Como si estuviera al comando de un rápido y furioso Tesla Roadster, el superauto eléctrico con fama de ser el más veloz del planeta, desde el 20 de enero de 2025 Elon Reeve Musk conduce vertiginosamente, desde el corazón del Estado norteamericano, su flamante Departamento de Eficiencia Gubernamental (Doge, por su sigla en inglés).
El objetivo del actual hombre más rico del mundo es arrasar en tiempo récord buena parte de la estructura burocrática de la principal potencia occidental, con la bendición del presidente Donald Trump.
Ante los horrorizados ojos de los políticos y funcionarios públicos tradicionales de Estados Unidos, no bien el casi octogenario magnate asumió la presidencia, una legión de jóvenes informáticos aterrizó en la esfera pública para ejecutar el ambicioso plan de Musk.
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Sumergidos desde temprana edad en una maraña de algoritmos y con nula experiencia en el sector público, esos individuos actúan como una especie de “invasores”, que han llegado desde las usinas digitales del polo tecnológico de Silicon Valley hasta las entrañas del Estado para reducirlo a su mínima expresión de manera fulminante.
Efecto sorpresa
Desde que debutó en el mundo de los asuntos públicos, Musk desconoció todo tipo de normas y protocolos de seguridad gubernamental y, sin contemplación, ordenó a sus subalternos instalarse en los rincones antes más invulnerables de lo que considera el “Estado profundo”. Una verdadera operación blitzkrieg (guerra relámpago).
En menos de un mes, el equipo del multimillonario paralizó varias agencias púbicas y cerró diversos programas estatales orientados a diversidad, equidad, inclusión e investigación en el ámbito de la salud.

Pero también tomó el control de datos confidenciales del Tesoro de los Estados Unidos, accedió a información financiera y de seguridad social sobre miles de contribuyentes, obtuvo bases de datos sensibles de la planta de personal federal y sacó del medio a decenas de funcionarios jerárquicos que trataron de oponer alguna clase de resistencia a la rápida avanzada del “empleado especial” de Trump.
El dueño de Tesla, SpaceX, Neuralink y la red social X, mantiene a su gente entregada a su tarea hasta altas horas de cada noche e incluso los sábados y domingos: “Muy pocos en la burocracia realmente trabajan el fin de semana, ¡así que es como si el equipo contrario abandonara el campo durante dos días!”, publicó Musk en su red social X jactándose de lo que considera su “superpoder”.
Método Musk
El objetivo es acelerar al máximo la purga estatal a través de una estructura de poder paralela dentro del Gobierno Federal y sin allanarse a los límites del Congreso o del poder judicial, que tras el shock inicial ya comenzaron a evidenciar las primeras reacciones defensivas. Sin dudas, lo que podría llamarse el ”método Musk” rompe los moldes conocidos hasta hoy en el ámbito público estadounidense.
El día después de la asunción de Trump, distintas dependencias claves del Estado arrancaron la jornada con la presencia de grupos de jóvenes veinteañeros desconocidos y munidos con mochilas negras, que recorrían sus pasillos sin las tarjetas de seguridad que portan los empleados públicos para entrar a las oficinas.
Esa fue la primera señal de que la llamada “oligarquía tecnológica” estadounidense llegó finalmente al Estado para tomar su control, una situación no exenta de fricciones ante la reacción de antiguos empleados desorientados y humillados por la brusquedad de los procedimientos aplicados.
El método Musk no contempla asepsia, anestesia ni bisturí. Las novedades que llegan desde Estados Unidos describen un panorama sombrío para los empleados públicos: miles de funcionarios de carrera ya recibieron correos internos generados por los chicos comandados por Musk para inducirlos a abandonar voluntariamente sus empleos. La tarea se completa con el menos cortés impedimento que muchos han sufrido para ingresar a sus oficinas o para acceder a sus computadoras.
