esa misma línea, fue interesante ver bailar y gritar a chicos muy chicos el “¡No se banca más!” de La grasa de las capitales.
La artista entró como un torbellino con un sombrero de galera y una pollera rojo fuego. Arrancó con Necesito tu amor y siguió con Bancate ese defecto. “Somos todos rarísimos; Charly García, te amamos”, acotó luego, mientras los presentes aplaudían a rabiar.
La banda, comandada por Lito Vitale (muy aplaudido por el público) tuvo una destacada impronta femenina. “Somos mayoría de chicas”, rescató Lizarazu.
El show, que incluyó clásicos como Fanky y Nos siguen pegando abajo, cerró emotivo con Rasguña las piedras y Rezo por vos.
Miscelánea
Mientras los Guasones convocaban al público más rockero al escenario Sur con canciones como Una noche más o Espejo roto, y El Mató largaba con Diamante roto en el escenario Norte, Gaba animaba la zona del Hangar con música electrónica en medio de un calor insoportable. Pese a la elevada temperatura, la gente bailaba mientras atravesaba la zona para ir al baño.
Durante su set, la performer manejaba las pistas con una mano mientras con la otra sostenía un ventilador portátil con total gracia. Como representante trans, invitó a las disidencias a dejarse llevar por el ritmo: “La pista de baile es trava, la pista de baile es trolo, la pista de baile es queer. ¡Vamos Cosquín!”. En el escenario De Montaña, en tanto, la banda Cruzando el Charco cerraba con su canción Terminales.
Minutos después, La Casita del Blues les quedó muy chica a Los Espíritus. Ubicado cerca de unos de los accesos, el escenario se colmó de gente gracias a la convocatoria de la banda bonaerense, que tiempo atrás supo ser número central del festival.
El grupo comandado por Maxi Prietto hizo honor al espacio cedido para ellos con temas como La mirada, Huracanes, Jesús rima con cruz y Jugo. El público, que desbordó el sector, llegó a bloquear la zona de ingreso.
En paralelo, el momento uruguayo llenó de banderas (incluso hubo varias albicelestes) el escenario De Montaña, que tuvo un doblete soñado para muchos con La Vela Puerca y No Te Va Gustar.
Muchos de ellos corrieron al escenario Norte para ver a Divididos, mientras Wos hacía su ingreso triunfal al escenario Sur, que a esa altura lucía repleto de jóvenes. Valentín Oliva, tal su nombre en el DNI, largó su demoledor show con canciones como Luz delito, Contando ovejas y Canguro, hit que hizo saltar a la multitud mientras la tarde caía detrás de las nubes.
El momento emotivo llegó con Arrancármelo y toda su delicadeza acompañada por una guitarra criolla y teclados. Wos no dejó pasar el tiempo y ahí nomás largó con un set de beatbox que lo dejó sin respiro. Y como si eso fuera poco, despuntó el vicio con una improvisación que fue agradecida por el público: “Otra vez rapeando con la gente cordobesa que da amor y encima está de la cabeza”.
Inmediatamente, comenzó Quemarás, con la voz de Indio Solari grabada. Mientras tanto, se escuchaba de fondo un “olé, olé, Indio, Indio”. Fue el preludio perfecto para una de las postales de la noche, que llegó con la presencia de Dillom.
La noche de Dillom
Al igual que en el estadio de Racing en 2024, Dylan Masa se sumó para cantar Cabezas cromadas. Más tarde fue el turno de su propio show, que se inició entradas las 23 en un escenario Norte colmado.
“Ustedes saben que no puedo decir nada porque el año pasado de este festival me fui con una denuncia penal”, fue una de las declaraciones salientes del músico.
Un año atrás, el propio Dillom había sido denunciado penalmente luego de su versión de Sr. Cobranza, donde cantó: “A (Luis) Caputo en la plaza lo tienen que matar”.
Vale reiterarlo: el sábado fue sin dudas la noche de Dillom. Primero tuvo una participación con Wos, luego brilló en horario Norte en horario central (y cantó con Santi Motorizado) y finalmente cerró su noche cantando Los piratas (con disfraz y todo) junto a Los auténticos decadentes en una verdadera fiesta de sábado por la noche.
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En su show, Dillom repasó hits como Pelotuda, Coyote, Reality o La carie, entre muchos otros.
En clara referencia a lo ocurrido en los últimos días con Milo J y con el cruce de Javier Milei con María Becerra, el músico nombró a sus colegas y aseguró: “Tocan a uno y nos tocan a todos”.
Y luego, ante la insistencia del público para que se despachara, mencionó lo ocurrido el año pasado pero no dijo más nada hasta que llegó el turno de 1312 y advirtió que iba dedicado a “los policías que intentan censurar”.
En el tramo final recogió el guante de su popularidad y se mostró agradecido por lo ocurrido con su disco Por cesárea.
“Cuarto año consecutivo en este festival. La primera vez tocamos en una carpita y mirá adonde estamos ahora... ¡en el escenario principal a media noche! Estamos más felices que nunca, nos ha cambiado la vida”.
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Final de fiesta
Pasada la medianoche, el público restante se debatía entre bailar reguetón o electrónica en algunos escenarios dispuestos para eso, hacer lo propio con Los auténticos decadentes (y clásicos como El gran señor, Corazón o Un osito de peluche de Taiwan) o ir a rockear con los Ratones paranoicos que abrían su show con el Rock del pedazo).
Vale decir, el verdadero “rock del pedazo” se vivió durante todo el día en Santa María de Punilla, y con entradas agotadas.