En marzo de 2024, Ca7riel y Paco Amoroso irrumpieron a pura polémica en la décima edición argentina del Lollapalooza. Poco antes de la salida de su primer álbum como dúo, Baño María, los músicos decidieron anticiparlo en el festival con una escucha performática que los incluyó sumergidos en un jacuzzi. Mientras sonaban los temas de su debut, en el escenario no había una banda tocando. Lo que pasaba ahí arriba era más parecido a una fiesta que a cualquier recital en vivo.
El gesto fue disruptivo y sentó las bases de lo que vendría poco tiempo después, aunque casi nadie podía imaginar que 12 meses más tarde estos dos amigos que comparten fotos desde la escuela primaria estarían en boca de todo el mundo. Literalmente.
A un año de aquella provocación a escala masiva, Ca7riel y Paco Amoroso llegan a la edición 2025 del megaevento de San Isidro convertidos en una nueva sensación ya no nacional ni regional, sino global. Es que, a partir de la explosión que significó el Tiny Desk filmado por el dúo y su banda en septiembre del año pasado, todo cambió.

Si ya parecía obvio que el proyecto tenía destino de internacional y que además podía llegar a modificar el estado del arte actual, lo que se vio en Washington lo confirmó cabalmente y sorprendió a propios y extraños. Unos 28 millones de reproducciones después, las consecuencias directas de ese suceso artístico llegaron, incluso a sus protagonistas, que necesitaron de un EP construido en tiempo récord para procesar todo.
Luego del reciente estreno de Papota –disco que capitaliza las versiones del Tiny Desk y suma cuatro temas inspirados en esa misma organicidad funky y neosoulera–, las piezas del rompecabezas terminaron de acomodarse. Hoy, Ca7riel, Paco y su pandilla giran por Latinoamérica y se darán una panzada de festivales de primera línea. Es apenas el comienzo de una agenda anual que hasta el momento tiene compromisos agendados hasta agosto, incluyendo gira por Estados Unidos, gigantes festivaleros como Coachella o el Fuji Rock, en Japón, y shows de escala masiva en Madrid o en Barcelona.
Dúo dinámico
“Ahora es Ca7riel y Paco”, le decía Amoroso a La Voz en mayo de 2022, cuando él y su socio, Catriel Guerreiro, comenzaban a dar los primeros pasos de una vuelta al ruedo que, tres años después, no deja de sorprender por los logros que ha cosechado.
En ese momento, Ulises Guerriero (nombre real de Paco) hacía alusión a los caminos en solitario que ambos habían transitado durante la pandemia, cuando exploraron sus facetas individuales con sendos trabajos lanzados a finales de 2021: El Disko, de Ca7riel; y Saeta, de Amoroso. De aquellos días quedan Mi deseo y Bad Bitch, canciones individuales que se fusionaron (acoplaron, dirían ellos) en una versión registrada para la posteridad en el Tiny Desk.
Tres años antes, no obstante, el reencuentro del dúo como tal ya generaba una expectativa lógica. Durante 2019, juntos se habían convertido en figuras centrales de esa “nueva generación” de artistas que comenzaba a modificar las grillas de festivales y playlists, y prefiguraba lo que hoy es un hecho consumado. Ambos, incluso, habían sido convocados por Bizarrap para ser parte de sus sesiones y a esa altura nadie sabía muy bien si ubicar a “Cato y Paco” entre rockeros y poperos, o traperos y hiphoperos.
Por eso, cuando en 2022 regresaron con un tráiler que se parecía más a una película que a un videoclip, la noticia tuvo eco inmediato. “A nosotros nos gusta actuar, nos gusta la locura y nos gusta despegarnos de todo lo que anda dando vueltas por ahí”, le decía Ca7riel a La Voz poco antes de concretar ese regreso en forma de show (en la Plaza de la Música) que inauguró la “Temporada II” del proyecto. “Son como unas vacaciones eternas”, ilustraba su compañero sobre la posibilidad de volver a hacer música junto con su amigo de toda la vida.
