El pasado martes, día en el que el Festival de Jesús María anunció que había alcanzado a recuperar los costos de su edición 59 al superar la barrera de las 140 mil entradas vendidas, La Voz fue parte de un recorrido por las entrañas del evento cultural más grande del norte cordobés. Un monstruo construido a base de cooperación que cumplirá 60 años de historia en su plenitud absoluta.
Según cuenta su comisión directiva en las oficinas que tiene dentro del anfiteatro José Hernández, esa cifra de tickets suele lograrse más cerca del segundo fin de semana del festival a partir de una demanda que va en crecimiento a lo largo del evento y se potencia durante las últimas noches de cada año. Superar esa marca durante la quinta jornada de “argentinidad” no es habitual y, por lo tanto, se celebra especialmente.
Juan López, el presidente, pone otro ejemplo para dimensionar el alcance cada vez mayor que tiene Jesús María. La noche de este viernes, que decantó en una nueva “Chaqueñada” con Oscar Esperanza Palavecino como gran protagonista, agotó sus entradas cinco días antes. “Es la primera vez que sucede”, precisa López secundado por su vicepresidenta, Clara Elisabeth Gramajo, y la secretaria general de la comisión, María Heddy Carrizo.
“En el ‘98, en 2020, en 2023 y en 2024, el ‘no más entradas’ siempre se colgó en el día”, subraya luego, antes de sumar que desde el inicio de la venta de entradas la noche del viernes 17 “picó en punta” hasta sacarle más del doble de tickets a su inmediata perseguidora, la de este sábado, que protagonizará Abel Pintos.
Atractivo popular
Lo anterior también tiene consecuencias directas en algo que se observa a simple vista si uno recorre el festival. Jesús María se ha vuelto cada vez más atractivo como instancia publicitaria para diferentes marcas de alimentos y bebidas interesadas en llegar a un público tan amplio como la grilla artística programada para estas noches en el anfiteatro José Hernández.
“Se han sumado muchas marcas nuevas”, destaca López, que entiende que el panorama económico favoreció la comercialización del festival, pero también da cuenta de un trabajo a largo plazo que se viene potenciando desde hace más de una década.
Javier Martínez, de Cúpula.biz, empresa de marketing integrado que administra el vínculo con las diferentes marcas que quieren estar en Jesús María, asegura que más de 45 acuerdos se generaron para la edición 2025.
“El festival tiene una capacidad de renovación y de adaptación. Se reinventa permanentemente. Este año entraron marcas nuevas”, apunta con ejemplos como el de ladrillos Palmar, la yerba Playadito o Tonadita, empresa láctea que apuntó al heterogéneo público del festival e inauguró el premio “Latido de la noche”, que se entrega cada jornada.
“El festival es familia, amistad y tradición”, señala Martínez, que también ofrece algunas pistas de lo que significa Jesús María para firmas de primera línea como Coca-Cola. Este año, la marca apostó fuertemente para ganar la licitación abierta para elegir a la gaseosa oficial del festival, que en 2024 vendió más de 200 mil litros dentro del anfiteatro.
“Este fue el año de la vuelta de muchas marcas”, asegura el responsable del marketing, que también apunta otro aspecto de esa relación con las empresas de consumo masivo: “No es sólo plata, sino cómo trabaja la marca para vincularse con el festival”. En ese sentido, la gaseosa oficial de este año optó por distribuir de manera directa sus productos, sin depender de intermediarios. Evidentemente, estar en Jesús María se ha vuelto una prioridad para algunas de las firmas más importantes.
“Este año se van a superar los 700 millones de pesos por recaudación de sponsors (en diversas categorías de participación desde un cartel, a una acción de marketing en el predio o un stand físico)”, comenta Martínez en relación a los ingresos que, además de la venta de entradas y las concesiones gastronómicas, ayudan a que el festival tengan utilidades para repartir entre las 22 escuelas beneficiadas.
“Este monto se integra y suma a todos los ingresos que van a soportar una realización que implicó una inversión total que ronda en los 3.000 millones de pesos”, completa sobre un balance que necesita de 140 mil entradas vendidas a aproximadamente 25 dólares para poder cerrar con números favorables.
