El acordeonista Daniel Franco y el bajista Ricardo Verón son los laderos históricos de Carlos “La Mona” Jiménez.
Primero amigos y después socios artísticos eventuales, estos músicos conocieron al prócer cuartetero en sus años tempranos, cuando la historia que vivió hasta hoy sólo parecía un sueño disparatado. Y hoy continúan con él como miembros clave de El Clan, la banda de acompañamiento que brilla en los esporádicos shows multitudinarios que reemplazaron a los frenéticos bailes en el Sargento Cabral o en el Estadio del Centro. El próximo será el 11 de enero, en el marco de una edición extraordinaria del Festival Bum Bum en la que Jiménez festejará su 74° cumpleaños.
Hablar con Franco o con Verón es hablar de la historia misma del cuarteto característico, por cuanto pertenecen a la generación posterior a la de la línea fundadora, y por cuanto le ayudaron a Jiménez a edificar un mito estratosférico en nuestra música popular.
Cuarteto infantojuvenil
Daniel Franco conoció a Jiménez de niño. “Lo conocí en mi casa, donde ensayábamos con mi primo, Berna, y con el finado de mi hermano. Éramos tres nada más, un trío instrumental. Y apareció Jiménez, se fue a probar. Lo llevó el tío, Coquito Ramaló, quien con su hermano Carlos Rolán tenían un taller metalúrgico al frente de (el club) Rieles. ‘Tengo un sobrino que canta’, nos dijo. ‘Y bueno, traelo que lo probamos’. Y así fue”, le cuenta Franco a La Voz sobre la primera vez que tuvo contacto visual y artístico con el también conocido como Mandamás.
“Eso fue en el ‘67, hace 57 años. Carlos ya tenía 16 años, mientras que yo, 11; mi hermano, 7, y Berna, 17. Nos gustó como cantaba y entró. La primera vez que Jiménez cantó con nosotros fue en LV2, en el programa El Festival del Éxito. Interpretó Diez monedas, un foxtrot…”, suma.
Y luego explica: “Porque nosotros tocábamos todos los temas del Cuarteto Leo, nuestro referente y de todos los cuartetos en esa época, fines de los ‘60 y comienzos de los ‘70. Tanto fue así que Miguelito Gelfo nos apadrinó. El 1° de julio de 1967, nos apadrinó a todos en otro programa de LV2 que lo auspiciaba Luchessi, ‘el vino del pueblo que bebe el pueblo’”.
Franco cuenta que La Leo tenía un programa que duraba entre 30 y 40 minutos todos los sábados: “Un espacio parecido tenía Heraldo Bosio. En fin, se tocaba en vivo, eh… Bueno, ahí hicimos un pasodoble y terminó apadrinándonos Miguelito Gelfo como El Juvenil Cuarteto Berna”.
Las carreras de Franco y de Jiménez se bifurcaron sobre el final de los ‘70. Pero aun así, siempre han estado ligadas. “Si bien es cierto que en la década del ‘70 yo ya tenía mi cuarteto, el Cuarteto Dany, y que él ya había salido de Berna (lo hizo en el ‘71, puntualmente) para armar el Cuarteto de Oro con Ramaló, no perdimos el contacto”, ratifica el acordeonista.
“Porque hacíamos dobletes, tripletes, y nos cruzábamos todo el tiempo. Nosotros hacíamos como de soporte, andábamos bien con mi Cuarteto Dany. Y con la Sonora Dany también. De hecho, fue Carlos quien me sugirió formarla luego de aconsejarme que me modernizara un poquito, para así grabar en el sello del Cuarteto de Oro”, rescata.
E inmediatamente precisa que Jiménez los hizo grabar con Polygram, filial de Phillips, en 1983: “Fue el primer disco de Sonora Dany, que mantuve hasta el ‘98, año en el que entré a la su banda como acordeonista para reemplazar a José Concha, fallecido en un siniestro vial a la salida de un baile de Atenas. Hace 26 años que estoy con el Carlos solista”.