Tuvieron que pasar otros dos años hasta la llegada de Baño María, disco que sumó otro peldaño en el ascenso de esta escalera al cielo. En abril de 2024, semanas después de la performance en Lollapalooza –criticada y celebrada como buena jugada mediática–, la salida del álbum alumbró una propuesta musical difícil de poner en palabras, tal y como ya es habitual para los dos protagonistas de esta historia.
Con toques de funk carioca, dembow o drum and bass, Baño María impuso su sonido digital y anabólico gracias a una licuadora de referencias e influencias atravesadas por la música electrónica como paraguas amplio. Con Lali Espósito y Tini Stoessel como invitadas ilustres, el dúo rompió sus propios esquemas y su paso siguiente fue presentar ese universo a lo grande, con un show en el Movistar Arena porteño que elevó la vara de cualquier otra propuesta cercana.

Días después, a finales de agosto, el grupo trajo a Córdoba ese espectáculo y volvió a actuar en Plaza de la Música. Según comentó José Palazzo en estos días, el show no tuvo el suceso esperado a pesar del creciente envión publicitario generado por el dúo. A esa altura, ya paseaban por programas de streaming y empezaban a despuntar como íconos del mundo de la moda, pero todavía faltaba un poco más de nafta para avivar definitivamente el fuego.
Esa chispa llegó poco después, en septiembre, con la posibilidad de grabar en el prestigioso ciclo Tiny Desk. A diferencia de colegas como Nicki Nicole o Trueno, Ca7riel y Paco viajaron a Washington para filmar en el pequeño escritorio de la National Public Radio y lo que pasó allí fue un antes y un después en sus carreras (y en sus vidas también).
Con la necesidad de tocar sin pistas y sólo con instrumentos orgánicos, el sonido del grupo se redefinió en tiempo récord. “Los dos estuvieron superpresentes en el proceso”, recordaba tiempo atrás Cruz, de Cardinal Sur, proyecto trabaja junto con el dúo a la hora de pergeñar sus actuaciones en directo. Según él, parte de la identidad musical on the road que define a Ca7riel y a Paco tiene que ver con su identidad como artistas que disfrutan de la situación de show.
“Es un proyecto de músicos que tocan en vivo. Creo que eso signó mucho la carrera de Catriel y Paco, más que nada porque ellos venían de tocar mucho, de tener su banda (Astor y las Flores de Marte), de tocar con otros proyectos”, añadía entonces. Además, destacaba la presencia de laderos de lujo como Edu Giardina –también baterista de Marilina Bertoldi–; el bajista Tío La Bomba (Felipe Brandy, compañero de Cato y Paco en Astor); el pianista jazzero Javier Burin y la DJ Anita B Queen.
“Todos tienen una herencia de la improvisación y de resolver, entonces está bueno porque, además de ser un dúo, también funciona como una banda”, reflexionaba Cruz mientras esas mismas versiones empezaban a ser replicadas en los primeros shows del dúo pos Tiny Desk. “Los arreglos los construimos entre todos, es también la manera en la que trabajamos todo el año con la banda: desde la sala hasta el estudio”, apuntaba el director musical sobre un proceso que moldeó –al menos en parte– la siguiente etapa artística del proyecto.
¿El disco del año?
Tras la salida del Tiny Desk el pasado 4 de octubre, el fervor compartido hizo el resto. Rápidamente, la sesión comenzó a multiplicarse y usuarios de diferentes partes del mundo se encontraron con un cóctel irresistible de música deliciosamente interpretada. El algoritmo de YouTube no hizo más que potenciar la catarata de likes, reproducciones y comentarios que recibió la sesión, y esta se convirtió en la mejor carta de presentación posible.
