Pese a la intensidad de los ataques israelíes sobre Gaza que ayer mataron a 72 palestinos en el enclave arrasado, algunos indicios diplomáticos alimentan la esperanza de un posible alto el fuego. El presidente estadounidense, Donald Trump, declaró el viernes último que podría alcanzarse un acuerdo en la próxima semana. “Estamos trabajando en Gaza y tratando de que se atienda”, señaló ante la prensa.
El ministro israelí de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, viajará a Washington en breve para mantener reuniones centradas en la situación en el enclave palestino, las negociaciones para un armisticio, y temas vinculados a Irán. Las conversaciones indirectas entre Israel y Hamas se han retomado recientemente, luego de que el último cese de hostilidades colapsara en marzo. Desde entonces, la ofensiva israelí se intensificó, agravando aún más la crisis humanitaria en la Franja.
Unos 50 rehenes israelíes siguen en poder del Movimiento de Resistencia Islámica, aunque se estima que menos de la mitad sigue con vida. Fueron capturados durante el ataque lanzado por el grupo islamista el 7 de octubre de 2023, que marcó el inicio de la guerra. Las familias de los secuestrados reclaman una solución inmediata. “¿Qué más queda por hacer en Gaza? ¿A quién más queda por eliminar?”, expresó Yotam Cohen, hermano de uno de los rehenes, durante una manifestación en Tel Aviv.
Saldo luctuoso
De acuerdo con el Ministerio de Salud de Gaza, más de 56.000 palestinos han muerto desde octubre de 2023, más de la mitad de ellos mujeres y niños. Solo desde la ruptura del último alto el fuego en marzo, se registraron más de 6.000 víctimas fatales. Israel sostiene que sus ataques están dirigidos exclusivamente contra militantes de Hamas, y acusa al grupo de operar desde zonas residenciales y utilizar a civiles como escudos humanos.
La población civil, sin embargo, sufre las consecuencias directas. La devastación en infraestructura, hospitales, escuelas y viviendas es generalizada, y el acceso a alimentos, agua y medicamentos se ha vuelto extremadamente limitado.
Un arma mortal: el hambre
La situación humanitaria es crítica. Israel bloqueó el ingreso de alimentos durante más de dos meses y medio, y desde mediados de mayo permite el ingreso limitado de ayuda, aunque su distribución se ve constantemente obstaculizada por la inseguridad, saqueos y la desesperación de la población. Más de 500 palestinos murieron y cientos resultaron heridos mientras buscaban comida, según datos del Ministerio de Salud local. Muchos fallecieron en las rutas o en puntos de distribución, donde testigos afirman que las tropas israelíes abrieron fuego.
El ejército israelí sostiene que solo realizó disparos de advertencia y que está investigando los incidentes en los que civiles resultaron heridos o muertos. Aun así, el miedo crece entre los miles de palestinos que caminan a diario durante horas para acceder a los sitios de distribución de alimentos, muchos de ellos situados cerca de zonas militares.
Por caso, ayer, dos personas murieron por disparos israelíes cerca del corredor de Netzarim, que divide el norte y el sur del enclave, mientras esperaban asistencia. Sus cuerpos fueron llevados a los hospitales Al-Shifa y Al-Awda. Las fuerzas armadas israelíes no realizaron comentarios oficiales sobre estos hechos.
Obstáculos políticos
Hamas declaró estar dispuesto a liberar a todos los rehenes si Israel pone fin a la guerra. Sin embargo, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afirma que la guerra continuará hasta que Hamas sea desarmado y eliminado, una exigencia que el grupo islamista rechaza.
A nivel interno, Netanyahu enfrenta presiones contradictorias. Mientras una parte de la sociedad israelí, sobre todo los familiares de los rehenes, exige avanzar hacia una tregua, sus aliados de extrema derecha en el gobierno se oponen tajantemente a cualquier concesión a Hamas.
Así, mientras la violencia no da tregua y la situación humanitaria se agrava, las esperanzas de paz siguen pendiendo de frágiles acuerdos diplomáticos, negociaciones indirectas y decisiones políticas aún inciertas.