Hasta el viernes hacia la medianoche y en la sala de conciertos Formosa, estábamos condicionados a ver a Hipnótica en festivales o en conciertos compartidos en los que el dúo riotercerense debía recortar su ya extensa y hermosísima obra cancionera.
En el día, a la hora y en el lugar señalados, y luego de un concierto (concierto, no show) de más de hora y media, esa deuda vivencial ya se había saldado.
“Es la primera vez que tocamos más de 20 canciones. Gracias, Uachs”, había certificado Hernán Ortiz un rato antes del final de una presentación que tuvo un principio con una advertencia. A ésta la había verbalizado Nahuel Barbero, la otra mitad de este proyecto que se encamina a los 15 años de trayectoria: “Vamos a tocar Hipnótica, nuestro último disco, completo y en el orden en el que está publicado”.
Bah, más que una advertencia fue un aviso: nadie en la sala podía oponerse a la representación con banda de tecladista - guitarrista, bajo y batería de una de las mejores entregas de canción pop orgánica de las que se hayan publicado el año pasado, reconocida para la próxima edición de los Premios Gardel.
A propósito, este cronista puede colgarse la cucarda de haber propagado la sentencia de que Hipnótica (el disco, aunque la referencia siempre puede hacerse extensiva al dúo) es supremo.
Por si pasó desapercibida, va otra vez la fundamentación de por qué este álbum afectó positivamente a un año complicadísimo en todos los órdenes: “Hipnótica, Hipnótica. Despojado de digitalismo, el dúo cordobés exacerba un folk orgánico que se vuelve épico vía cuerdas. Y las letras combinan, con maestría, ternura, gracia y crítica social. ‘Está muriendo/ gente en el piso/ y vos haciendo un trend‘, se oye en Apocalipso. Es así, mandan el narcisismo y la insensibilidad, a los que Hipnótica combate con belleza”.


Ortiz y Barbero decidieron con cierta lógica comenzar la gira nacional que presenta esta entrega en Córdoba. Y el resultado fue una celebración extática de familiares, allegados (gente que banca desde la primera hora, como expresaron los anfitriones) y público general que aún no tiene asimilados los nuevos temas que el mediano plazo convertirá en clásicos inoxidables.
Hipnótica, sin humo pero con almas afines
En este espectáculo no hubo humo. En ningún sentido. Ni para dar sensación de misterio penumbroso, ni para ofrecerles algún tipo de aura a las canciones que, claramente, no la necesitan.
Esta noción de “humo cero” también se aplicó a los invitados: nada de visitantes en la cúpula que legitimen algo, sino almas y talentos afines como los de la cantante Clari Agüero, el bajista Rodrigo “Osito” Lagos (entregó un solo en el movimiento bossa de Caída libre) y el Misty Soul Choir, cuerpo que acompañó en una celestial versión de Así y que tuvo a su solista cantando las partes que Daniela Spalla canta en el original.
El largo concierto de Hipnótica para presentar Hipnótica se estructuró en tres partes.
En la primera, tal como se señaló arriba, se tocó el disco entero y en el orden original, por lo que quedó claro, entonces, que Hipnótica es infalible en varios frentes del pop canción. Puede sonar suntuoso en un registro country & folk como Charuto o condicionar al espectador a que se pregunte irónicamente “¿Quién te conoce Vándalos Chinos?” o “¿Quién te conoce Conociendo Rusia?” cuando llega el mid tempo valseado Otra vez, en cuya interpretación Ortiz y Barbero se animan a tirar unos pasos como popstars performáticos.
En Apocalipso destellaron con nervio rockero para revestir eso de la gente en el piso en simultáneo a la exacerbación del ego en TikTok, mientras Mi amor no cambiara fue el cierre (y puente) perfecto para dejar todo seteado de cara a un segmento acústico que, además de los invitados, destacó a Aprendiste mal (himno de los Hipno) y al If I Fell, de The Beatles, que se estrenó en un acústico audiovisual reciente. En ese momento, Ortiz y Barbero se dieron abrazo seguido de beso movilizados por una emoción desbordante, como si cayeran en la cuenta de que están construyendo una obra valiosa, consistente, que quedará en los libros. En eso están, de hecho.
El cierre llegó de nuevo con banda completa y con un recorte expansivo que incluyó agradecimiento a un lutier cordobés por haber construido la viola con la que se estaba dejando la piel. Eso, Hipnótica, hecho en Córdoba como esa maravilla con cuerpo vintage.