A favor: ¿Y si a Lali sí le sale bien?
Diego Tabachnik
Hay que admitir que la carrera musical de Lali todavía sigue siendo “opacada” por su figura popular, mediática y sobre todo, carismática. Para ser más claros: se habla más de ella de lo que se escuchan sus canciones. Probablemente esto sea a incluso a su pesar, pero a la actriz y cantante todavía le falta un hit transversal que haya quedado impregnado en el inconsciente colectivo.
Otras chicas de la escena actual, incluso con menos llegada que Lali, como por ejemplo Jimena Barón, lo consiguieron (La tonta y La cobra son un claro ejemplo de lo dicho).
Pero está claro que a Lali le sobra la nafta para seguir a fondo en la suya. Tiene ganas y se las banca.
Esta semana semana sacó No me importa, un nuevo adelanto de lo que se intuye será su nuevo disco, en el que volvió a asomar un perfil rocker como ya lo había hecho en Fanático.
La canción tiene el espíritu de un tema de pop punk con un machacante bajo de sintetizador, en dos minutos y medio de energía adolescente.
“No voy a vivir con miedo a nacer / si voy a morir que sea más tarde / No voy a parar por miedo a correr / sé que quisieran poder controlarme”, canta la morocha como declaración de principios.
Y el estribillo sale precisamente en búsqueda de eso que hasta ahora le faltó en su carrera: una melodía que se canta a coro, como en tribuna de cancha, pegadiza e instantáneamente tarareable.
Tiene incluso hasta un guiño a Los Ramones con su grito insignia (“Hey, ho!”).
Claro, como todo lo que hace Lali últimamente, suele ser atacada por la tribuna libertaria más recalcitrante. Ella, hábil jugadora de redes y con el cuero ya curtido, sabe salir adelante y utilizar el odio en su contra a su favor.
Habrá que ver ahora si la música logra hacer el resto, y qué camino elige para esto. Este perfil de pop rock con pinceladas de sonidos retro es una opción distinta en la liga en la que ella se mueve. Y que los demás sigan hablando.
En contra: Parece que la música no importa
Noelia Maldonado
Desde hace un tiempo se hizo conocida en cierto sector la frase “Lali es todo lo que está bien”.
Y sí, teniendo en cuenta que es una de las pocas artistas jóvenes del pop (y de otros géneros también) que se anima a hablar de actualidad sin temor a las represalias.
Ella misma sabe, porque ya lo vivió varias veces, que después de enfrentarse ideológicamente al presidente Javier Milei le caerá todo el peso del aparato que los libertarios despliegan en redes para disciplinar. Sin embargo, sigue adelante y estrena canciones como Fanático. Usa las fuerzas en contra a su favor.
Ahora bien, una cosa es su figura pública, que ha crecido un poco más cada año, y otra es su camino musical. Allí se abren los interrogantes.
Como figura mediática y artística nadie puede negar que trazó su camino y arrancó desde muy chica y desde entonces no ha parado de trabajar para generarse un nombre.
“Llevo mi lugar tatuado en la piel/Hice esta canción para no olvidarme”, dice la letra de su último tema No me importa.
Y es justamente esa canción la que termina por confirmar que el sonido de Lali todavía es un enigma, una búsqueda por momentos confusa.
Viene de años con reguetones bien latinos como el que grabó con Thalia (Lindo pero bruto) y luego se metió de lleno en lo urbano con canciones como Cómprame un brishito para terminar ahora haciendo un “punkito dosmilero” al estilo Pink o Avril Lavigne.
Es difícil encontrar un hilo conductor musical en su obra pop. Es como si los estilos y las canciones no importaran tanto para Lali, su mensaje pasa por otro lado. Se preocupa más por lo audiovisual (y tiene lógica porque también es actriz) que por lo musical y eso se nota en sus temas que son bien cortos (tienen tres minutos menos). Da la sensación de que se los quisiera sacar de encima.
En suma, No me importa es una canción del montón, algo que ya escuchamos mil veces y si alguien lo reproduce hoy es por lo que Lali significa como figura pública, como personalidad del entretenimiento que batalla día a día para decir lo que piensa.