–¿Cuál fue el primer disco que grabaste?
–El primer disco que grabé fue El Bum Bum (1999), porque al Beso a beso (1998) lo alcanzó a grabar José. Y lo llegó a tocar en vivo durante su presentación oficial en La Vieja Usina, el 7 de octubre de 1998. Y el 9 de ese mes, después de un baile en Atenas, este chico se da vuelta con el auto y fallece. Entre ahí nomás. No a tocar, claro, sino a preparar el repertorio. A Beso a beso lo he tocado yo en vivo, prácticamente. Y para El Bum Bum ya estaba en la banda. Con Carlos llevo grabados 27 o 28 discos.
–¿Cómo explicarías el momento actual de Jiménez, en el que se lo ve renacido y con festival propio?
–Sabemos que Carlos es un fenómeno. ¡Lo que ha movido en su trayectoria! Pero la pandemia le vino muy bien. Entiendo que estuvimos un año y medio sin tocar (más allá de los shows en streaming), pero a la hora de volver, empezamos con estos grandes shows. Rindieron. Y a partir de ahí, Carli, su hijo, planteó algo con sentido común: “No lo puedo poner a mi viejo a que haga tres bailes por semana”. Le hizo bien. La noche te desgasta. Y está bárbaro lo de unirse más a la familia para disfrutar de los hijos y de los nietos. Yo estoy en la misma, el 1° de enero cumplí 69 y vengo de atravesar serios problemas de salud. Tenemos muchos kilómetros en el lomo y nos merecemos que la cosa sea disfrutable.
Manolito Cánovas, un nexo
En su primer encuentro con Jiménez, Ricardo Verón tenía 18 y él 20. “Resulta que yo tocaba en un grupo medio moderno, medio cumbiero, en una whiskería. Y un buen día llego para una actuación y estaba tocando el Cuarteto Berna. Recuerdo que un mozo me lo señaló cuando él estaba en escena y me dice: ‘¿Sabés quién es ese que está ahí?’. ‘No, no lo conozco’, le contesté sin imaginar que a partir de ahí haríamos historia juntos. Ese mozo nos presentó y nos fuimos saludando de lejos por mucho tiempo”, reconstruye el hoy director musical de El Clan, a pedido de La Voz.
“Carlos todavía no era identificado como La Mona Jiménez”, aclara. Y destaca que “esta historia lleva 53 años, más o menos”.
“Eso puede haber sido en el año ‘70, porque ya en el ‘72 se desvincula del Cuarteto Berna y se junta con su tío Coquito Ramaló para hacer el Cuarteto de Oro. Yo empiezo a trabajar ahí el 20 de febrero del año 75″, complementa.
“El proyecto ya tenía como tres años y ya habían grabado como cinco discos. ¿Quién me hizo entrar al Cuarteto de Oro de Jiménez y Ramaló? A ver, ¿quién fue? ¡El gran Manolito Cánovas!”, revela.
–¿Cómo fue eso?
–Manolito tenía el Cuarteto Sucundín, que trabajaba en ese tiempo con los cuatro grandes del género: Cuarteto Leo, Carlitos Rolán, Cuarteto Berna y Cuarteto de Oro. La de Manolito era la orquesta de soporte que ellos tenían para hacer doblete o triplete. Entonces, él tenía buen vínculo con todos. Y pasó que Ramaló se distanció del bajista Raúl Rosell (padre de Martín Rosell, uno de los grandes músicos que tenemos en Córdoba) y lo llamó a Manolo para que le prestara el bajista de Sucundín. Manolo no lo creyó conveniente porque en su orquesta hacían otro tipo de repertorio, y me recomendó porque se acordó que yo tocaba en Seis Para El Ritmo, una orquesta característica que se le animaba a todo.
–¿Entonces?
