Este domingo en Almorzando con Juana, Favio Posca contó los motivos que casi lo llevaron a abandonar por completo su vida en el teatro. El actor reflexionó sobre el colapso que sufrió después de la pandemia y que lo llevó a replantear su trabajo arriba de los escenarios.
Juan Viale abrió el debate y le preguntó a su invitado qué fue lo que hizo que se desapareciera, de alguna manera, del escenario público. “Sinceramente, si te tengo que decir un por qué no lo sé. El cuento racional podría ser que todo fue a raíz de muchos años de trabajo sin parar, que arranqué muy joven y tuve mucho éxito, pero en realidad yo no sabía por qué había perdido esto. El colapso fue gradual”, respondió Favio.
Hace más de cinco años antes de la pandemia, Posca comenzó a identificar que su cuerpo pedía un freno, pero él mismo le restaba importancia. “Cuando me escuché, me di cuenta de que estaba sin chispa. Se me había ido la pasión por completo y estaba decidiendo no volver a hacer teatro. Si no me paraba la pandemia, yo no paraba”, recordó.
El actor sentía que estaba viviendo “una saturación real”, pero no de su profesión, sino de su persona. “Yo no quería volver al teatro porque no me encontraba, no sabía quién era realmente. Lo loco es que no estaba deprimido porque escuchaba vinilos, entrenaba... Ahora, me hablaban de teatro y decía ‘no vuelvo’”, explicó.
El problema que desencadenó esta reflexión personal fue en el ámbito económico. Favio necesitaba hacer teatro para vivir, aunque le resultara contradictorio. Tres años después de un proceso largo, y un viaje a Berlín, el artista volvió a los escenarios y hoy llena salas a lo largo del país con su obra Transensual.
“El proceso fue tranquilo porque no me desesperé en ningún momento. Me dejé llevar por la ola (...) En ningún momento me forcé y me dije: ‘Escuchate, si no queres volver es por algo, no es lo que deberías, es lo que verdaderamente sentís’. Siempre fui muy honesto conmigo, no soy un artista que labura por la guita y nada más. Había decidido no volver más”, comentó.
Y luego agregó: “El año pasado, cuando estábamos en Berlín, mi hija me invitó a ver una banda que a mí me encanta. De repente, el pibe guitarrista que es un sensible termina el tema con unos armónicos... Se produce un silencio, la ovación posterior y no sé qué me pasó, pero empecé a llorar. Ese armónico me sacó esa cáscara. No fue algo mental, sino el corazón que despejó algo”.
