Para la promoción de Las mujeres ya no lloran, su nuevo disco de estudio, Shakira ofreció varias entrevistas. Las televisivas de late show surfearon un tono entre superficial y amable, mientras que las correspondientes a agencias internacionales fueron muy funcionales al espíritu feminista de la obra.
Por caso, para AP, la colombiana narró cómo se produjo la “disolución” de su familia y cómo afrontó la persecución del fisco español, al que le terminó pagando una multa de 7,3 millones de euros, además de impuestos e intereses no pagados anteriormente.
Todo, para terminar concluyendo: “He pasado por tantas cosas en estos últimos años que literalmente tuve que recoger los pedazos de mí misma y volver a unirlos. Y durante ese proceso, creo que la música fue el pegamento”.
Con el correr de los días todo siguió por esos carriles conceptuales. O por la edificación de un relato sobre una estrella pop renacida por la música tras haber sido víctima de un irresponsable afectivo (Gerard Piqué, padre de sus hijos Milan y Sasha) y de un estado opresor – caprichoso representado por un hombre, el juez instructor Marco Puberías.
Pero todo se rompió cuando Shak habló con Patricia Alfonso Tortolani, periodista de la revista estadounidense Allure, que ofrece consejos sobre belleza femenina.
Si bien Alfonso Tortolani escribió en la bajada de su nota: “Una clase magistral sobre cómo transformar el dolor en dominación mundial”, lo cierto es que no fue dócil ante el fulgor irradiado por una popstar del alcance global. E incluso la alejó de sus zonas cómodas.
“Crear este álbum ha sido una transformación en la que he renacido como mujer. Me he reconstruido a mí misma de la manera que considero apropiada. Nadie me dice cómo o cuándo llorar, nadie me dice cómo criar a mis hijos, nadie me dice cómo convertirme en una mejor versión de mí misma. Eso lo decido yo”, le dijo Shakira al comienzo.
“Antes, cuando las mujeres pasaban por una situación difícil, se esperaba de ellas que tuvieran cuidado con sus modales, que ocultaran el dolor, que lloraran en silencio. Eso se acabó. Ya nadie nos va a controlar. Nadie nos dirá cómo curarnos, cómo limpiar nuestras heridas”, sumó antes de traer al grabador la historia del pecado original.
“La de Eva fue una historia creada por misóginos para poner a las mujeres en una cajita en la que tenemos que permanecer calladas, no podemos decir lo que pensamos ni ser catalizadoras del cambio. Para mantener las cosas como están. Creo que hay algo refrescante en las mujeres cuando pueden ser ellas mismas y no pedir disculpas. Porque hemos tenido que disculparnos muchas malditas veces en el pasado”, señaló.
La polémica lectura sobre “Barbie”
Y fue entonces que Alfonso Tortolani preguntó por Barbie para que Shakira incurra en contradicciones y abra una grieta desconcertante con el filme de Greta Gerwig, que satiriza la supremacía machista con maestría.
Primero, la cantante de 47 años contó que sus hijos “odiaron absolutamente” a la película, ya que sintieron que “era castradora”. Y segundo, (Francia) y que ella está de acuerdo “hasta cierto punto”.
Luego añadió que quiere que Milan y Sasha también se sientan poderosos respetando a las mujeres. “Me gusta la cultura pop cuando intenta empoderar a las mujeres sin privar a los hombres de su posibilidad de ser hombres, de proteger y proveer también”, disparó.
En síntesis, la mujer que titula a su obra más reciente Las mujeres ya no lloran, y que da cuenta de que su concepción le ayudó a sanar heridas generadas por un narcisista desprolijo, desacredita el poder corrosivo de una comedia despiadada con los Ken de este mundo.
El problema no es que Shakira critique a Barbie, porque el consenso absoluto en torno a esa realización también puede y hasta debe discutirse, sino los aspectos que le cuestiona.
“Creo que los hombres tienen un propósito en la sociedad y las mujeres también tienen otro propósito. Nos complementamos y ese complemento no debe perderse. Las mujeres pueden hacerlo todo sin perder su esencia ni feminidad”, concluyó como para dejar en claro que su ideal de empoderamiento no sólo tiene un límite sino que hasta permite cierta sumisión o, en todo caso, el ajuste a un ideal de relación.
Si no es machista latina prototípica, Shakira es al menos una feminista selectiva que así como advierte que en 2030 el 60% de la riqueza del mundo será manejada por mujeres (amparada en el informe de una consultora), también avisa que hay que ceñirse a determinados mandatos.
Oportunidad perdida
La respuesta de Shakira es un poco decepcionante, y deja la sensación de que ha equivocado los adversarios. Porque nadie como Greta Gerwig para usar como aliada en esta vibración de época. O en este momento histórico en el que supuestamente estamos en la antesala de un nuevo orden más compatible con Barbieland.
“Greta Gerwig, una heroína de nuestros tiempos modernos, sacude el status quo entre una industria cinematográfica altamente codificada y una era que exige un mayor escrutinio”, dice la fundamentación de Cannes sobre por qué eligió a esta realizadora como presidenta de su jurado para la 77ª edición del festival.
“Ya sea actuando, escribiendo o dirigiendo, sus proyectos artísticos tienen leitmotiv recurrentes, como la agitación familiar, los ritos de transición de la adolescencia, el miedo a la pérdida de estatus social o el surgimiento de una vocación artística a través de personajes libres, a veces frágiles y marginales, pero también feroces”, remata un texto que, tranquilamente, puede referir a lo revulsiva que resultó Shakira en la industria discográfica de los ‘90.
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