Los primeros pasos para ejecutar el plan en marcha fueron la rápida ocupación del Edificio de Oficinas Ejecutivas Eisenhower (sede del Servicio Digital de Estados Unidos) y la inmediata toma de control de la Oficina de Administración de Personal.
Distintas crónicas sobre este proceso señalan que desde esa repartición fueron emitidos los correos electrónicos masivos destinados a los empleados federales, que al parecer solo pueden aspirar a cobrar sus sueldos hasta septiembre próximo.
Así en lo público como en lo privado
En ese marco, surge un dato sugestivo: el asunto de los e-mails masivos es la leyenda “Una bifurcación en el camino”, similar al que llevaban los correos electrónicos que recibieron los empleados de Twitter en 2022, después de que Musk compró la empresa y redujo un 80 por ciento de su personal.
El procedimiento esa vez fue similar al actual experimento que el multimillonario efectúa en la estructura estatal de Estados Unidos.
Así Musk moldeó su perfil en el ámbito privado: audacia extrema y recortes brutales de gastos sin sensibilidad por los costos humanos. Si fue capaz de llevar a la quiebra a Tesla, Space X o Twitter antes de emprender su rescate, difícilmente pueda mostrar una faceta menos despiadada en la órbita estatal.
Pero más allá de estas consideraciones, nadie puede negar la voluntad de trabajo de Musk y su juvenil equipo. La vocación llega hasta tal punto que han instalado camas en algunas dependencias públicas, para que laboriosos desarticuladores de la burocracia estatal puedan ejecutar día y noche su obra sin necesidad de salir de las oficinas.

El propio Musk intentó pernoctar en la Casa Blanca durante los primeros días de la administración Trump, aunque al final prefirió instalar su aposento de “servidor público” en el más cómodo Edificio de Oficinas Ejecutivas Eisenhower, donde se lo ha visto en varias ocasiones.
En el marco de tan intensas jornadas, el inefable multimillonario pudo mostrar su rostro más afable al llegar a las dependencias estatales varias veces acompañado por su hijo más pequeño, aunque en el marco de un despliegue espectacular de intimidantes vehículos todoterreno negros con vidrios polarizados.
Todopoderoso
Las condiciones de contratación y la modalidad operativa del escuadrón de jóvenes que responden a los designios de Musk son tan poco claras como las de su jefe, que bajo la figura de empleado especial evita estar sujeto a reglas estrictas sobre ética pública y manejo de información financiera confidencial.
Ese estatus, según se sabe, es concedido a asesores externos a tiempo parcial del Gobierno Federal, a partir de su experiencia en el sector privado.
De este modo, Musk es una especie de “supercolaborador” que tiene línea directa con Trump y goza de más poder y menos limitaciones que cualquier empleado federal o asesor convencional. Esas atribuciones están a tono con un outsider acaudalado en cuyo manual de procedimientos no figuran la supervisión de sus actos ni la rendición de cuentas.
Hasta donde se sabe, Musk no percibe ningún honorario ni salario por los servicios públicos prestados, aunque ese no sería un problema para una persona con tanto dinero. El funcionario todopoderoso invirtió la generosa cifra de U$S 250 millones en la campaña proselitista de Trump, aunque sus empresas han facturado miles de millones de dólares en contratos con el Estado que ahora desguaza.
Ningún medio estadounidense ha logrado corroborar aún si existe algún control en caso de que Musk intervenga en algún departamento o área vinculada a sus intereses personales.
En la mira
Por la afectación de intereses estratégicos y geopolíticos del país frente a rivales de creciente influencia planetaria, como es el caso de China, una de las operaciones ejecutadas por Musk que más inquieta a la burocracia norteamericana es el desmantelamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid, por su sigla en inglés).
Ese es un órgano independiente del Gobierno norteamericano creado en 1961 y encargado de distribuir miles de millones de dólares de ayuda exterior no militar, con alcance en materia humanitaria, sanitaria, agrícola, climática y energética, entre otras áreas.
