Por estos días, Elián Valenzuela —más conocido como L-Gante— no quiere fingir. Está cansado, vulnerable y, sobre todo, honesto. Después de haber publicado mensajes preocupantes en su cuenta de Facebook, el cantante confesó, sin carteas, sobre su presente sentimental: “Un desastre por dentro”.
En una charla íntima con Mauro Albarracín para el canal Charla de madrugada, el referente de la cumbia 420, que cumplió 25 hace unos días, habló desde un lugar más reflexivo, más adulto, más real. “Estoy para el or... Tengo una de problemas”, soltó.
Wanda Nara y la potencia del vínculo
“Cuando estamos juntos somos ‘la potencia’. La rompemos en donde lleguemos o en lo que hagamos”, aseguró sobre su vínculo con Wanda.
Sobre qué cosa de él enamoró a Wanda, Elián dejó en claro que fue ser tal como es. “Mostrarme como soy, no intentar caerle bien. Si te caigo bien, joya. Y si te caigo mal, bueno. Pero ahí queda lo importante: que fui sincero”, comentó.
Sin embargo, dejó entrever su deseo de pausa. “Preferiría quedarme mucho tiempo en mi casa hasta que me sienta recargado positivamente otra vez. Y ahí sí, encarar todo con buena onda”, expresó, señalando que nada tiene que ver con las cámaras, sino con no haber tenido tiempo de asimilar todo lo que construyó hasta ahora.
De pibe del barrio a empresa viviente
Criado en General Rodríguez, L-Gante ya no es solo un cantante popular. Es, como él mismo se define, “una empresa”. Y lo dice con la gravedad de quien comprende lo que implica: “Cada vez que salgo a trabajar, están trabajando varias personas y llevan el dinero a la casa para todas esas familias. Entonces, si la empresa está mal, va a funcionar mal. Si la empresa está bien, va a funcionar bien”.
Esa red humana que lo rodea —managers, técnicos, vestuaristas, iluminadores— depende directamente de su rendimiento físico y emocional. No hay margen para quebrarse ni para desaparecer. Por eso, decidió tomarse un respiro en Colombia, donde mezcla descanso con compromisos musicales que lo alejan de la vorágine argentina.
Del humo a la claridad
Hoy, con 25 años recién cumplidos, se siente en condiciones de distinguir lo bueno de lo destructivo: “Estamos grandes como para tener la habilidad de cortar. De decir: esto está bien, esto está mal”, reflexionó.
En ese sentido, ya no se filma fumando, aunque no reniega del consumo: “Un porrito no me hace ni mala persona, ni buena tampoco”. Lo que cambió es la conciencia del impacto porque ahora es padre y entiende que cada palabra suya, cada imagen, cada letra, puede resonar en lugares donde antes no imaginaba.
“Cantaba cosas que me pasaban. Cosas que vivía en mi barrio, en el día a día. Ahora sí es una responsabilidad, porque ya soy un adulto. Pero no me juzgo, porque es mi realidad”, explicó con lucidez.