Venezuela vivirá una jornada trascendental el próximo domingo 28 de julio, cuando deben realizarse las elecciones presidenciales con las que Nicolás Maduro intentará aferrarse al cargo por un tercer período consecutivo. Ello supondría su permanencia en el poder por 18 años seguidos (Hugo Chávez, su predecesor, estuvo 14).
Sin embargo, nunca hasta ahora la llamada Revolución Bolivariana había tenido que enfrentar un rechazo popular tan rotundo. Las encuestas más conservadoras, entre las que merecen alguna credibilidad, señalan que Edmundo González Urrutia, el candidato unitario de la alternativa democrática al chavismo, cuando menos dobla la intención de voto del actual mandatario. Otros sondeos indican una ventaja superior a los 40 puntos porcentuales.
La gran promotora
María Corina Machado es la artífice de esta situación. La fundadora del partido Vente Venezuela, de orientación liberal, es la líder del gigantesco movimiento ciudadano que hoy se ha levantado para afrontar una coyuntura que excede cualquier elección convencional. Con un mensaje firme y valiente, capaz al mismo tiempo de recoger el momento emocional que vive la gente, Machado ha sobrepasado los marcos mentales habituales de las élites caraqueñas y revolucionado la política en Venezuela, abriendo así las posibilidades para una etapa enteramente nueva.
El profundo descontento que hoy canaliza “la llave Machado-González” no es nuevo. Se respiraba por doquier en un país que hoy produce menos de 1/4 del petróleo que producía en 1999, y del que ha emigrado el 25% de la población. Es evidente que el modelo chavista se agotó. Sólo faltaba quien supiera capitalizar el descontento y articularlo bajo una estrategia política bien fundamentada.
El chavismo-madurismo sabe todo esto. Por eso le ha impedido a Machado participar directamente como candidata. Tras múltiples maniobras contrarias a derecho, le permitió competir a Edmundo González, quien terminó siendo respaldado por todas las fuerzas de oposición, empezando por la propia María Corina Machado, quien ha logrado trasvasar su respaldo popular a González, y hoy es casi absoluta la certeza de que este ganará las elecciones, siempre que estas no sean brutalmente adulteradas.
Todo a pleno
El régimen de Maduro se juega todas sus cartas a la posibilidad de emparejar el resultado mediante mecanismos fraudulentos de diversa índole. Para ello depende de la obediencia de sus redes populares, cuadros políticos y cuerpos represivos.
Entre las irregularidades más relevantes se cuentan las que suelen cometerse en los centros de una o dos mesas, que para este 28-J, representan 2/3 de todos los centros. Se ha demostrado que allí se registran resultados muy desviados de la tendencia general apreciable en los demás centros, donde vota la gran mayoría de los electores.
La oposición, por su parte, ha levantado un sistema de vigilancia electoral masiva con el que espera defender el resultado y desmotivar a las bases del chavismo a la hora de cometer irregularidades.
Todo dependerá entonces de los niveles de participación de la gente, de su persistencia al hacer valer el resultado en los centros y de la fidelidad (ciertamente menguante) de los chavistas para defender un modelo político que, a día de hoy, la gran mayoría de los venezolanos considera agotado.
* Doctor en Conflicto político y procesos de pacificación; consultor político
