La política sobre migración arroja leños secos, sin cesar, a la caldera encendida por demócratas y republicanos con el propósito de incinerar mutuamente los argumentos del adversario acerca de la dramática realidad que se vive en Estados Unidos con relación a ese tema, de cara a las elecciones de medio término que se celebrarán el 8 de noviembre próximo.
En esos comicios parlamentarios, se renovarán los 435 escaños de la Cámara de Representantes del país y un tercio de las bancas del Senado. Además, 34 de los 52 estados elegirán a sus gobernadores para un mandato de cuatro años.
En el campo de batalla electoral, donde el fuego cruzado es una constante, el gobernador de Texas, Gregory Wayne Abbott –uno de los dirigentes abrigados bajo el ala más conservadora del Partido Republicano–, trasladó en ómnibus de gran porte desde ese estado hasta Washington a un grupo de desterrados provenientes de México y los descargó ayer en las inmediaciones de la casa de la vicepresidenta, Kamala Harris, en un barrio residencial de la capital federal de la República.
Nada nuevo
No es la primera vez que el exprocurador general tejano de 2003 a 2014 lleva migrantes de sus dominios a territorios administrados por mandatarios demócratas. En el último tiempo lo viene haciendo con frecuencia como parte de la encarnizada disputa que mantiene con los partidarios del presidente Joe Biden, quien insiste en catalogar la migración ilegal como “inaceptable” e insta a los países de la región a comprometerse para afrontar la crisis de manera conjunta.
Greg Abbot hizo suyas las promesas de Donald Trump de construir un muro a lo largo de los 3.200 kilómetros del límite que comparten la potencia mundial y el país azteca para frenar “la invasión de hogares” americanos. También, la de implementar planes para arrestar a quienes se atrevan a cruzar las fronteras sin autorización y enviarlos a la cárcel.
Ayer, no bien le avisaron que el cargamento humano había llegado a destino, publicó en su cuenta de Twitter: “Estamos enviando inmigrantes a su patio trasero para pedirle al gobierno de Biden que hiciera su trabajo y reforzara las fronteras”.
Sus pares y cofrades partidarios de Florida, Ron DeSantis, y de Arizona, Doug Ducey, replicaron el posteo en la red del pajarito. Antes, le habían copiado la idea trumpista.
Por caso, DeSantis envió el miércoles último dos aviones con migrantes a la isla atlántica de Martha’s Vineyard, Massachusetts. Antes, Abbott había hecho lo propio con 75 desarraigados a Chicago.
Desorientados
Los migrantes acarreados desde Texas más de 1.300 kilómetros se apostaron al amanecer en la rotonda frente a la sede del Observatorio Naval de Estados Unidos, ubicado en el cuadrante noroeste de Washington; portaban bolsas de polietileno a manera de equipaje modesto. Luego fueron acompañados a una iglesia cercana.
Por lo general, después de que los desplazados que buscan asilo logran cruzar la frontera entre Estados Unidos y México, pasan un tiempo en instalaciones de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) cerca de los límites internacionales. En esos campamentos de albergue transitorio permanecen hasta que son puestos en libertad en suelo estadounidense, a la espera de que se resuelvan sus casos.
Los republicanos sostienen que las políticas del actual inquilino de la Casa Blanca alientan a los migrantes a internarse en Estados Unidos a como dé lugar y a desaparecer de la vista de las autoridades aprovechando que miran hacia otro lado.
Los demócratas, por su parte, alegan que la política migratoria de la era Trump (obligar a los desterrados a esperar en México hasta que se resuelvan sus pedidos de asilo, en condiciones de hacinamiento) fue inhumana.
