En redes, Eva Gou se presenta a sí misma como “Hadita Punk”, especie que le cabe más por su pretensión de dar vuelta como una media a los deber ser, a los conservadurismos, que por cómo suena en Venus en trance, su primer disco de estudio.
Es que esa obra es pistera y de electrónica susurrante, en la que gradualmente se construye una atmósfera ideal para cantar sobre goce femenino, apariciones de arcoíris y sobre el epicentro del sentimiento humano.
Este último intangible llega a partir de una línea como “la melo de tu ser”, que la artista nacida como Lucía Rivarola hace 33 años filtra en el meridiano de su debut. Es un buen punto de partida para una charla con ella: ¿Cuál será “la melo de su ser”? ¿Qué diría de sus propósitos estéticos, de su propia aventura como Eva Gou? “La melo de mi ser es esa combinación de crudeza y delicadeza, como cuando el grunge que se suaviza con el pop y se vuelve algo más etéreo. Es una búsqueda constante de texturas emocionales, donde mi voz es tanto un instrumento poderoso como un susurro frágil”, dice ante la consulta de La Voz.
“Mis propósitos estéticos giran en torno a crear atmósferas que sean íntimas y expansivas al mismo tiempo, algo así como un sueño lúcido”, añade.
“Eva Gou es una aventura donde me permito explorar sin miedo, jugar con lo onírico y construir un universo sonoro que refleja tanto mi raíz que es argentina, mi hogar lleno de músicos y productores, como lo que fui adquiriendo en el camino en mis viajes por México y mi hermosa y solitaria experiencia en Londres”, remata.
–En la época de Ziggy Stardust, David Bowie confundió fantasía y realidad y llegó a creerse el alienígena glam que había creado para sí. Se lo comió el personaje, en el buen sentido. ¿Cómo es en tu caso en relación a Eva Gou?
–En mi caso, Eva Gou es una expansión de lo que ya soy, no tanto un personaje que me devora, sino una versión amplificada de mis pulsiones y deseos artísticos. No me pierdo en ella, me encuentro. Eva Gou es ese espacio donde puedo ser más libre, más audaz y más surrealista, sin las limitaciones que a veces impone la realidad. Es un diálogo constante entre mi mundo interno y lo que proyecto afuera… una forma de permitirme ser todas las versiones de mí misma sin pedir permiso.
–”Pasaporte para un viaje sin temores”. El verso puesto sobre una base pistera – electropop invita al desenfreno, a la fluidez sin red… Suena lascivo, irrefrenable... ¿Estás en ésa, desafiando conservadurismos, en un plan “No me importa” texturado y ultrasexy?
–Sí, hay algo de desafío ahí, de romper estructuras y entregarse a las experiencias sin miedo. Es una invitación a soltar el control y a ser muy auténtica. No es solo una cuestión de sensualidad, sino de libertad total, de jugar eróticamente con mis verdades. En esa fluidez, hay una disidencia que atraviesa mis experiencias más íntimas, donde ceder el control también es una forma de poder. Ese Nevermind texturado y ultrasexy es más bien un “no me importa lo que esperen de mí”, es abrir el pasaporte y dejar que el viaje me atraviese sin filtros ni frenos y sobre todo sin condicionamientos externos.
–Si alguien te tiene como la súper instrumentista hija de Titi Rivarola y Jenny Náger, ¿cómo le construirías tu épica y/o deriva electrónica?
–Construiría mi épica como una fusión de raíces y rebeldía. Si bien llevo en la sangre esa herencia musical, mi deriva electrónica es como un glitch en el linaje. Es mezclar lo orgánico con lo sintético, lo folclórico con lo digital. Es crear algo que respeta de dónde vengo, pero que desafía hacia dónde voy. Esa electrónica no es fría ni calculada… es visceral, es pulsante y lleva en si todas las tradiciones de mi casa, pero filtradas a través de mi propio ruido.
–Cuando anunciaste la publicación de Venus en Trance en Instagram, marcaste que aprendiste a grabarte, producirte y a moldear tanto tu voz como tu personalidad. ¿Llegaste a ese punto como reacción a la validación de terceros? ¿Es un “stop” al mansplaining de un productor?
–Sí, en parte fue una reacción a la constante búsqueda de validación externa. Aprender a grabarme y producirme fue como apropiarme de mi territorio, descubrir que podía tener el control total sobre mi voz y mi proceso creativo. Más que un stop, fue un ‘yo puedo’, una forma de reafirmar mi autonomía. Pero aun así valoro profundamente a mis colaboradores y grandes amigos como Franco Di Pietro, Jenny Náger, Carlos Piano y Gabriel Pedernera, quienes respetan y entienden mi visión y hacen florecer ese proceso creativo conmigo. Venus en Trance es el resultado de esa libertad compartida. Un espacio donde mi voz y mi visión encuentran su camino sin imposiciones externas.
–A propósito del tema “All I’ve Waited For”. ¿Este presente, este disco, es todo lo que alucinaste hasta acá? ¿O acaso Eva Gou tiene otros rasgos que los reservaste para más adelante?
–Este disco es, sin duda, un sueño hecho realidad para mí. Algo que siempre imaginé y esperé. Pero es solo el comienzo. Mi proyecto está en constante búsqueda y cambio, y ese viaje tiene un pulso cada vez más grunge. Siento que este tiempo presente es una puerta que apenas se abre hacia sonidos más crudos, distorsionados y viscerales. Hay texturas más ásperas y voces rotas que aún quiero explorar, versiones de mí misma que todavía están esperando salir a la luz. Lo mejor es que el viaje sigue y, con él siempre la posibilidad de llevarme hacia territorios nuevos e inesperados.
En vivo
Eva Gou actuará este sábado en Casa Babylon (Las Heras 48). Lo hará desde las 20 y junto a Cuore y Juan Cruz Caos. Entradas desde $5.000 en alpogo.com.
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