Viernes, La Cumbre, a una hora de la medianoche. Guido Aloisi, uno de los dueños del Buddhi, un restaurante – sala de conciertos que destella en el Valle de Punilla, toma el micrófono inalámbrico y el riesgo de sonar hiperbólico.
Es que delante de una audiencia nutrida cuenta que la estrella de la noche estuvo hace poco en el mismo espacio en dúo con Minino Garay y que tocó el piano con el mismo gesto incendiario con el que Jimi Hendrix lo hizo con la guitarra en el Woodstock de 1969.
Dos horas y algunos minutos después de ese momento, coronado con la presentación formal “Con ustedes, el Hernán Jacinto New Trío”, el pianista porteño se encargó de demostrar que Aloisi había sido de lo más preciso. Es que junto al contrabajista Jerónimo Carmona (habitual colaborador suyo y uno de los más requeridos del jazz metropolitano) y el baterista Pablo González (el riojano formado en Córdoba que tocó en Sur Oculto y luego se mostró en las grandes ligas con IKV y Gustavo Santaolalla) se expresó tan virtuoso como insumiso a un deber ser. Tan lúdico como experimental, por cuanto en cada desarrollo de temas que promediaron los 15 minutos tendió a que sus socios sean lo que quisiesen (fueron muy elocuentes sus señas de “dale para adelante nomás”) y a asordinar con una de sus manos las cuerdas del piano para que éste, con las teclas pulsadas por los dedos de la otra, sonara casi como otro instrumento de percusión.
En momentos de frenesí, en los que sin embargo no renunciaba a la melodía, sólo faltaba incendiar el piano de cola del Buddhi, tal como Hendrix hizo con su Strato en el Monterrey Pop de 1967. Bueno, a su modo lo hizo, sin que hicieran falta extintores. Tampoco es hiperbólico este cronista, a decir verdad.
El repertorio abordado por el Hernán Jacinto New Trío fue diverso, y alternó la propia obra con interpretaciones de terceros. Arrancó con Estreno, tema de su álbum Camino (2016), que se encamina, valga la redundancia, a su décimo aniversario. Sin la trompeta del original, en este vivo sonó más virulento y permeable a una improvisación que sepultó cualquier tipo de linealidad.
Milonga gris, del entrerriano Carlos “Negro” Aguirre, estuvo un poco más sujeta al original, lo que en el caso de Jacinto no necesariamente significa renuncia a gestos expansivos.
Y hacia el promedio, avisó que interpretaría un tema de un genio al que pudo conocer e incluso darle la mano: Paul McCartney. Se trató de My Valentine, el tema que el exmiembro de The Beatles le dedicó a su actual esposa Nancy Shevell y que suele usar como momento de jazz easy listening en todas sus últimas giras. Hernán Jacinto ofreció una relectura brillante, en la que basó el desarrollo melódico en lo que canta Macca en el original publicado en 2012 y en Kisses on the Bottom. La obra grabada del pianista argentino muestra algo similar en interpretaciones de clásicos de nuestro rock nacional como Ámbar violeta (Fito Páez) y Lago de forma mía (Luis Alberto Spinetta). Lo que se canta, llevado al piano, es letal en términos de conmoción.
Danny Boy, con referencia mínima al Himno Nacional, fue explosiva y con sendos pasajes solistas de Carmona y González, a quienes Jacinto contempló desde su esquina con el mismo gesto estupefacto que cualquiera dispuesto entre el público. Y para el final dejó Cabrera’s Blues (al presentarlo, pronuncio l “s” después del apóstrofe, como para reforzar pertenencia), un tema suyo que sumó a la discografía del legendario baterista Oscar Giunta. En este cierre, lo blanqueado precedentemente se radicalizó hasta el éxtasis, en particular la intuición para matizar al unísono en un terremoto de improvisación extática.
La promoción del concierto se enfocaba en el desafío de ofrecer “una experiencia musical refinada en un ambiente íntimo y acogedor”.
Todos cumplieron largamente.
Para ver
Hernán Jacinto New Trío repetirá en la noche de este sábado en el Buddhi de La Cumbre (Caraffa 365). Para reservas, enviar mensaje al WhatsApp 5493548661201.
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