De hecho, fue tal la marca que dejó el Tiny Desk que Ca7riel y Paco Amoroso comenzaron a actuar en vivo incorporando ese mismo formato. De repente, y como se pudo ver en el más reciente Cosquín Rock, sus shows sumaron un primer momento con ambos cantantes sentados en banquetas, y la banda potenció ese carácter acústico/orgánico de la mano del percusionista Maxi Sayes, una fila de vientos y coros.

Con el diario del lunes, parece un plan diseñado por una mente maestra. Algo así como lo que muestra el shortfilm Papota, una suerte de musical audiovisual moderno con la participación especial de Martín Bossi.
En esa trama, Ca7riel y Paco Amoroso son convencidos por Gymbaland (el genial Bossi) para seguir sus consejos en pos de un objetivo: ganar un Latin Chaddy. Es una parodia de lo que ellos mismos están haciendo en su intento de desembarcar con fuerza en Estados Unidos y se conecta con, por ejemplo, algunos gestos irónicos (y políticos) a nivel vestuario que se viralizaron en el Tiny Desk.
Lo que se representa ficcionalmente tiene que ver con lo que sucede en realidad, aunque en los matices está el diferencial. En el extravagante corto de Martín Piroyansky, el ejecutivo discográfico convence al dúo de ajustarse a los parámetros que Chat GPT sugiere como fórmula de éxito (y triunfo). Llenos de “papota” y músculos inflados, Ca7riel y Paco terminan peleados y llegan a los Latin Chaddys cada uno por su lado. Finalmente, más allá de las promesas detrás de los hits en spanglish, la amistad prevalece y se impone a cualquier codicia pasajera.
De este lado de la pantalla, Ca7riel y Paco Amoroso están haciendo mucho más que ganar un premio de la industria. La salida de Papota comprobó la capacidad de síntesis de los artistas, que en cuestión de meses pudieron aglutinar un cúmulo de experiencias y convertirlas en canciones atrapantes, impredecibles y también cercanas. Como si estuvieran en su propio reality show, este dúo dinámico reflexiona musical y líricamente sobre sus vivencias recientes. “La gente se emocionó, abuelas haciendo TikTok. ¿Y ahora qué vamos a hacer? El Tiny Desk me jodió”, sueltan las primeras líneas de Impostor, el tema de apertura.
La diversidad estilística de la propuesta y sus guiños en varios niveles –de los Backstreet Boys al afrobeat o al jazz Bebop– son el sustento de un universo que, como si todo lo anterior no fuera suficiente, se expande en versión audiovisual. Ya no se trata sólo de canciones y de shows, sino también de una película en desarrollo y un experimento en tiempo real.
“Después del Tiny Desk sucedieron un montón de cosas, ¿no?”, dijo en los últimos días Ca7riel para un video promocional de Spotify. “Saltamos a la fama mucho más rápido. De repente, nos vemos en el Fashion Week, en París”, resumió sobre estos meses de gira mágica y misteriosa, pasarelas y estudios de televisión.
“Lo más desafiante de componer Papota es que había cuatro días para hacerlo. Pero teníamos muy en claro cada canción, de qué queríamos hablar”, añadió Paco en esa misma entrevista. “Grabamos a nuestra banda más improvisando, un montón de ideas que fueron saliendo las fuimos ordenando”, reveló sobre la cocina de una música que no pasará desapercibida rápidamente.

“El objetivo sonoro es que suene más analógico todo, ¿no?, como suena en la sala de ensayos con nuestros amigos”, precisó Ca7riel. Y esa quizá sea la principal clave de un disco que, incluso desde marzo, ya rankea alto en lo mejor del año.
Es que Papota es, en realidad, mucho más que una grabación en la que salió todo bien. Ante todo, es un suceso cultural en marcha, con consecuencias que todavía parecen impredecibles. Habrá que ver cuán vieja queda esta nota en los próximos meses: ese parece ser el destino de cualquier intento por definir, clasificar y registrar lo que Ca7riel y Paco están haciendo por estas horas. Un multiverso construido a su propio ritmo y sin ningún tipo de techo a la vista.