Coti Sorokin se encuentra en medio de una intensa gira europea, aprovechando el fin del verano en España, un país con el que mantiene una relación profunda y donde residió por 15 años.
Desde Madrid, el músico rosarino dialogó con La Voz en Vivo sobre los desafíos y misterios de la composición en la era digital, desmitificando la idea de “componer un hit” y defendiendo ferozmente el valor del talento humano frente al auge de la inteligencia artificial. Lo hizo antes de su regreso a Córdoba capital, el próximo 31 de octubre en Club Paraguay.
–¿Cómo está compuesto el público que va a tus shows en Europa?
–El público es muy variado. Hay una gran cantidad de público español, pero también una fuerte presencia latinoamericana, incluyendo gente de Argentina, de Uruguay, de Paraguay, de Perú, de Ecuador y de Colombia. Yo tengo una relación muy larga con España; mi vínculo comenzó alrededor de 2001 y viví aquí 15 años seguidos. De hecho, dos de mis hijos nacieron en Madrid.
–En un contexto dominado por la música urbana y la tecnología, ¿ha cambiado tu oficio como compositor?
–La verdad es que no, no ha cambiado. Si bien los cambios de géneros o la tecnología podrían parecer transformaciones, a la larga no modifican mucho las cosas. La tecnología siempre estuvo aplicada a la música. Lo fundamental es que la creatividad humana nunca va a ser reemplazada por ninguna inteligencia artificial. La inteligencia artificial es una base de datos. El talento es otra cuestión muy diferente.
–¿Creés que la IA podría llegar a componer música que perdure en el tiempo?
–Creo que, a nivel técnico, la música sería muy fácil de componer para una inteligencia artificial o para una aplicación. Esto se debe a que la música utiliza pocos elementos: las letras no tienen tantas palabras y sólo hay 12 notas. Los algoritmos pueden analizar esto rápidamente. Sin embargo, nunca, que yo sepa, ha habido una canción escrita por inteligencia artificial que pueda llegar a los corazones. Tampoco han logrado que una canción permanezca en el tiempo o que el inconsciente colectivo se sienta identificado con ella, generación tras generación.

–¿Notás que el uso excesivo de aplicaciones y tecnología está afectando la calidad de la música actual?
–Sí, se nota que hay una onda de hacer música con aplicaciones, y se escucha. Para mí, esa música suena un poco pobre, y el exceso de tecnología empobrece el panorama musical. Falta la mano de los creadores, de los músicos, de los instrumentistas. Se nota que la tecnología está muy metida. Sin embargo, creo que estos son sólo momentos, y hay una tendencia a volver a lo más humano, a lo más ancestral, a la cosa más artesanal de hacer música.
–¿Esa vuelta a lo artesanal se refleja también en los shows en vivo?
–Absolutamente. La gente valora cada vez más en los conciertos en vivo que haya músicos tocando. A veces parece que todo está grabado o prefabricado. Creo que se va a volver a valorar esto.
–¿Alguna vez sentiste algo así como “arrepentimiento” de haber compuesto temas para otros que fueron hits y no te los quedaste vos?
–Yo no siento remordimiento por haber compuesto para otros. Mi respuesta es rotunda: no. Yo hice de la composición para otros un modo de vida. Fui padre muy joven, con veintipocos años tuve mellizos, Iván y Maya. Era la única manera que tenía para darles de comer y para alquilar un departamento en Buenos Aires, donde elegí vivir para desarrollar mi profesión. Tuve que armarme un lugar solo, sin pertenecer a ningún grupo de elite acomodada. Todo lo que hice fue parte de mi historia personal y no me arrepiento. La paternidad tan joven fue un factor crucial en mi camino.
–Te pregunto por la situación opuesta: canciones que vos considerás excelentes, pero que nunca alcanzaron la popularidad. ¿Te pasó mucho?
–¡Hay miles! La mayoría, de hecho (risas). Muchas veces me he equivocado también con los pronósticos. Ya no hago pronósticos porque nunca me han funcionado; a veces escribo una canción pensando que será conocida y no pasa nada. Hay otras que sorprenden, como Canción de adiós, que no tiene estribillo ni partes que se repitan y, sin embargo, se hizo bastante conocida y reconocida, para tener esa estructura. También me sorprendió el caso de Luz de día.
–¿Qué pasó con “Luz de día”?
–Yo la escribí para Los Enanitos Verdes, para un disco que produje de ellos. En su momento, no fue conocida en Argentina. Luego, yo saqué una versión en vivo grabada en el Gran Rex, y se transformó en un “hitazo” en Argentina. Amo estas cosas misteriosas que tiene la música y que tienen que ver con la conexión de la gente con las canciones y con el misterio en la creación.
–Estás sacando singles con reversiones de sus temas. ¿Tenés planes para un nuevo disco?
–Sí, va a haber más reversiones. Justo estoy terminando ahora una versión muy linda de una canción que es menos conocida que las anteriores que fuimos sacando. Pero lo más importante es que ya hay un disco terminado que mandamos a fábrica. Es un disco absolutamente inédito de canciones nuevas, y que lo vamos a editar primero en primero vinilo y casete, y después lo vamos a sacar en formato digital. Quizás también en CD, que ya es “vintage”. El casete está volviendo, al igual que los vinilos han resurgido con fuerza en Europa, en Estados Unidos y también en Argentina. Me parece enhorabuena. Tienen un sonido muy especial, un sonido análogo. Además del sonido, el objeto es algo bonito. Poder leer las letras. Creo que, más allá del tema romántico, te acerca a la obra completa desde otro punto de vista.
–Para terminar, y pensando en algo más vinculado a tu exposición pública, ¿qué te quedó de tu relación con Cande Tinelli?
–Eso no lo voy a responder. Tiene que ver con mi vida personal, y no voy a responder.
Para ver
Coti se presenta con su banda completa el 31 de octubre en Club Paraguay. Anticipadas, en alpogo.com a $ 40.250 mil.