A los 73 años, el aventurero ruso Fedor Konyukhov sigue desafiando los límites humanos. Dos veces conquistó el Everest, fue el primer ruso en completar las Siete Cumbres, dio la vuelta al mundo en globo aerostático y escribió decenas de libros. A su larga lista de logros ahora le sumó un nuevo desafío: remó solo en uno de los mares más fríos y desolados del planeta.
Konyukhov, quien ya había roto un récord mundial en 2019 al realizar una travesía de 6400 millas náuticas desde Nueva Zelanda hasta el Cabo de Hornos, ahora se enfrenta a la segunda etapa de su vuelta a la Antártida, un proyecto que podría tomarle más de 200 días de soledad absoluta en un bote de remos. Su travesía, en la que se enfrenta a condiciones extremas y una constante lucha contra la soledad, representa no solo un desafío físico, sino, como señala su hijo y compañero de expedición, Óscar Konyukhov, un reto principalmente mental.
El desafío mental y físico de remar en la Antártida
El viaje de Konyukhov no es para cualquiera. “Es un desafío físico, pero la parte mental es la más difícil”, comenta Óscar. Remar durante 200 días en un espacio de apenas 9 metros de largo, enfrentando temperaturas gélidas, vientos y olas furiosas, requiere no solo resistencia física, sino una mente férrea. Fedor Konyukhov es consciente de la magnitud de este reto, pero, como nos tiene acostumbrados, no se amilana ante lo imposible.
El bote con el que navega, el Akros, está diseñado para soportar las extremas condiciones del océano Antártico. Hecho de fibra de carbono, de 9 metros de largo, el Akros cuenta con tecnología avanzada de navegación, sistemas de comunicación satelital y paneles solares que, a pesar de la escasa luz solar en esas latitudes, permiten mantener los sistemas del bote en funcionamiento. A bordo, además, hay un dispositivo potabilizador de agua y comida liofilizada, que le permite sobrevivir en solitario, alimentándose de lo que el océano le ofrezca: “Hoy pesqué mi primer calamar después de 26 días. ¡La primera captura! No tuve tiempo, o el clima no lo permitió, pero finalmente lo logré”, compartió Fedor en un mensaje enviado a su hijo.
Aislado en el Fin del Mundo
En el aislamiento del océano Antártico, Konyukhov está absolutamente solo. Su hijo, Óscar, se encuentra en Moscú, monitoreando su ubicación en tiempo real y manteniendo contacto con él a través de comunicaciones satelitales dos veces al día. La solitaria travesía no solo pone a prueba el cuerpo, sino también la psique del remero, quien debe enfrentarse a la monotonía del océano y las constantes dificultades que surgen en el camino.
A pesar de los riesgos, Óscar confía plenamente en su padre: “Fedor es un remero oceánico experimentado. Cruzó el Atlántico en 46 días y el Pacífico en 160. Está preparado para esto”.
El “ángel en cada hombro” y la filosofía de la edad
El espíritu indomable de Konyukhov se ve reflejado en su lectura favorita: el libro Un ángel en cada hombro, escrito por el marinero estadounidense William Willis. En él, Willis narra su experiencia cruzando el Pacífico en balsa a la edad de 70 años, enseñándole a Konyukhov que la edad nunca es un obstáculo para alcanzar nuevos retos. Esta filosofía de vida, que Fedor adopta con cada nueva expedición, quedó patente en su cumpleaños número 73, que celebró en plena travesía. A pesar de estar solo en el mar, recibió regalos y continuó con su jornada, recordando que su espíritu sigue joven y ansioso de aventura.
De Ushuaia a la Antártida
Antes de embarcarse en esta nueva etapa de su travesía, Konyukhov pasó un mes en Argentina, donde preparó los detalles de su aventura en Tierra del Fuego. Ushuaia, un punto estratégico para expediciones hacia la Antártida, fue el lugar donde terminó la primera parte de su viaje en 2019. En el Club Náutico AFASyN, Fedor se preparó para zarpar de nuevo hacia el fin del mundo. “Fedor parecía un hombre feliz, en su elemento”, recuerda Óscar, refiriéndose al día en que su padre dejó el puerto. Durante su estadía en Argentina, además de afinar los últimos detalles logísticos, el equipo de Konyukhov disfrutó de la hospitalidad local, desde el acceso fácil a vuelos hasta los bien conocidos bifes argentinos.
Konyukhov no es ajeno a las largas horas de reflexión en solitario. En sus escritos, dejo en claro lo que siente al estar en medio del océano: “Por encima de ti está el abismo, y por debajo de ti está el abismo, y todo tu cuerpo y toda tu alma se funden con esta eternidad cósmica”. Esta conexión profunda con el mar es el motor que lo impulsa a seguir adelante, día tras día, sin importar los obstáculos.
Hoy, Fedor Konyukhov ya recorrió más de 2600 km en su travesía hacia el norte, cruzando puntos peligrosos como las Islas Malvinas y las Georgias del Sur. Según su hijo, el objetivo es cruzar el meridiano cero en enero, un hito psicológico que marcará un antes y un después en su travesía. Pero, como siempre en sus expediciones, el verdadero objetivo de Konyukhov es seguir adelante, hacia lo desconocido, buscando su próxima gran aventura.