La explosión de beepers y walkies talkies en manos de miembros del Hezbollah; la muerte a Ismail Haniye (Hamas), Hassan Nasrallah (Hezbollah) y otros miembros de la estructura de poder terrorista; la decisiva respuesta a bombardeos y a ataques provenientes del Líbano y Franja de Gaza. Todo forma parte de la capacidad de respuesta de Israel, en el marco de la guerra comenzada por Hamas el 7 de octubre de 2023.
¿Cuál es el contexto? En primer lugar, la confrontación entre Arabia Saudí e Irán por el dominio geopolítico en la región.
Los Acuerdos de Abraham y el Foro del Néguev significaban la normalización de las relaciones de Israel con algunos países del norte de África y de Medio Oriente. De ello se infería el rediseño geopolítico de la región en temas de seguridad. Inaceptable realidad para Irán, que decidió impedir esa posibilidad. Lo haría favoreciendo una guerra contra Israel a través de los grupos terroristas que patrocina y financia.
En segundo lugar, la recuperación económica de Irán a partir de la flexibilización de las sanciones que le había impuesto Occidente a su programa nuclear. Una iniciativa del expresidente Barack Obama, suspendida por Donald Trump y retomada por Joe Biden. Esto le permitiría a Irán refinanciar a Hamas, Hezbollah y la Yihad Islámica. También acceder a tecnología para la fabricación de drones y misiles que vendería a aliados y servirían para atacar a Israel a través de los grupos terroristas funcionales al régimen iraní.
En tercer lugar, la presencia en la región del Eje de la Resistencia. Una alianza estratégica ad hoc, constituida por los regímenes de Siria e Irán, las milicias chiíes de Irak, Hezbollah, los hutíes, Hamas, la Yihad Islámica, más otras agrupaciones menores. Todos ellos, articulados como un frente común para atacar a Israel, desestabilizarlo e intentar “hacerlo desaparecer”.
En cuarto lugar, el Arco Chií diseñado por Irán. Esto es, un eje geopolítico que requiere de dos factores: ejercer influencia sobre Siria, Irak y el Líbano, y transitar sin escollos por sus territorios hasta llegar al mar. Esto es, el Mediterráneo, un mare clausum en donde tienen presencia flotas de guerra de las potencias de primer orden. Es importante para Irán formar parte de este equilibrio de poder marítimo regional. También, para poder atacar desde el mar a Israel.
En quinto lugar, enemigos menos visibles pero que ejercen presión: los BDS, un grupo internacional que promueve boicot, desinversión y sanción contra Israel; UNRWA, agencia de Naciones Unidas que, contrariamente a su misión, alberga terroristas y promueve represalias contra Israel desde los campos de refugiados palestinos; la ONU, en permanente oposición a Israel a través de diversos mecanismos, y la Intifada Académica en universidades, financiada en muchos casos por países que compran espacios para desacreditar, protestar y acusar a Israel.
Con este abanico de amenazas, Israel, que geográficamente en el mapa es imperceptible, geopolíticamente amenazado y geoestratégicamente vulnerable, para responder y hacer sentir su peso necesita no sólo de la ayuda occidental, sino fundamentalmente de su propio potencial: tecnología, inteligencia y militarización. Eso, o resignarse a desaparecer.
* Analista internacional
