La actuación que brindó este sábado Christian Herrera en el escenario Martín Fierro del Festival Nacional de Doma y Folklore, no pasará desapercibida cuando se cuente la historia de esta gran fiesta popular.
Con esa simpleza que lo caracteriza y munido de un puñado de canciones que hacen eco en el corazón de la gente, logró ganarse de una vez y para siempre al público de Jesús María. Pero sobre el escenario no sólo estuvo la música, sino también un mensaje muy profundo que hizo foco en la niñez.
“Nos comprometamos entre todos a cuidar el espacio, porque si están los niños debemos comportarnos de otra manera, sin dejar de alegrarnos y pasarla bonito”, dijo primero en medio de su presentación.
“Ellos también necesitan un espacio donde mirarse y conocerse a sí mismos, que sepan de dónde vienen y a dónde nacieron, deben y tienen el derecho de conocer sus raíces desde niños, nosotros estamos haciendo lo posible para que eso suceda, para que amen su patria y sean embajadores de nuestra cultura”, expresó el artista, que se animó a frenar la fiesta para arrojar esas palabras a un anfiteatro colmado con más de 15 mil personas.
El show tuvo varios momentos hermosos, pero, sin dudas, los más emotivos estuvieron relacionados con la actuación de sus pequeños invitados: Mia (10), de Salta Capital; Isidro (9), de Chicoana; Gerónimo (8), de Los Molinos; Victorio (9), de la Viña, Mauri (8), de Las Lajitas y Valentín, de Joaquín V González. Todos del interior profundo de su provincia.
Cada uno entonó coplas y lo acompañaron en algunos temas que hicieron vibrar a la gente en todo el estadio.
Ya en conferencia de prensa, y después del vendaval que fue su show, contó que los conoció en algunas fiestas populares salteñas cuando los propios niños, junto a sus papás, se acercaron con la intención de cantar.
Allí mismo organizaron una improvisada guitarreada tras bambalinas y fueron saliendo las canciones que después comenzaron a replicar en distintos escenarios. Con algunos de ellos, como Isidro y ‘Gero’, grabó temas como La enharinada.
Por algún motivo, Christian tiene muchos seguidores que son niños y van a sus shows acompañados de sus familias y se vive una verdadera fiesta. Ese es un poco el objetivo que se viene planteando hace tiempo.
Pidió que todos los músicos hagan lo mismo y les permitan expresarse para que puedan convertirse en “embajadores culturales”, conociendo sus propias raíces.
Claramente emocionado, expresó: “Hay que estar en el cuero de uno, me contengo para no llorar, debemos ir propiciando espacios para nuestros niños, nuestros jóvenes, nos azotan miles de flagelos que son malos para nuestros niños”.
Y añadió: “Yo creo que el folklore, además de tener nuestros valores educa, es formador”. Por eso pidió que se cumpla la Ley Nacional de Folklore N° 27.535 del año 2019, que establece su enseñanza en las escuelas.
Solidaridad con Morillo
A pesar de las luces de los escenarios, Herrera nunca deja de pensar en su Morillo natal, una comunidad de 11 mil habitantes que tiene un 40% de población indígena wichi, que tiene muchas necesidades.
“Todavía hay chicos que no tienen las cuatro comidas, no tienen útiles, no tienen calzado, niños que conocen los juguetes a los 9 años”, contó.
A través de su fundación, “Morillo canta por los niños”, viene propiciando mucha ayuda a esa región casi olvidada de la Argentina, pero aún falta mucho por hacer. Por eso se animó a pedir, desde el Martín Fierro, la colaboración de todos los que puedan “dar una mano”.
Así es Christian Herrera, un corazón que canta y se hace sentir.
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