“El festival tiene 50 años más para seguir reinventándose y haciendo cosas”, destaca Martínez, para quien la grilla es tan importante como el trabajo interno de todas las partes que integran un festival que, según su propia experiencia como jesusmariense, tiene “una energía única”.
Para él, los servicios que se brindan dentro del anfiteatro y decisiones como las de regular los precios de todas las licitaciones gastronómicas apuntalan el espíritu de un megaevento construido a partir de la misión de generar recursos para los niños y adolescentes de la zona.
Perfil renovado
Otro dato que ayuda a comprender el momento que atraviesa el festival tiene que ver con su composición de público. Actualmente, el segmento que va entre los 15 y los 40 años ya representa más del 50% de su concurrencia total.
“El cuarteto nos dio la posibilidad de que el público permanezca acá adentro todo el tiempo”, destaca López respecto de la incorporación cada vez más estructural del género cordobés a la programación del festival.
Desde la comisión comentan que, antes de esa implementación –y de la polémica que generó en su momento a raíz de la identidad folklórica del evento-, la gente comenzaba a retirarse del anfiteatro después del número principal, aproximadamente a las 2 de la mañana, “y se iba a las peñas de afuera”.
“Nosotros incorporamos el cuarteto y el público empezó a quedarse acá”, sintetiza el presidente sobre un cambio que se nota en los alrededores del anfiteatro, donde años anteriores se ubicaban diferentes peñas en formato “boliche”.
Hoy, el grueso del público que buscaba opciones para “seguir” después del festival lo hace directamente en el campo de la jineteada, que después de la medianoche se convierte en una pista de baile gigante al aire libre.
Tanto desde la comisión como en los pasillos del anfiteatro José Hernández, todos los caminos señalan a Nicolás Tottis como uno de los nombres claves en este giro que ha dado el festival a partir de la última década.
En 2015, y a sus 35 años, Tottis se convirtió en el presidente más joven en la historia de la comisión. Desde entonces fue el principal impulsor de algunas apuestas arriesgadas a nivel programación –la llegada de Lali Espósito, Duki o Paulo Londra, por ejemplo- y también uno de los que marcó el camino para que el festival ampliar su llegada.
Todo se originó con la idea de ampliar el público del festival. Comúnmente asociado a la “gente grande”, el festival buscó acercarse a los jóvenes de manera directa. Allí, además de la incorporación de la noche extra del lunes con claro perfil pop/urbano (según el caso), también se destaca la inversión que realizó el evento en cuanto a técnica en general, sobre todo en materia de sonidos, luces y pantallas.
Hoy, Tottis es secretario de Contrataciones y también Coordinador de Promoción, Eventos y Espectáculos de Jesús María. Sin embargo, su lugar está detrás del escenario, en el sector de camarines y en diferentes recovecos que tienen que ver con el riñón interno del evento. Cuando muestras las novedades de la estructura que soporta los shows, su cara se transforma. Las innovaciones en materia de producción –como la posibilidad de tener armadas diferentes plantas de escenario en simultáneo- y las mejoras a nivel tecnológico lo desvelan.
Por eso no tarda en destacar otro dato central: 350 millones de pesos fueron a parar sólo a la técnica del evento, que en este 2025 mostró mejoras concretas y destacables a simple vista.
“Uno está tan metido acá que no dimensiona por ahí lo que es”, aporta la vicepresidenta Gramajo. “Antes de empezar esta edición, venía gente que nos decía ‘este va a ser un festival que va a dar que hablar’. El que venía de afuera notaba que iba a ser multitudinario”, señala sobre un 2025 que comenzó con la amenaza de perder público ante las ventajas económicas que ofrecían opciones de turismo fronterizo.
Finalmente, nada de eso sucedió y todo hace pensar que la edición 59 será la más convocante de la historia (debe superar las 202 mil entradas vendidas en 2023). Desde la comisión estiman que, al margen de los récords, lo importante es que las utilidades que recibirán las escuelas serán mayores a las de años anteriores. Ese es el objetivo central para un evento que, desde la cooperación y el trabajo comunitario, se convirtió en uno de los eventos culturales más dinámicos y trascendentales del mapa nacional.