El fin de semana pasado, y este sábado y domingo, el Quilmes Rock volvió a ser noticia. En su primera edición desde 2022, y en la sexta desde aquella primera versión de 2002, el festival optó por una programación mayoritariamente nacional y con un foco ineludible: el rock en sentido amplio.
Mientras los megaeventos más importantes del segmento (Cosquín Rock, Lollapalooza) profundizan su dispersión en materia de géneros y referentes, el evento promocionado por la marca de cerveza y organizado por PopArt capitalizó algo que ya comenzaba a olerse en los últimos meses de 2024: la irrupción (y la confirmación) de cada vez más proyectos “rockeros” en un contexto musical hasta hace poco dominado por el trap, el hip hop y la música urbana en general.
Es cierto, faltaron nombres clave para el público más joven que comienza a poblar masivamente los recitales. Dum Chica, con cláusula de exclusividad por su participación en el reciente Lollapalooza; o Winona Riders, por su inminente debut en Obras, fueron las principales ausencias en una grilla que, aunque no fue novedosa en materia de nombres, decidió poner el foco donde sus competidores no lo hicieron. ¿O sí?
La presencia de Los Piojos (hoy darán su primer show en la ciudad de Buenos Aires desde su regreso) y el homenaje a Serú Girán, liderado por Pedro Aznar y David Lebón, fueron, de hecho, los mayores bombazos de un festival que, por otro lado, contó con otros grandes nombres del rock-pop rioplatense (Babasónicos, No Te Va Gustar, Miranda!, Las Pelotas, Él Mató a un Policía Motorizado) y algunos nuevos referentes afines a ese espíritu, como Conociendo Rusia, El Kuelgue o la cordobesa Zoe Gotusso.

Pero a diferencia de excepciones puntuales como las de Andrés Calamaro, el homenaje a Serú o Los Fabulosos Cadillacs –y varios artistas pertenecientes al catálogo de la empresa productora de todo el asunto–, el recorte elegido por el Quilmes Rock tuvo muchos puntos de contacto con lo ocurrido en febrero en Santa María de Punilla.
Sin embargo, para quienes siguieron el evento durante el primer fin de semana y en la jornada de ayer tanto en Disney+, las redes sociales o las diferentes coberturas realizadas, se hizo evidente el impulso simbólico que recibió el festival realizado en Tecnópolis. Precisamente, en los límites de la famosa avenida General Paz, la arteria que divide lo que sucede en Capital Federal de la provincia de Buenos Aires y el resto del país.
¿El regreso del rock?
Por supuesto, hubo sucesos y detalles destacados varios, desde los celebrados shows de Andrés Calamaro –que no se pudo ver en streaming– o de Los Fabulosos Cadillacs al comentado cambio de letra de Dillom para hacer alusión al presidente Javier Milei. También hubo hits virales gracias a las participaciones de Lali Espósito, Trueno o Pablo Lescano. En un contexto en el que cualquier evento musical depende de las redes sociales para convertirse en trending topic, esos “momentos destacados” ya forman parte de las lecturas y los análisis habituales asociados a estas instancias.
Lo que llamó la atención, en todo caso, fue que tanto cronistas como usuarios ignotos en las redes destacaron como hecho central la buena salud del rock argentino en un festival que, supuestamente, le habría devuelto al género el lugar perdido en los últimos años en otras grillas.
Si se repasa la programación de las cuatro jornadas del Quilmes Rock, lo cierto es que no ocurrió nada muy distinto a lo que se pudo ver en la edición 2025 de Cosquín Rock o lo que sucederá el próximo fin de semana en Rock en Baradero.
Lo que cambia, en todo caso, es la ubicación y el impacto generado por ese mismo factor geográfico. Porque si bien el festival desarrollado por En Vivo producciones en las sierras cordobesas es un fetiche irresistible para muchos medios y periodistas deseosos de vivir una aventura cultural ajena a lo cotidiano, un megaevento realizado en el Amba siempre va a tener el plus de una mirada eminentemente centralista.
Por supuesto, esto no quiere decir que algunas conclusiones generadas a partir de estos dos últimos fines de semana no tengan su costado comprobable. Es cierto que el Quilmes Rock no necesitó de figuras como Duki o María Becerra para convocar multitudes. También es innegable la calidad artística y popular de muchos números que pasaron por Tecnópolis e hicieron recordar momentos de gloria para un público vinculado al rock que pareció mermar en los últimos años. Ahora bien, ¿pasó algo definitivamente distinto o el eco de los últimos días tiene que ver también con el lugar en el que todo ocurrió?
El Quilmes Rock volvió a dejar claro que la música popular argentina tiene un componente rockero difícilmente diluible. No es casual, de hecho, que artistas como Dillom o Wos –que no estuvo en Tecnópolis, pero sí en Cosquín Rock– hayan podido capitalizar el fervor de un público argentino acostumbrado al pogo, a las banderas y a las melodías coreadas en masa. No obstante, eso no significa que hayamos sido testigos de algo muy distinto a lo que ya se venía percibiendo como fenómeno de época. La frase “Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires” demuestra su pertinencia una vez más.