–Manolo Cánovas vivía en Villa Azaláis, a una cuadra de donde yo ensayaba con Seis Para El Ritmo. Siempre me decía: “Venite a tocar con nosotros”, y yo le contestaba: “No, Gallego, yo estoy en una orquesta chica, voy de a poco”. Pero, aun así, hizo la conexión para que entrara al Cuarteto de Oro aquel 20 de febrero de 1975. Me acuerdo de que debuté en una matiné de la Sociedad Belgrano y que ahí nomás Ramaló me dijo: “Nos tenemos que ir a grabar mañana, ¿querés sumarte?”. Era muy sorprendente para mí porque nunca había grabado, no tenía experiencia, no conocía los temas. Pero Coquito insistió (“Vas a andar bien, ya vas a ver”), y acepté. Así que al otro día estaba viajando a Buenos Aires con el Cuarteto de Oro para grabar el primer disco de mi carrera. Fue Ñácate (1975), uno de los grandes éxitos del grupo. Abrí una puerta muy importante en mi carrera. Estuve del ‘75 al ‘84. Después de eso, nos desvinculamos todos para acompañar a Jiménez como solista, o en el trayecto que lo convirtió en el más grande de todos los tiempos.
–Te pregunto lo mismo que a Dany: ¿cómo evalúas el momento actual de Jiménez?
–Todo lo que nos está pasando a Jiménez y a nosotros, que lo hemos acompañado desde hace tanto tiempo, es fruto de haber sembrado cosas buenas a sus fieles seguidores. Estamos grabando algunas cosas, que se revelarán el año que viene, por lo que es probable que prácticamente se llegue a los 100 discos de La Mona Jiménez. ¡Es una barbaridad! Su carrera fue prácticamente ininterrumpida. Si no fuera por la pandemia, diría que no paró nunca. Tenemos que hablar de miles de espectáculos… Jiménez tiene registrados 1.500 temas junto con otros autores. A todo eso le hemos puesto la marca en el orillo, nuestra personalidad. Ya no es casualidad ni es suerte. Esto es consecuencia de mucho trabajo, de mucha dedicación. Hemos dedicado parte de nuestra vida a esta obra. Y no lo digo con arrepentimiento, ni con dolor, ni con pena, ni con tristeza. Todo lo contrario, lo digo muy contento y muy orgulloso de que hayamos podido construir una identidad.
–Autoralmente, ¿cuáles fueron tus grandes contribuciones a la obra de Jiménez?
–A La Flaca Marta la hicimos con Luis Gómez y La Mona. Si tengo revisar todos, estaríamos tres horas. Te nombro los más resonantes para mí: El bohemio, que hicimos con Pipino Moreno y La Mona; con mi gran amigo Jorge Machuca compusimos La puerta al universo, Informe policial, Historia fatal, Nueve y media, El buscavida; también están los que registramos con Jorge Villarreal, como Aventurera y Me mata; y con Luis Cardini tengo Terry. Más allá del aporte de cada uno, en este punto sumo que Jiménez tiene visión.
–Supongo que te considerás su amigo.
–Somos compadres, él y la señora son padrinos de una de mis hijas. Lo que menos podemos tener es una gran amistad, una gran afinidad. Entre personas que se han compartido tantas cosas, la relación es fuerte. Tenemos algo que está lacrado. Vamos a morir juntos. Le agradezco a nuestro pueblo cuartetero que nos haya permitido crecer juntos.
–¿Cuál es la etapa artísticamente más fructífera de Jiménez?
–Fue su comienzo como solista. Porque teníamos pocas armas para proyectarnos, veníamos de un lugar que fue nuestra facultad y había que ponerse a crear desde cero. Jiménez venía de Berna y del Cuarteto de Oro; y yo, de este último grupo que fue fundamental. Porque en él terminé de pulirme: ahí comencé a ser arreglador, compositor y después director, rol que desempeño en El Clan. Pienso en tres personas clave en esta historia: Juana Margarita Delseri, Juan Carlos Jiménez Rufino y Ricardo Verón.
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