Anthony McCarten, guionista de La hora más oscura, admitió no tener constancias de que sir Winston Churchill haya viajado en el metro londinense para conocer la opinión de los ciudadanos sobre un eventual acuerdo de paz con Adolf Hitler, cuando la maquinaria de guerra nazi se ensañaba desde el aire con las principales ciudades de las islas británicas.
Aquella crucial escena del filme dirigido por Joe Wright, con la magistral actuación de Gary Oldman en la piel del legendario premier británico, fue en realidad un giro dramático para inyectar en el estadista una mayor dosis de humanidad en medio de decisiones críticas en la cúspide del poder.
Pero hay un dato que no admite discusión: Churchill fue el artífice de una resistencia inesperada, durante aquellos aciagos días en que toda Europa parecía estar perdida a manos de Hitler. “Lucharemos en las playas, en las pistas de aterrizaje, en el campo y en la calle, lucharemos en las colinas. ¡Jamás nos rendiremos! Y los combatiremos con botellas de cerveza rotas, si es todo lo que tenemos”, arengó el premier por esas horas, con un tono heroico que pretendía disimular su desesperación.
A la luz de los hechos, esa poderosa artillería verbal de sir Churchill envalentonó a sus compatriotas. Mientras tanto, el primer ministro soportó los incesantes bombardeos alemanes sobre Londres en un refugio secreto de la capital británica, montado en una estación de metro en desuso.
Cuando ocurrieron esos hechos, faltaban ocho décadas para que el espíritu de Churchill se reencarnara en Volodimir Zelensky, el héroe más famoso de Ucrania en estos tiempos de bombardeos y de masacres de civiles en tierra eslava.
Aunque no le fue mal con los diarios y la radio, el premier británico podría haber hecho cosas prodigiosas con una cámara de televisión, las redes sociales y el apoyo de los satélites Starlink de Elon Musk, pero evidentemente la aplicación de esas maravillas tecnológicas en la comunicación política de guerra estaba reservada para otro líder.
Liderazgo carismático
Durante los cuatro años que duró la serie televisiva El servidor del pueblo, su personaje principal, Vasyl Petrovych Holoborodko, un profesor de historia convertido inesperadamente en presidente, nunca tuvo la posibilidad de ser ovacionado a distancia por los miembros del Parlamento británico y del Capitolio norteamericano. Esa hazaña (no planificada) le tocó a Zelensky, el encargado de darle vida a Holoborodko en la ficción.
Vladimir Putin podrá ganar con la fuerza bruta en el terreno militar, pero es evidente que en el campo discursivo Zelensky ya logró aplastarlo.
La ventaja es abrumadora a favor del presidente ucraniano, que dejó en el perchero el saco y la corbata, y ante las cámaras que llevan su imagen a todos los rincones del planeta, decidió lucir ropa de fajina militar y barba descuidada: ese solo dato ya es un potente misil en el corazón del convencionalmente acartonado mundo de las relaciones internacionales.
Con ese mismo criterio, los delegados ucranianos que asisten a las negociaciones con representantes de Putin lucen el mismo aspecto de trinchera que Zelensky, mientras los funcionarios rusos se muestran con prolijos y severos trajes, y con la actitud rigurosa de los que están en postura de poder.
Combatientes versus burócratas, podría ser una lectura; víctimas versus victimarios, otra noción posible: en cualquier caso, está claro cuál de los dos bandos se gana el corazón del común de los espectadores.
Temperaturas diferentes
A estas alturas, no quedan dudas de que el presidente ucraniano transformó la comunicación política en un arma muy poderosa contra Putin. El primer bombazo simbólico, por cierto, fue su decisión de quedarse en Kiev hasta las últimas consecuencias: nada mejor para ganarse a la opinión pública propia y ajena que un líder que encarna el rostro de la resistencia de su pueblo.
En medio de las bombas rusas, el outsider que llegó al poder desde la comedia, con el mensaje de regeneración de la política ucraniana, expresa valentía, ejemplaridad y empatía: tres cualidades imprescindibles para inspirar entusiasmo y convicción a una sociedad asediada.
Un líder carismático, como enseña Max Weber, es aquel que logra hacer obedecer sin necesidad de imponer o de utilizar otro mecanismo de control, se trata de ser parte del grupo, de pertenecer y de compartir.
La actitud titubeante de los líderes occidentales y el perfil de Putin dan más dimensión a las virtudes expuestas por el presidente de Ucrania: frente a la apariencia de desamparo, tristeza y agobio que irradia Zelensky, hay un poderoso que transmite ira, odio y desprecio; frente a la imagen de cercanía que muestra el líder ucraniano con sus colaboradores y compatriotas, el zar electo de Moscú aparece como un ser frío, pétreo, calculador y distante; mientras Zelensky pide ayuda al mundo, Putin amenaza e impone.
En el terreno de la comunicación política, el hombre más temido del momento es presa fácil para el joven líder de los ucranianos. Churchill puede sentirse satisfecho.
