Dios y el diablo entran a un bar. El cantinero les sirve polémica, lo mismo de todos los días. Cuando terminan, lo suman a la cuenta y se van caminando mientras escuchan 33 de fondo, el último simple que lanzó Lali antes de estrenar su sexto álbum de estudio. “Es un tema que no deja conforme a ninguno de los dos”, dice Dios. “Pero en eso estamos de acuerdo”, le contesta el diablo.
No vayas a atender cuando el demonio llama marca a fuego el pasado, el presente y el futuro de una artista que, como dice en esta colaboración rockera con Dillom, ya se cayó, se murió y renació. “Es mi mejor momento”, asegura en el último verso del estribillo.
¿Quién es Dios y quién es diablo? Pareciera que depende de quién tome la prueba. Es la dicotomía clásica de la sociedad. De igual modo, ese no es el meollo de esta obra. Ese está, precisamente, en no quedar bien con ninguno de los dos. Ante más éxito, ante más exposición, ante más implicancia sociocultural y política, la gente se vuelve inconformista. ¿Para qué darles el gusto de opinar si lo van a hacer igual?
Por otro lado, esa pregunta tiende a responderse en el sublow No hay héroes, compuesto junto a Julieta Venegas.
“Ahora ves que no hay héroes ni villanos/ que en la guerra nadie gana/ que no alcanzan las dos manos/ que no siempre el malo paga/ que nadie puede salvarnos/ y que no es fácil la jugada/ que Dios son los hermanos/ y a veces no es justo nada”, canta Lali sobre una base acústica que toca la fibra más sensible del disco.
Es como si en el fondo, con ese tema la cantante hallara paz, esa que falta ante tanto grito, esa que acompaña la caminata de esos dos seres enfrentados a la salida del bar.
Ante el odio, solo queda plantar bandera y seguir luchando, elevar la esencia de una misma, volver a las raíces, buscar conexión entre los que se quedan, los que están, los que nunca se fueron.
Fanática de la ironía
No vayas a atender cuando el demonio llama es el disco más rockero de su carrera y grita lo que el alma enardece. Cuenta con varias referencias y sampleos a Babasónicos, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Los Abuelos de La Nada, Charly García, entre otros.
Es una producción ácida, irónica, incómoda y atrevida. Popstar, la canción que abre el disco, se presenta como un homenaje a las cortinas sonoras del pasado telenovelesco de la cantante, pero al prestar atención a la letra hay una clara intención de burla hacia las críticas que recibió durante todo este tiempo, potenciada por las amenazas tuiteras del presidente Javier Milei, el gran Fanático.
La antesala de este exitoso simple, himno de las marchas LGBTIQ+, le precede la popera Sexy, coescrita con Blair.
Esa bufonada se replica con mayor énfasis en Sensacional éxito, la bisagra del álbum que remite a una publicidad de pantalla chica, y en Fin de la transmisión, el tema que lo cierra.
Ambos tienen voces de locutores (la primera, masculina; la segunda, femenina). Lo concreto es que al escuchar “la mayor delincuente de la que se tenga memoria” en el primer caso, se hace inevitable no lanzar una carcajada.
Al encabezado, le siguen Lokura, No me importa y Plástico. Esta última es la primera colaboración de Lali con Duki, y muestra al trapero navegando por los mares del pop. Además, Plástico tiene la frase que le da nombre a disco y que tanto inquietó al panorama sociocultural y sociopolítico argentinos.
Aquí continúa explorando sonidos ochenteros de aquel corte difusión que dejó a todos pogueando en loop, a la vez que critica a quienes explotan figuras artísticas funcionales a la industria.
Esa lógica no solo les permite facturar a productores voraces, sino que también habilita la discusión de blancos y negros que, en definitiva, solo destruye a la artista que pone la cara. Con otro matiz, es similar a #Tetas de Ca7riel & Paco Amoroso o a la denuncia que evidencia La sustancia (filme de terror corporal de la francesa Coralie Fargeat) por solo mencionar dos ejemplos desde lo musical y cinematográfico.
Universo Lali
Lo expuesto da pie a reconocer otro logro de Espósito: cada tema tiene su propio videoclip que no es un simple visualizador. Son producciones audiovisuales distópicas, crudas y combativas, unidas bajo un mismo hilo conductor y con un elenco diverso que danza dentro de un todo complejo: el universo Lali.
Volviendo a los temas del disco, Mejor que vos con Miranda! acerca un pop pegadizo y característico de la también actriz. Este es un tema romántico y de empoderamiento que hasta puede vincularse con el ensayo El fin del amor de Tamara Tenenbaum.
Morir de amor, que cuenta con coros de Bersuit, y Perdedor, con la participación estelar de Susy Shock en el videoclip, mantienen esa sintonía. Tu novia II y Pendeja son la continuación narrativa de N5 y 2 y 3, por cuanto la muestran a Lali como analista precisa de las variables que puede presentar la vida de pareja en este tiempo.
En definitiva, Lali regaló un disco muy bueno en el que el mensaje es por momentos más trascendental que la música (por ejemplo, tiene cientos de referencias a la memoria trans argentina). A veces, es oscuro e introspectivo; y otras, más eléctrico y rebelde. En ese disco, Lali coquetea con los límites, se ríe de sí misma y también es sincera. “Nunca fui lo que querían de mí y no me importa”, se le oye en un momento.
Un día antes del lanzamiento de No vayas a atender cuando el demonio llama, Eduardo Feinmann estuvo en Gelatina y definió a Lali como “un animal político”. Sin embargo, la cantante va más allá de ser representante de algo o de alguien, no funciona de manera irracional ni tampoco es una persona que individualmente haya hecho algo único.
Lali es la antología de una época y una generación, resume en su voz la expresión colectiva de la cultura en movimiento. La suya es una voz que no se achica, se escucha. Ahora, cuando suena, agárrense los pantalones y atiedan al demonio.
