La Kermesse Redonda se presenta este 15 de noviembre en Club Paraguay y, al terminar la ronda de preguntas para la entrevista que se publicará ese mismo sábado, Daniel Fernando “Semilla” Bucciarelli se predispuso a recorrer el archivo de La Voz y hablar sobre sus recuerdos.
Asombro mediante por la magnitud de la hemeroteca ubicada en la Redacción, el bajista de Los Redondos repasó una a una las crónicas y volvió a bromear sobre la cantidad de veces que la banda salió en la sección de Policiales (luego Sucesos).
“Nosotros siempre salíamos en Policiales, no en Espectáculos”, arranca diciendo, para luego recordar el show de Villa María (su tierra natal) realizado el 14 de junio de 1997: “De ese show me acuerdo de lo que les había contado que se habían robado un caballo de la Policía. Vimos que se caía una parrilla del techo mientras estábamos tocando. Me acuerdo de que arrancaban las butacas y después los tipos del lugar nos llevaron a verlas y nos mostraban que tenían un armazón de hierro y cemento, yo no sé cómo hacían para arrancarlas”.

Inmediatamente pide que también se recuerden cosas positivas de los shows.
“Era muy lindo ver a los chicos comiendo asado. Nosotros dábamos unas vueltas en una camionetita y ahí Solari se ponía una peluca, aunque nunca bajábamos (risas). Con la camioneta recorríamos el predio. Yo me fui de Villa María a los 5 años, así que no recordaba nada”, relata, y en varios momentos hace chistes sobre que todos los asistentes al show eran sus parientes.
En el medio, el bajista recuerda otros shows que se pusieron bravos, como el fallido recital de Olavarría en el que fueron cancelados por decisión del municipio.
“En ese momento, nosotros estábamos en el hotel viendo todo por Crónica y ahí pasaban a un flaco que se estaba trepando justamente a las ventanas del hotel y nosotros lo veíamos por la tevé”, cuenta, asombrado de recordar él mismo aquellos hechos funestos, y asegura que fue peor suspender el recital cuando ya estaba todo armado: “¡Lo hubieran suspendido antes!”.
La despedida que no era despedida
Un momento muy gracioso se da cuando el músico repasa la crónica de 2001 (último show en el Chateau), en cuyo título se lee: “Volverán el año que viene”. Entonces, con humor larga: “¡No volvimos nunca!”
Al repasar las fotos y el texto, cuenta que el del Chateau fue uno de los show más tranquilos, más lindos, aunque se enlutó por la muerte de un seguidor que se cayó de una de las tribunas y falleció.

“No era sólo un show. Formábamos parte de la vida de la gente. Hay un montón de gente que se conoció en nuestro show, que tuvo a sus hijos a los que llamó Patricio. Me han traído un montón de niños para que les firmara la remerita y todos se llamaban Patricio”, dice.
Luego, cuando repasa aquellos años, dice que le quedan muy buenos recuerdos, pero también hay de los malos. “Cuando salía del camarín, en los 15 metros que había hasta el escenario sufría como un condenado, como la put… Ahí pensaba ¡para qué me dediqué a esto, por qué no estoy en una oficina! Creo que era pánico escénico, no me acordaba de nada, era terrible. Ahí aprendí que tenía que dejar al cuerpo actuar porque el cuerpo tiene memoria. Lo que hay que hacer es parar la cabeza y el cuerpo solo sabe lo que tiene que hacer”, dice.
–¿Nunca te pasó de equivocarte feo?
–Sí, todo el tiempo, pero sabía arreglarlo. Me equivocaba bastante, pero la gente no se daba cuenta porque estaba en otra y yo sabía arreglarlo rápidamente. Hay momentos en los que esto era bravo, no era todo fiesta.
Luego de mirar las notas periodísticas, el bajista fue a repasar con el equipo de fotografía el archivo de imágenes que tiene el diario. Allí se asombró de ver las postales de los fanáticos de la época. “Mirá los pibes, las fotos son increíbles”, dice, y luego agrega: “Copaban todo”.
Sobre el cierre, recuerda que antes de shows como el del Chateau tenían que ensayar mucho: “Porque en lugares como estos, en los primeros tres temas no llegábamos a escuchar nada. A Skay lo tenía como a 15 metros y la gente gritaba tanto que teníamos que tocar de memoria (...). Por esa tensión me agarraban los ataques de pánico. Tocar me ayudó muchísimo en mi vida porque yo era muy tímido (...). Yo subía y trataba de poner mi mente en blanco y la mano iba sola. Ahora, para sacar los temas, me tengo que meter en la red y buscar tutoriales (risas), y ahí los veo y luego a los cinco minutos la mano ya va sola”.

Para ir
La Kermesse Redonda se presenta el sábado 15 de noviembre en Club Paraguay (Marcelo T. de Alvear 651). Entradas, desde $ 50 mil en alpogo.com























