Hacía varios años que Lady Gaga venía desarrollando un proceso de deconstrucción de su versión más extravagante y freak, que redundó en su revelación de artista todo terreno para la industria del entretenimiento estadounidense y, por ende, global.
Entonces, ya naturalizada en un espectador promedio como actriz con sustancia o como vocalista capaz de meterse con sagradas escrituras del jazz, la reconexión con sus fuentes discotequeras siempre fue la zanahoria por perseguir.
Al respecto, una vez entronizada por su actuación en la remake de Star Is Born (2018), dio muestras de suficiencia con el tan pistero como confesional Chromatica (2020), pero tuvo la mala fortuna de chocarse de frente con la pandemia, el distanciamiento y la incertidumbre. En otras palabras, se topó con un mundo que sólo permitía bailotear en el living y no en el club con la amenaza saludable de cercanos cuerpos sudorosos.
Hoy, y también después de un hiato cinematográfico que implicó disco ad hoc (Joker: Folie à Deux y su correspondiente Harlequin con experimentaciones expansivas del acervo musical norteamericano), la neoyorquina propone Mayhem, su séptimo disco, cuyo único pecado es tirar demasiada carne al asador, no poder disimular su carácter apabullante. Por momentos es electroclash o industrial; por otros, un disco orgánico en el que centellean instrumentistas a la manera del Thriller de Michael Jackson (pero con Andrew Watt y Cirkut en el rol de Quincy Jones); y por otros menos, uno que se permite balancear con baladas que, en este contexto de desboque, terminan quedando fuera de él.
Pero, vamos, mejor una Gaga fuera de borda que otra maniatada.
Con alusiones al Trent Reznor precinematográfico, los adelantos de Disease y Abracadabra ya habían avisado que la mano venía como finalmente vino desde el viernes pasado, fecha de publicación de Mayhem.
En la promoción hablan de algo “palpitante” y hay que conceder que es un gran calificativo para una obra en la que, además, Gaga no escatima poderío vocal para congraciarse con algún ideal de sutileza que resuene a vulnerabilidad. Acaso tenga que ver con la necesidad de exhibir a Mayhem como una obra “inmersiva” sin margen para la dispersión y como una firme “declaración de libertad artística, una celebración de las contradicciones de la vida y un testimonio del poder de la música para unir a las personas frente al caos”, según sus propias palabras.
Garden of Eden es uno de los más compatibles con los adelantos citados, aunque entre tanto electroclash espasmódico filtra un estribillo luminoso con versos pícaros: “Podría ser tu novia por una semana/ podrías ser mi novio por una noche”.
Perfect Celebrity es un puntazo de rock alternativo que agita que el camino a la fama no significa nada, aun con una misión. “Ahogate con la fama y esperá que te haga subir/ Sentate en la primera fila, mirá morir a la princesa”, se le oye allí, nada vacilante.
Zombieboy es la prueba más acabada de que al momento de la edición alguien dijo “no le quitemos ninguna capa, no neutralicemos nada”, mientras que Killah (junto al productor francés Gesaffelstein) hace lo propio con la idea de que en esta era de divas pop superpoderosas unas tienden a sonar a otras, acaso involuntariamente. En este caso, Gaga se aproxima al funk robótico de St. Vincent. Y en el de How Bad Do U Want To Me, a Taylor Swift, por mucho que se enojen los Little Monsters.
Es en Vanish Into You donde la mujer nacida hace 38 años como Stefani Joanne Angelina Germanotta encuentra algo de espacio necesario para que su (gran) voz le declare su amor a su prometido Michael Polansky, también productor ejecutivo de Mayhem.
Gaga dijo que este tema toma cosas de Bowie sin especificar en qué versión del genio. Tras la escucha, se puede confirmar que se trata del Duque asociado a Nile Rodgers, el Duque ochentista, más que aquel obsesionado por el jungle y el drum n’ bass de Earthling (1997).
LoveDrug también amalgama capas con sutilezas más que con estridencias, para terminar sonando como una canción pop efectiva sobre el poder narcótico del amor. “No quiero sеntir, no quiero llorar/ Así que voy a bailar hasta estar biеn/ Sólo necesito una dosis de lo correcto”, clava Gaga, quien puede estar flechada por Polansky pero no se olvida de que este es un mundo a medida de los hombres. Lo recuerda claramente en Shadow Of A Man, donde sonando más a Michael Jackson que a The Weeknd se refiere a uno que fue “el último de una raza moribunda”.
Por lo expuesto, queda claro que enamorar a la bestia no garantiza neutralizar sus instintos. Y también que podés sacar a la chica de la pista, pero no a la pista de la chica.
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