Sin deberle nada a nadie. Así vive y así sigue caminando por este mundo la cantante peruana Susana Baca.
A sus 81 años, la también docente, investigadora y exministra de Cultura de su país continúa girando por el mundo con su cálida voz y un repertorio entrañable de canciones y música de raíz. Se la puede ver en fotos recientes vestida de gala y también descalza, en una dicotomía que define parte de su identidad. Y cuando expresa sus ideas y sus opiniones, esa señora que habita escenarios poco después de haber atravesado una dura recuperación muestra su chispa y su picardía sin tiempo.
Esto se comprueba cuando la tres veces ganadora del premio Grammy habla de su última visita a Córdoba, que tuvo lugar en 2022 y en la Sala de las Américas. Ese día, Baca vivió algunos contratiempos en la prueba de sonido y todavía lo recuerda. Tanto como una camiseta celeste que, con su nombre en la espalda, le llegó como homenaje desde barrio Alberdi.
“Mi último recuerdo de Córdoba es que el teatro estaba completamente lleno y la gente me esperaba con los brazos abiertos. Esa tarde me coloqué la camiseta del Belgrano y tenía nombre: soy el número ’10′ de Belgrano, con mucho orgullo”, comenta la cantante al referirse a aquel show.
A raíz de las complicaciones en la previa, Baca asegura que aquella presentación no fue una más. “Ese concierto salió desde el corazón, salió desde el cojón, salió desde los úteros. Y creo que por eso también finalmente nos abrazamos con ese público que había venido con el alma”, revela.

Reencuentro con el escenario
Ese vínculo directo con sus audiencias es uno de los sellos distintivos de esta artista que sabe que está gastando sus últimos cartuchos, lisa y llanamente por cuestiones biológicas.
En 2024 la cantante estuvo internada durante cinco meses en terapia intensiva y necesitó de una larga recuperación para poder reencontrarse con su público. En eso está desde hace un mes, cuando comenzó una residencia en Lima que se extendió hasta el día de su cumpleaños, el pasado 24 de mayo.
Su regreso a Argentina, que además de su presentación en el teatro Real también contempla conciertos en Buenos Aires, La Plata, Rosario y Mendoza, es parte de un recorrido más amplio. Luego llegarán paradas en Uruguay y en Chile bajo una misma y más que significativa consigna: “Estoy viva”.
–Volvés a Argentina con un espectáculo muy especial. ¿Qué te significa la posibilidad de seguir cantando y viajando con tu música a esta altura de tu vida?
–Estar viva es más un modo que un gran repertorio. Es más un sentido de la vida que tengo que agradecer. He pasado momentos muy difíciles de salud, desahuciada por los médicos, desahuciada por la ciencia, sin embargo, estoy aquí, como dice La cigarra, estoy aquí y seguí cantando. Yo creo que esto es una virtud, es un talento que tengo el de cantar, el de cantar bonito, porque sé que canto bonito, que a la gente la conmueve, y entonces estoy con ese entusiasmo. Vivir para cantar sería mi verdadero nombre en este concierto. Vivir para cantar.
–Tu repertorio tiene que ver con las músicas y las tradiciones que forman parte de diferentes culturas, con el ritmo como componente fundamental. Al mismo tiempo, la oportunidad de verte cantar en un teatro suena a un plan soñado. ¿Cómo vivís ese ida y vuelta entre el aspecto popular y el costado más artístico de la música?
–Debo reconocer con el cariño más grande que tu pregunta tiene muchas preguntas o yo tendría que hacer muchas respuestas porque hay varias esquinas en tus preguntas. Pero mi repertorio, es cierto, es un repertorio que viene desde una raíz y muchas canciones vienen de una raíz más bien rural. Hay canciones que se cantan en el campo y que ya no se cantan en la urbe, yo las llevo a la urbe que cometió el sacrilegio de sacar algo que está tan guardado y ponerlo ante el tapete de los demás, pero tengo que hacerlo con un repertorio que tenga magia. Sé cuándo una canción tiene magia o no, y eso es 80 años de recorrido, eso es haber caminado mucho, eso es sentir cuando miras los ojos de la gente que esto es lo que le debes cantar porque eso es lo que está pidiendo. Entonces mi repertorio es una incógnita. Yo no soy una artista que trabaja con cosas prefabricadas, nunca lo fui. No puedo, me olvido, tengo una memoria muy frágil y me olvido, no podría trabajar con pistas, jamás, tengo otro tiempo, nunca la pista será mi tiempo. Yo canto descalza porque necesito la tierra, entonces mi repertorio es esa mezcla. No es una sola pregunta, no es una sola respuesta.
–Has colaborado con músicos de otras generaciones y también de otros estilos, desde Calle 13 a Snarky Puppy. ¿Qué te genera la posibilidad de compartir con artistas de otras cosmovisiones y con otros bagajes?
–Todos aquellos rebeldes que nos subimos al escenario somos colegas, yo siento que el escenario nos junta. Claro, a unos nos junta más que otros. Yo no me sentiría así, por ejemplo, con Mick Jagger, aunque me gustaría subir con él para ver qué es lo que despierta el fanatismo en la gente. Pero el escenario también es un club de complicidades: solo los que estamos en el escenario sabemos cuándo falla el micrófono o cuándo el sonidista está jugando mal en el sonido en nuestras orejas. Entonces, compartir con otros es más o menos como compartir secretos; y claro, tú quieres compartir secretos con la gente que te es más común. Calle 13 me era más común a mí; los Snarky Puppy lo son, aunque hablan inglés; con Natalia Lafourcade, aunque sea tan chiquitita, dulce, tierna y mejicana, compartimos la ilusión. No comparto solo cosmovisiones o maneras de ver, comparto complicidades de escena. Eso es lo más importante: nos sentimos como un club para decir cosas de amor a los que nos escuchan.
–La música es parte central de tu vida. ¿Qué podrías decir de tu relación con ese lenguaje y esa puerta abierta a tantos otros mundos? ¿Te animás a definir de qué se trata la música con una palabra, una imagen o un recuerdo personal?
–Señor periodista, yo creo que usted está muy entusiasmado con esos otros mundos. Es un solo mundo el que vivimos todos, no son otros mundos. Nuestro mundo es un mundo donde sufrimos, gozamos, somos felices y somos infelices, es el único mundo, luchamos por esquinitas de ese mundo para que sea lo más amable posible. Yo siento que nos toca vivir como en un ómnibus largo. Los que van adelante, al lado del chofer, reciben todito, la parte más ventilada, el aire acondicionado, tienen la mejor vista; esos son los ricos del mundo. A nosotros, los más pobres, nos tocan los últimos asientos, a los negros siempre nos tocó el ultimo asiento. Entonces, yo siento en esas subidas y bajadas de la vida, para esa gente que esta tan apiñada, tan amontonada, tan apretada, la música es como echar un poco agua de lavanda, de echarle al aire un poco de perfume que hace que por lo menos el estar tan apretado tenga un poquito de esa buena fragancia y tenga esa cosa de alivio.

Para ir
Susana Baca actúa este domingo en el teatro Real (San Jerónimo 66), a partir de las 20. Entradas desde $45 mil en Autoentrada o en boletería del teatro.