Temprano para el millennial habitué de masivas fiestas rave y tierra incógnita para el electrorrocker que pisteaba en clubes underground a fines de los ‘90. Así estaba seteada en la previa la presentación de The Chemical Brothers en La Estación XL de Comuna San Roque, que tuvo lugar entre las 23 del pasado viernes y las 2.20 del pasado sábado ante 10 mil personas.
Pero más allá del formateo cultural de unos y otros, lo concreto es que todos acudieron a la cita y que Ed Simons y Tom Rowlands fueron apabullantes hasta entregar una sentencia de consenso absoluto: la vieja escuela electrónica que era nueva en el tránsito de los ‘80 a los ‘90 es irresistible y ellos son los mejores para ponerlo de manifiesto.
El set de estos londinenses que explotaron en Mánchester fue un dee jay set, formato que en la previa estaba subestimado por quienes pudieron verlos en situación “live” en las visitas previas al país. Una de ellas, la de Creamfields 2007, fue multisensorial e incluso inmersiva, cuando ninguno de estos adjetivos se entreveraban en el lenguaje cotidiano. No obstante, a set ofrecido, no hay muchos argumentos para concluir que aquel show sea algo más sobrecogedor y flasheante que la entrega del viernes – sábado a orillas del San Roque.
La Voz pudo apreciarlos a Simons y a Rowlands a sus espaldas y a pocos metros, por lo que puede contar que lo que estaba seteado venía distribuido en diferentes canales, y que esta información fue mezclada con maestría por ambos y a sus respectivos turnos.

Es que su entrega no fue un back todo back, un espalda con espalda. Los “Chem Bros” compartieron el mismo auricular y se turnaban para tomar el mando de la mesa.
Entonces, cuando uno iba al frente, el otro entregaba el auricular, se replegaba, agitaba sin gestos ampulosos a la multitud y se ponía a tirar pasitos tímidos mientras tomaba una birrita del pico.
En es ir y venir, Rowlands se mostró más explosivo y experimental, mientras que Simons más resuelto e igualmente adictivo.
El primero, de gorrita y con sus lentes de formato clásico para el chicato, amalgamó Girl, so confusing de Charli xcx, la última indomable de la pista de baile, con su clásico Hey Boy Hey Girl (1999) en el contexto de un mash up que suspendió aspecto percusivo por unos segundos para que los vocales tejieran un urdimbre psicodélico. Del mismo modo, más tarde hizo aparecer la voz del Noel Gallagher de Let Forever Be (su colaboración con el patrón de Oasis a fines del año pasado) en el contexto de un juego de síncopas entre tribalistas y breakbeat.
Simons, en tanto, releyó en tiempo real Live Again, el tema que abre For That Beautiful Feeling (2023), el último disco de The Chemical Brothers hasta aquí, tensando al extremo la voz aterciopelada de la francesa Halo Maud hasta lograr una sensación de huida total del mundo.
El mismo recurso logró con el vertiginoso mantra de Feels Like I Am Dreaming, donde la voz que se impuso fue la de Ellie Rowsell, cantante de Wolf Alice.
Puqueñas onomatopeyas soul, góspel o elegíacas fueron los pinceles con los que The Chemical Brothers pintaron lienzos de diferentes texturas, en todos los casos prepotentes, sin resignar melodía y como si tuvieran que ganarse a la audiencia como lo hacían en el club Naked Under Leather en los primeros ‘90.
Está claro que esta gira que los trajo a Córdoba es un regreso absoluto a las fuentes, lo que quedó por demás en claro cuando a las 2.20 y algunos segundo más del sábado, el stage manager les avisó a Simons y a Rowlands que tenían que cederle la mesa a la neoyorquina Chlöe Caillet, quien los saludó entre la admiración más absoluta y el pudor de ser ella quien deba despacharlos.
Fue entonces que Simons tomó una mochilita dispuesta cerca de los retornos, buscó el compartimento más aislante y guardó allí el húmedo auricular que compartió con Rowlands.
Luego, ambos saludaron satisfechos a la más que satisfecha (¡¡¡feliz!!!) multitud y se fueron por un acceso lateral con las muecas que se les conocen: risas moderadas que en ningún momento sugieren triunfalismo narcisista. Capos.
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