La semana pasada estuvo marcada por un acontecimiento musical de repercusión insospechada: la presentación de 31 minutos en el show estadounidense Tiny Desk.
El programa chileno de marionetas ofreció un breve concierto con sus grandes éxitos que no perdió su esencia de humor y crítica política.
Esta serie de conciertos disponible en YouTube la realiza la National Public Radio en Washington D.C. y se ha convertido en una instancia consagratoria para los músicos contemporáneos.
En el marco del Mes de la Herencia Hispana, han invitado a artistas como Fito Páez, Carlos Vives, y han extendido su invitación a los títeres chilenos.
31 minutos se constituyó como banda luego del éxito que tuvo como programa durante tres temporadas. Su primera emisión en 2003 fue disruptiva en la televisión chilena no solo por cederle el protagonismo a un grupo de marionetas (que capturaba la atención infantil), sino también por contar con un guion de crítica social que se burlaba de la propia televisión.
Cosa seria
Si bien la dictadura militar chilena finalizó oficialmente en 1990, su impacto social permaneció a lo largo de esa década. Augusto Pinochet era una figura recurrente en las noticias, especialmente con su detención en Londres en 1998.
Los noticieros mantuvieron un formato afín. Los conductores tenían un estilo almidonado, contenido, de presencia impecable y ánimo imperturbable; eran las voces autorizadas para dar a conocer información difícil, sin emociones ni críticas.
Es esperable que en este clima la aparición de 31 minutos causara una conmoción. Desde su propio nombre, se anunciaba su intención paródica hacia los programas de televisión, como el noticiero 60 minutos.
El formato estaba a cargo de marionetas y muñecos de colores estridentes y nombres absurdos que informaban torpemente a través de móviles improvisados, conductores ignorantes y canciones pegadizas.
Los hechos reseñados eran nimios, de una intrascendencia que contrastaba con la solemnidad de su conductor Tulio Triviño, la quintaesencia del presentador de noticias.
Era esa pequeñez de la realidad lo que distraía a los niños mientras los adultos interpretaban el subtexto político que hablaba de un nuevo siglo que se alejaba de una sociedad ceñida por la dictadura militar. Decir la verdad se convirtió en algo divertido y gracioso.
Antecedente a futuro
A tan solo dos días del estreno, el Tiny Desk de 31 minutos cosechó casi cinco millones de reproducciones y decenas de artículos que recuperaban las referencias a las políticas de Donald Trump.
En la apertura, el conductor Tulio Triviño no se demoró en las presentaciones porque tenían muy poco tiempo antes de que expiraran sus visas de trabajo, un guiño que se complementó con un “alza las manos si eres ilegal”. En los 20 minutos que duró el concierto, lograron introducir otra referencia: un amenazante cocodrilo con gorra roja símil Trump que, según uno de los personajes, estaba allí para asegurarse de que “lleguen sanos y salvos a casa”.
Este concierto de Tiny Desk tuvo el color de la celebración, no solo del público chileno. 31 minutos fue una presencia marcadamente latinoamericana en su color, festejo y, sobre todo, mirada política. Su recepción fue más allá de la nostalgia y del orgullo nacional; alcanzó el tono de una resistencia cultural que nació en un contexto muy preciso pero extrapolable, al menos en espíritu, a nuestra época.
Hago el esfuerzo por imaginar la mirada del “gringo” que ve la fiesta de 31 minutos en Washington D. C., el corazón de la política de su país. Imagino que habrá significado un sonoro contraste con el permanente aluvión de noticias que hablan de los latinos en el marco de las tareas del ICE, reforzando en el imaginario social su asociación con la ilegalidad y la delincuencia.
El desprecio hacia el latino en Estados Unidos no va a retirarse gracias a 31 minutos, porque el humor político no funciona así. Su concierto quedará en el espacio de la web, al alcance de todos, como una invitación a hacer de la música, del absurdo y de la caricatura instrumentos para despabilar a la población aletargada.