El domingo a la noche, Pedro Aznar y David Lebón estrenaron su homenaje a Serú Girán en el Quilmes Rock, apelando a una conmovedora lista de temas y con una banda de jóvenes músicos.
Jóvenes músicos imperceptibles desde la multitud pero muy fácilmente identificables desde el streaming de Flow o de Disney+. Por eso, para cualquier telespectador embebido en el ambiente de la música local, se le generó un gesto que mezcló sorpresa inicial con orgullo subsiguiente al ver que el puesto de baterista lo ocupaba Mati Sabbagh, miembro fundador de The Greets que desde hace bastante tiempo oficia de drum doctor y de sesionista en estudio.
En otras palabras, en el puesto del gigante Oscar Moro (fallecido en 2006) estaba un baterista cordobés curtido en nuestra plaza, aunque residente en Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde hace seis años.
“Fue increíble. Lo de ayer fue una mezcla entre miedo, emoción, felicidad, orgullo”, dijo Sabbagh al ser contactado por La Voz.
–¿Cómo llegaste hasta ahí?
–A la soga gigante me la tiró Andy Vilanova, porque en un principio lo habían llamado a él, pero no pudo aceptar porque tenía mucho trabajo con Duki. Él les pasó mi contacto y me avisó “Che, te van a llamar para un proyecto relindo”. Hasta ahí yo no sabía nada. Me habló Pedro Aznar en febrero, luego tuvimos una reunión, me contó de qué iba todo. Mientras tanto, temblaba por abajo y por arriba me mostraba lo más serio posible. Y fue entonces que me dijo que le mande videos tocando un par de temas. Igual, él ya me tenía por redes y hasta me había felicitado por mi laburo de grabaciones. A partir de ahí, le mandé los videos y el loco quedó súper chocho, me mandó buenas devoluciones que no se limitaron al “¡Qué lindo!”. Me mandó devoluciones elaboradas. A partir de ahí, a los pocos días me dijo “estás adentro del proyecto”.

–¿Cómo siguió todo desde ahí, nada menos que en el umbral de Serú Girán?
–Desde febrero hasta finales de marzo no supe más nada hasta que me avisaron de los ensayos. Yo ya sabía de esta fecha del Quilmes Rock. Lo de ayer fue una mezcla entre miedo, emoción, felicidad, orgullo. ¡Es un montón sentarse en el puesto de Moro! Algunos amigos me decían “Qué loco, lo estás reemplazando a Moro”; “¡¡¡No, reemplazarlo jamás!!!”, les contestaba, porque este es sólo mi tributo a él. Fue movilizante. Recién ahora me está cayendo la data. Lo mismo pasa con los pibes de la banda, con los otros chicos. Estamos todos felices de cómo salió. Pedro y David también. Pedro mandó un mensaje hermoso al grupo. Había bastante expectativa, ¿no? E incluso ellos mismos querían ver qué onda. Y hablando con varios, concluimos que el público no se lo tomó como un homenaje a Serú sino como que estaba viendo a Serú.
–¿Pedro y David tuvieron el mismo criterio con vos en relación a los otros músicos?
–Armaron una banda nueva, prácticamente. Pedro trajo dos tecladistas: Fede Arreseygor, que había tocado con él, y a Lean Bulacio, que está en la banda de David. De guitarrista quedó Pedrito Pascuale, director musical de Trueno y que toca en Cindy Cats. David lo conoce y dijo, “Che, yo quiero a Pedrito para poder cantar y solear tranquilo”. Quería disfrutar, lo menos que se merece.
Mati Sabbagh y las posibilidad de girar con el homenaje a Serú Girán
–¿Saldrán de gira con esta formación?
–La idea es que haya una gira, me parece. No se sabe cuándo ni cómo ni por dónde. Nosotros ensayamos una lista larga que en el Quilmes Rock, con tiempos acotados, no se completó. Estamos a la expectativa de ver para dónde sigue y de qué manera. Por lo pronto no hay nada, pero quedaron muchos temas sin tocar.
–¿Moro era otro más dentro de un amplio abanico de referencias para vos?
–Cuando lo conocí, me voló la peluca. Mamé muchísimo el disco Peperina (1981). Y algo que me encantó es que su estilo es muy reconocible. En el estudio me suelen decir “Tirate un fill a lo Moro”. Eso es tremendo, una marca registrada. Hoy lo escuchás y no ha quedado desactualizado. Estaba adelantado 50 años. Jota Morelli es otro batero de esa naturaleza. Hace décadas, él tocaba cosas que se tocan hoy. Para la batería argentina, Moro fue un antes y un después.

–¿Y sentís que tu modo expresivo es afín al suyo?
-Me cuesta darte una respuesta; tendrías que contestártela vos mismo. De mi lado intenté respetar su legado. Sabía el lugar y sabía quiénes nos iban a ir a ver. Fanáticos. Cuando hablé con Pedro para entrar, me largó “hacé lo que te parezca”. Pero entrelíneas supe que debía estudiar para ser digno del lugar que ocupaba. Aparte, toqué en tributos (Planeador V, The Greets) así que sé descifrar lo que el fan espera. Hay cosas que tienen que estar, por más que en vivo Moro era de cambiar cosas repentinamente. No obstante, intenté rescatar su esencia expresiva.
–¿Qué le dirías sobre tu presente artístico a un cordobés que te había perdido el rastro?
-Que me mudé hace seis años a Buenos Aires. Y que tengo un estudio de grabación en el que grabó batas. Grabo bastante ahí, tanto para artistas de acá como para afuera. En pandemia se abrió un mercado ideal para grabar desde la casa. Hoy por hoy no es tan caro armarte un estudio, no te tenés que gastar 100 mil dólares. Tenés cosas muy buenas a un precio razonable. Hay un montón de plataformas para laburar, además. No estoy en una, lo hice mediante Instagram, donde publico videos con lo que hago y, básicamente, me divierto. Muestro el proceso de grabación, cómo afino el instrumento, cómo elijo la bata según el tipo de música que vaya a grabar… Insisto, a mí me divierte, la gente se copa y me trae laburo. Por otro lado, toco con Rayos Láser y este año empecé a acompañar a Ariel Ardit.
–Otro cordobés.
–¡Sí! A Ariel le grabé un disco de tributo a Sandro. Nos conocimos en ese proceso y pegamos una onda bárbara. Por eso me dijo “Che, quiero sumarte a mi quinteto de tango”. Y fue un desafío porque me llevó a preguntarme “OK, ¿qué hago?” Porque cambia el concepto de la bata en el tango”. Salió bien, mortal. Me divierte mucho tocar con diferentes artistas o afrontar diferentes estilos. También acompaño a Horacio Banegas, que es folklore puro y duro... En un momento llegué a tocar con L-Gante, ponele. Soy bastante flexible y bastante… Bueno.
–¿Bueno? ¿En qué sentido lo decís?
–Rescato una frase de Lebón que le escuché hace tiempo: “Hay que ser humilde no humillado”. Me quedó. Uno tiene que saber quién es y tiene que saber quién no es. La falsa honestidad tampoco está buena. En fin, creo ser un batero que se adapta muy bien a los estilos. Y soy realista: si me invitás a tributar a Dream Theater es probable que te diga “boludo, no puedo, es muy complejo para mí”.
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