Decenas de activistas se enfrentaron con las Fuerzas de Seguridad de Naciones Unidas al intentar irrumpir por la fuerza en el área restringida de la Cumbre Climática de la ONU (COP30) en Belém, Brasil. La protesta, que buscaba visibilizar las demandas territoriales y climáticas de los pueblos originarios, escaló cuando los manifestantes derribaron una de las puertas de la sede.
La rápida acción del personal de la ONU logró neutralizar la invasión, pero dos agentes de seguridad resultaron heridos.
Un portavoz de la ONU confirmó que “Un grupo de manifestantes superó las barreras de seguridad de la entrada principal de la COP, causando lesiones menores a dos agentes de seguridad y daños menores al recinto”.
Las imágenes del escándalo, que muestran a los agentes de seguridad tratando de empujar a los manifestantes hacia afuera en medio de forcejeos y agresiones, recorrieron rápidamente el mundo.
COP30: demanda territorial y el grito de los pueblos originarios
El objetivo principal de este movimiento era “presentar sus reivindicaciones” directamente en el interior de la zona de charlas, puesto que “no les dejaron entrar”, explicó Joao Santiago, profesor de la Universidad Federal de Pará.
La protesta se centró en alertar sobre la situación de los pueblos originarios, cuyas voces, según los activistas, son ignoradas. María Clara, manifestante de la asociación Rede Sustentabilidade de Bahia, lamentó que, una vez que la conferencia termine, “la destrucción continuará”.
Durante la manifestación, los participantes ondearon banderas y portaron carteles que reivindicaban sus derechos territoriales. Entre los lemas se destacaron “Nuestra tierra no está en venta” y la voz de Gilmar, un líder de la comunidad Tupinamba, quien afirmó a las agencias: “No podemos comer dinero”.
Las demandas concretas del líder Tupinamba incluían la exigencia de que sus tierras estén libres de la agroindustria, la exploración petrolera, la minería ilegal y la tala ilegal. En este contexto, centenares de indígenas de 391 etnias de Brasil, el mayor país de América Latina, participan en el evento, incluyendo la Marcha Mundial por la Salud y el Clima.
La respuesta de la ONU
La protesta fue neutralizada rápidamente por las Fuerzas de Seguridad de Naciones Unidas. El personal de la ONU y de Brasil tomó “medidas de protección para garantizar la seguridad del lugar”.
Desde la organización del evento, se puntualizó que la calma fue restablecida velozmente. Los agentes de seguridad tomaron medidas inmediatas, colocando sillas y mesas en las entradas de la “zona azul” (el epicentro de las reuniones controladas por la ONU) para prevenir cualquier nuevo intento de ingreso forzado.
La misma fuente de la ONU precisó que se está investigando lo ocurrido y se insiste en que el recinto permanece asegurado por personal de seguridad de Naciones Unidas, ante el temor de que escenas de enfrentamiento puedan repetirse.
Contexto: crisis climática y salud
Además de las reivindicaciones territoriales, la marcha y la protesta se enmarcaron en la conexión entre la emergencia climática y la salud. Los participantes corearon “¡La crisis climática es una crisis de salud!”.
En la Amazonia, donde se localiza Belém, el impacto del cambio climático en la salud es palpable. Lena Peres, una infectóloga brasileña, señaló que la región, golpeada por una sequía histórica en 2024, ve ahora cómo enfermedades como el dengue se han convertido en males urbanos.
Peres concluyó que el calentamiento global está ligado a una proliferación de enfermedades cardiovasculares y renales, por lo que “ya no se puede no hacer la conexión entre cambio climático y salud”.
Médicos participantes defendieron la urgencia de detener la extracción de combustibles fósiles, principal causa del calentamiento global, al tiempo que demandaron soluciones a corto plazo para afrontar la realidad actual.





















