Una familia de la ciudad de San Martín de los Andes, provincia de Neuquén, viajó hasta el Festival Nacional de Doma y Folklore para bailar junto a 600 caporales de otras partes del mundo continente al compás de las canciones de la banda jujeña Coroico.
Todo comenzó cuando Agostina Garrido, una jovencita de 18 años, sintió deseos por bailar una danza que pertenecía un punto muy distante de su lugar nativo.
¿Cómo es que un baile del norte (en este caso, Bolivia) llega hasta el sur (San Martín de los Andes)? Fue gracias a la profesora Jimena Martinez que viajó hasta Neuquén para convertirse en pionera de una nueva expresión artística.
Con solo seis años, Agustina fue una de las primeras niñas que se atrevió a tomar clases de una expresión artística poco conocida para su provincia. Así, se convirtió en una de las pioneras del baile caporal San Martín de los Andes.
En ella despertó una pasión que de a poco se contagió a toda su familia. Su hermano menor, Ayún Garrido (13), siguió los pasos de su hermana y desde hace cuatro años baila caporal.
Sus padres Patricio Garrido (46) y Mirian Caful (43), notaron un gran interés por esta danza “extraña” que tanto atrapaba a sus hijos. Fue así que se unieron a la pasión, viviendo una aventura familiar constante que los transporta a bailar en diferentes festivales del mundo. La última que se integró fue su hija menor, Aynelén, de 4 años.
“Cada día vamos descubriendo cosas más lindas sobre la cultura y las raíces de este baile. A esta edad me sorprendo de estar bailando pero me encanta y es una actividad familiar que hacemos y nos gusta a todos”, contó Patricio.
Todos los integrantes de la familia son bailarines y toman clases caporales, de otras danzas y sobre todo folklóricas.
Sus años de experiencia los llevaron a formar un ballet artístico de danzas andinas llamado Waras de los Andes, donde la directora es la profesora Martinez y sus pioneros, la familia Garrido. Agustina contó que la academia está conformada por menos de cien integrantes, dado que pese a este caso concreto, se trata de una danza poco conocida en sus pagos.
Por primera vez la familia llegó a la ciudad de Jesús María para bailar junto a centenares de caporales. Desde hace muchos años viven la gran experiencia de compartir escenarios juntos. Han viajado por tercer año consecutivo a Córdoba y a carnavales dentro de Neuquén.
Bailar en el predio enorme fue “una experiencia emocionante” debido a la impactante cantidad de compañeros de diferentes partes del mundo que compartieron el momento.
Los trajes, un destacado en toda esta historia, están compuestos por complicados bordados y lentejuelas que son producidas a mano, de forma artesanal, por las “ñañas” jujeñas. Es requisito que todos los años se renueven.