El sábado 7 de diciembre, el estadio Kempes fue escenario de dos espectáculos masivos en la ciudad de Córdoba: el esperado show de María Becerra con su Tour 2024 y la celebración de Q’ Lokura en el playón de estacionamiento, consolidado por la Mona Jiménez como otro templo del cuarteto.
Cuando se anunciaron estas fechas, surgió cierta desconfianza por el hecho de tener dos multitudes coincidiendo en el mismo lugar y al mismo tiempo. Si bien el escenario de “La Nena de Argentina” se montaría en el campo de juego y el del grupo cuartetero afuera, la atención estaba puesta en la salida del público de María y la entrada de los asistentes al baile.
Finalmente pasó lo pensado: demoras, caos de tránsito y un público disconforme por las disposiciones de la producción.
Crónica de una problemática anunciada
El primero de los conciertos fue el de María Becerra, anunciado para las 21. En horas de la tarde, las casi 20 mil personas del público ingresaron rápidamente al estadio.
Algunos tuvieron un pequeño inconveniente: en calles estratégicas, la dirección de tránsito montó un operativo para capturar autos que trabajaban como Uber. Sólo en el ingreso sur del Kempes podían observarse al menos 15 vehículos con la faja de clausura. Esto generó un leve retraso para poder llegar a las boleterías.
Más allá de esta medida, el operativo de tránsito no fue tan eficiente cuando, a la salida de Becerra, los taxistas esperaban hasta media hora para acceder a las inmediaciones del estadio. Muchos optaron por salir de la zona caminando, poniéndose en riesgo al bordear el camino de circunvalación. No hubo allí agentes disponibles para prevenir esa situación.
De cualquier forma, esa salida se enfrentó directamente con el ingreso del público de Q’ Lokura, generándose un embudo casi tan asfixiante como la disposición del escenario dentro del estadio para el show de la joven de 24 años.
Esta fue similar a la empleada durante el recital de Divididos, el año pasado, que también generó disconformidad entre el público. Con la clara diferencia generacional de los asistentes, esta vez no fue un problema porque no hubo saltos, pogo ni posteriores desmayos.
Pero, al llenarse la pequeña porción de campo, es muy difícil encontrar la única salida, la cual está orientada hacia la popular Artime. Por ejemplo, quienes se encontraban en el medio debían quedarse ahí durante el resto de la presentación, sin posibilidad de moverse.
De hecho, los últimos en llegar tienen una visión restringida desde un costado. Está claro que solo se utiliza el estadio para partidos de fútbol (de ahí la ajustada proporción cedida para montar el escenario sin invadir la cancha), pero esta medida puede ser muy peligrosa.
María Becerra terminó su espectáculo a las 22.45, y su público se retiró feliz, aunque la desconcentración fue lenta. El verdadero problema surgió con el ingreso del público de Q’ Lokura.
Con el Kempes ya despejado, alrededor de las 23.10, el acceso permaneció cerrado hasta las 00.15. Es decir, más de una hora de demora respecto al horario pautado y una fila interminable que rodeaba la platea Ardiles. Esto, lógicamente, retrasó el desarrollo de la noche.
A pesar de la prisa de los asistentes, no hubo mayores inconvenientes para ingresar al sector general. El problema estuvo en la entrada VIP, donde se había dispuesto un sector vallado frente al escenario. Esa fila recién se despejó a las 2 de la mañana, cuando la banda finalizó su primera selección.
El descontento siguió escalando debido a los problemas en las barras y a la poca cantidad de personas disponibles para atender la demanda. Cuando Q’ Lokura liberó los comentarios en sus publicaciones de Instagram, la mayor queja fue esa: una cola interminable para comprar una bebida.
Cabe señalar también que los espacios eran pequeños y se formaba una especie de corral que, de haber ocurrido algún incidente, podría haber desatado otro caos. Desde la banda se hicieron cargo y afirmaron “no estar a la altura” en ese sector.
Con una corta pero intensa lluvia que cayó a las 4 de la madrugada, el grupo dio por finalizado su baile y lo anunció el locutor. Muchos esperaban que durara un poco más, ya que, hilando fino, todo se había retrasado casi una hora y media. Según los asistentes, como mínimo el show debería haber terminado a las 5.
Sin embargo, la banda explicó a La Voz que fue una orden de la Municipalidad y que, con el escenario dispuesto de esa manera y sin techo, existía riesgo de electrocución. “No nos dejaron seguir”, aclararon.
El enojo continuó por varios días, sobre todo cuando se viralizaron imágenes de la banda tocando a los pocos minutos en un boliche cercano al estadio. La gente estalló de bronca porque “lo cortaron para poder ir a tocar ahí”.
“No tiene sentido dejar un baile de 20 mil personas para ir a tocar a un boliche. Eso estaba pautado de antemano como una celebración privada por el evento”, dijeron desde Q’ Lokura a La Voz.
El evento tenía que terminar: la lluvia ponía en riesgo el lugar. Sin embargo, lo que falló fue el manejo del tiempo. Si se corta un show para 20 mil personas ya molestas por las problemáticas de la noche, lógicamente iba a caer mal que los vieran tocar a pocos metros mientras se retiraban a sus casas.
Resulta extraño que se organicen dos eventos en la misma locación, en un lugar en el que no todos quieren que se utilice para espectáculos. Este domingo habrá casi 60 mil almas para la definición del campeonato. Seguramente, llegarán y se irán sin ningún problema. ¿Por qué en el fútbol sí y en los recitales no?