Usaid es una agencia aislada del control presidencial, porque el poder del presidente para destituir a su jefe o a algunos de sus miembros es limitado. En el primer día de la administración Trump, fue congelada la mayor parte de la ayuda exterior por 90 días y la intención de Musk es reducir la planta de personal de 10 mil empleados a solo 300.
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Otra de las agencias gubernamentales que quedó en la línea de fuego del ajustador tecnológico serial es la Administración de Servicios Generales (GSA, por su sigla en inglés), encargada de administrar los edificios del Gobierno Federal. También en este caso han llegado correos electrónicos a gerentes regionales de esa agencia para que empiecen a dar de baja los alquileres de 7.500 oficinas federales en todo el país.
Los informáticos de Musk y los todoterreno con vidrios polarizados en los que se mueve el magnate también fueron avistados en dependencias del Departamento de Educación. Ese es otro de los reductos del Estado norteamericano que Trump prometió borrar de la faz de la Tierra.
Por ahora el hombre más rico del mundo sigue como una tromba con su plan para devastar a la burocracia norteamericana desde adentro, y su último paso por estas horas es el más desafiante: el presupuesto del Pentágono. Por eso hay que recordar que, pocos días antes de que arrancara con su madre de todas las batallas, Musk advirtió en una entrevista transmitida por la red social X que la meta inicial de recortar U$S dos mil millones de presupuesto, un 30 por ciento del gasto público, era demasiado optimista y que en realidad espera llegar a la mitad de esa cifra, objetivo que ya está alcanzando.
No está de más señalar que las primeras marchas atrás de Trump con algunas decisiones y las reacciones desde el ámbito judicial para bloquear la avanzada de Musk sobre datos confidenciales del Tesoro parecen indicar que el Presidente y su empleado especial comienzan a encontrar ciertos límites en su hoja de ruta.
Semejanzas y diferencias con la motosierra de Milei
Al menos ante los ojos argentinos, la operación blitzkrieg que Elon Musk ejecuta en Estados Unidos contra la estructura del Estado no resulta novedosa.
No está claro si Trump y Musk se inspiran en su amigo Javier Milei o si solo se trata de que el argentino llegó antes al poder, pero lo cierto es que el mandamás vernáculo puede jactarse de haber patentado el invento que denomina “ajuste más grande de la historia de la humanidad”.

Habida cuenta de que Milei llegó primero, el Departamento de Eficiencia Gubernamental de Musk parece una réplica del Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado que encabeza el economista Federico Sturzenegger, al que el líder libertario considera un “coloso”.
En el organismo que funciona en el recoleto Edificio Shell Mex, a pocas cuadras de la Casa Rosada, un centenar de funcionarios utilizan su materia gris durante varias horas de cada día al servicio del desguace del Estado y la eliminación de un enjambre de normas burocráticas que, a su juicio, entorpecen el funcionamiento de la administración pública con la eficiencia de una empresa privada.
En poco más de un año, la cruzada libertaria contra el Estado cerró 250 direcciones nacionales, secretarías y subsecretarías y echó a casi 38 mil empleados públicos, además de eliminar cientos de leyes y decretos.
Sin el toque hollywoodense que los estadounidenses ponen a sus acciones cuando desean causar impresión, los ajustadores argentinos se despliegan con más discreción que los informáticos de Musk y sin los intimidantes todoterrenos negros del magnate tecnológico, aunque por estas latitudes tampoco faltaron las restricciones a los empleados para el acceso a sus oficinas, las escenas de angustia, humillación y protestas y la frialdad rayana con la brutalidad para comunicar el cese de funciones.
Algunos informes periodísticos dejan entrever que entre los ajustadores argentinos y norteamericanos existen “intercambios”, pero no hablan de asesoramiento. En todo caso, los encargados de manejar la motosierra criolla creen que Milei es un representante internacional del discurso del desguace del Estado y ponen a disposición la experiencia argentina a cualquier país que necesite su manual.