De la pandemia a esta parte, algo parece haberse consolidado en la escena local. En un contexto demasiado acostumbrado a la crisis y a las entradas más baratas que las cervezas, pero también a las salas y los proyectos nuevos y a la sobreabundancia de oferta, 2024 se cierra con la sensación renaciente de que hay mucho que está pasando frente a nuestras narices.
Solistas con proyección como Lu Ferreyra, Lucía Bossa, Wanda Jael o Rosario Serafín; bandas con impulso expansivo como En Otro Sentido o 57 mil; proyectos que ya trascienden fronteras a lo Dúo Mapas o Tati Falco. Todos ellos, y varios más, son motivo de conversación y contagio oral en Club Paraguay, Pez Volcán, Sala Formosa o Chilli. Hay que ir a ver a equis banda. No hay que perderse de este artista. Y hay que escuchar este disco.
Por eso, y frente a la cantidad exuberante de material publicado a lo largo de este año, se acerca esta selección -parcial, individual, sugestiva- de 10 títulos registrados por artistas cordobeses. Trabajos que han tocado una fibra y se han impuesto al flujo permanente de novedad. Una foto posible de una escena felizmente inabarcable.
10 discos cordobeses de 2024 para no perderse
“Culiado”, de Juan Lopez. El año en el que muchos lo conocieron por su participación creativa en Por cesárea, de Dillom, Juan Lopez concretó el que es hasta ahora su álbum definitivo. Cinematográfico y sincero hasta la médula, el disco es un relato en el que la música es parte de un universo más grande. Uno en el que Juan se siente cada vez más cómodo para plasmar una visión artística que ha madurado notablemente con el paso del tiempo y las experiencias. No se pierdan esta “peli” en la que el hip hop y el indie se abrazan con emoción de gol.
“Tensión de siglo”, de Rosa Profunda. Probablemente, el disco más importante del año en materia de concepto y proyección más allá de los límites de la provincia. Rosa Profunda se ha convertido en referencia de experimentos y delirio planificadamente azaroso. Ya consolidado como un colectivo audiovisual, el grupo planta bandera con un álbum que depura lo expuesto a partir del entramado de referencias de su debut y lo atraviesa con experiencia viva. Más allá de la atmósfera, también aparecen las canciones que se quedan grabadas en la memoria, ya sea a través de una frase, un sonido o un instante decisivo multiplicado de estímulos.
“La fundación”, de Só. Empezaron el año en Cosquín Rock y lo cerraron con su primera gira fuera de Córdoba. En el medio, sacaron singles, tocaron por todas partes y hasta se hicieron tiempo de sacar un primer álbum que, aunque grabado en una etapa anterior de la banda, muestra el potencial de este cuarteto todoterreno. Funk, soul, groove orquestado con gracia y paciencia y una impronta moderna que se materializa también a nivel visual. Apenas la punta del iceberg de lo que el grupo consolida en sus shows en vivo y un terreno lo suficientemente fértil como para ya estar pensando en lo que vendrá.
“Y la música?”, de Amparo Basualdo. Antes de recalar en Buenos Aires, la tecladista Amparo Basualdo cerró un proceso creativo que demandó varios años y evolucionó de proyecto solista a trío consolidado junto al baterista Nano Marmaj y al guitarrista Iñaki Ruibal. Todo ha quedado plasmado en un disco producido junto a Sebastián Palacios que eleva la experiencia propuesta por el ensamble a una verdadera joya en materia de arreglos e interpretación. Un conjunto que respira con ritmo propio, en el que las tres partes involucradas ejecutan cada nota en función de lo que ocurre más allá de sus individualidades.
“Su propio gris”, de Sasha Eter. Hay debuts prometedores y otros que se saltean cualquier tipo de paso previo a la afirmación sin atenuantes. El de Sasha Eter es uno de esos casos en los que un disco deja en claro toda una cosmovisión. Producido y ganado por sus integrantes, el primer trabajo del cuarteto expone un linaje de postpunk potenciado con pulso electrónico. Con referencia a Sumo y momentos de belleza sublime, Su propio gris ubica a Sasha Eter entre las apariciones más destacadas de 2024 y se manifiesta como un álbum que no deja dudas desde el primer instante.
“Quiero quedarme a vivir acá para siempre”, de Ciervo. El título del primer álbum de este cuarteto de Calamuchita podría ser el fragmento de un diálogo interno entre un oyente cualquiera y su propia consciencia. Efectivamente, las canciones de Ciervo se transforman en un hogar seguro para quienes buscan una experiencia musical más allá de la melodía redonda y el gancho efectivo. En diálogo permanente con los clásicos de la canción argentina, la banda despliega un entramado de jazz, R&B, poesía visual traducida en armonías y eso que en algún momento se llamó soft rock. Todo potenciado por un tamiz sonoro que invita a la escucha inmersiva y a la contemplación.
“Nostalgia”, de Plenilunio. En la senda del pop detallista de Valdes o Hipnótica, y con influencia palpable de exponentes de la canción chilena como Álex Anwandter o Javiera Mena, el dúo integrado por Celina Contigiani y Ariel Luna entrega un repertorio listo para embelesar cualquier mañana, tarde o noche en compañía o en soledad. Así de amplias son las canciones de Plenilunio, que en este primer disco encuentran un cauce definitivo a nivel sonoro. El binomio, que en vivo se amplía a un formato de banda, juega con sus composiciones sin perder de vista el baile y la ensoñación.
“Trisomía”, de Tuka Wav. El proyecto de Lucas Ezequiel González es otro de los que surgen instantáneamente a la hora de cotejar novedades imperdibles. El rumor comenzó a partir de su trayecto como una banda de shows electrizantes y público en crecimiento. Pero fue a partir del lanzamiento de Trisomía que todo terminó de consolidarse. Heredera de la oscuridad luminosa del rock argentino de finales de los años ‘80 y del indie del nuevo milenio, la música de Tuka Wav sorprende por su nivel de síntesis y por un conjunto de decisiones formales que parecen propias de un artista con vasta experiencia. Para seguir de cerca.
“Un lugar sin país”, de Vivián. A cuatro años de sus últimas canciones, Agustín Vivián alumbró un disco breve en el que vuelve a mostrar su calidad y su calidez a la hora de crear armonías y melodías. El pianista y compositor, también integrante de la banda de Luqui y con pasado en ese trío mágico que fue La Isla Común, trabajó junto a Rodrigo Molina y un equipo de colegas de lujo (de Claudio Cardone a Mery Murúa). El resultado es uno de esos trabajos que cargan una energía envolvente, capaz de abrazar al oyente desde el primer acorde para no soltarlo hasta que todo termine.
“No me digas nada excepto:”, de Irmanas. La banda formada en la Facultad de Artes es una de las más activas y atrapantes de la actualidad. En consonancia con proyectos como Chelovecos o Maizena (con el que Irmanas comparte el colectivo La Casa Mutante), el sexteto juega libremente con una idea de rock que tiene más de aproximación estética que de sonido en sí mismo. Gracias a esa visión lúdica y experimental, No me digas nada excepto: ofrece una selección de canciones sin ataduras, refrescantes como un trago helado en pleno verano. Destacada participación de Paz González en el tema del que sale el título del disco.