A las 8 en punto de la noche del viernes en Roma (15 hora de Argentina), frente al altar mayor de la basílica de San Pedro, se cerró el féretro de Jorge Mario Bergoglio. Fue un gesto lento y emotivo. Lo presidió el cardenal Kevin Farrell, camarlengo de la Santa Iglesia. Los últimos rezos, los últimos silencios, y el ataúd sellado. El papa Francisco, el primer pontífice jesuita y latinoamericano, inició de ese modo su viaje hacia la eternidad.
Al momento del sellado del ataúd, unas 250 mil personas habían pasado a despedirse del Vicario de Cristo argentino. La fila empezó a reducirse poco antes de las 6 de la tarde, cuando se vedó el acceso al templo. A las 7 se cerraron las puertas de la basílica.
Este viernes, a las 10 de la mañana hora local (5 de la Argentina), comenzará la misa exequial. La presidirá el cardenal Giovanni Battista Re. Los presidentes de Argentina e Italia ocuparán los primeros lugares. Después, se ubicará el resto de los mandatarios y miembros de casas reales, ordenados de manera rigurosa siguiendo el alfabeto francés.
A la vista del pueblo cristiano
Terminada la liturgia, el féretro será llevado en procesión hacia la basílica de Santa María la Mayor. No pasará por la Plaza de San Pedro, según informó el Vaticano en su página oficial. El cortejo saldrá por la Puerta del Perugino, en un trayecto de alrededor de media hora.
El cuerpo del Papa estará visible.
El entierro será privado. No habrá imagen oficial ni discurso en esa instancia final.
Sólo la tierra romana recibiendo al Papa en la misma iglesia a la que tantas veces acudió en silencio, como peregrino.
La cobertura de los medios vaticanos se hará en directo con comentarios en 11 idiomas y transmisión en lengua de signos. También habrá análisis en más de 50 lenguas, a través de Vatican News, Radio Vaticana y L’Osservatore Romano.
La hora de los cardenales
Este sábado, a las 16, los cardenales entrarán por la Puerta Santa de la basílica mariana. Visitarán la tumba de Francisco. Después, rezarán las Vísperas en la capilla Paulina, frente al ícono de María Salus Populi Romani. Es el mismo lugar donde Francisco pidió protección al comenzar su pontificado, hace 12 años.
A partir de ese momento, todo quedará en manos del Colegio Cardenalicio. Aún no hay fecha para el cónclave, pero se sabe que será entre el día 15 y el 20 tomando como referencia el 21 de marzo, cuando falleció Francisco. En 2013, cuando fue elegido papa el cardenal argentino, la fecha se anunció con cuatro días de anticipación.
El descanso perpetuo, al abrigo de sus raíces
La roca de Lavagna, negra como la profundidad del océano, dura como la memoria, se hará cárcava para el descanso eterno de Jorge Bergoglio, el papa Francisco. Así se lee en la página oficial de la Santa Sede: la tumba del primer pontífice jesuita y latinoamericano en más de dos mil años de historia de la Iglesia Católica ya fue construida con materiales de Liguria, la tierra de los abuelos maternos del Vicario de Cristo argentino, entre el mar y la montaña, donde las canteras de pizarra se abren como cicatrices en las laderas de los macizos milenarios.

Será una tumba sencilla, como él pidió. Apenas una inscripción: Franciscus. Y la reproducción de su cruz pectoral. Nada más. Nada menos. Una lápida de piedra modesta, pero con historia, cargada de simbolismo y de afecto.
El sepulcro está en una de las naves laterales de la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, justo entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, cerca del Altar de San Francisco. El lugar no fue elegido al azar. Es el rincón que el propio Pastor Universal visitaba con frecuencia, en silencio, cada vez que partía o regresaba de sus viajes apostólicos.
La piedra del pueblo
El deseo lo expresó él mismo: descansar sobre piedra de Liguria, como homenaje íntimo a sus raíces. Sus abuelos maternos, los Sívori, nacieron en esa región del norte italiano. Y fue desde allí, desde el pueblo de Cogorno, donde su historia familiar comenzó a cruzar océanos rumbo a Buenos Aires. Vincenzo Girolamo Sívori, bisabuelo del Papa, partió desde Tigullio en el siglo XIX. Dejó una tierra de montañas y salitre, de canteros y pescadores. Murió joven, pero alcanzó a abrazar a su sobrina, Regina María Sívori, madre de Jorge Mario Bergoglio.
La elección de la piedra no es casual. La pizarra ligur no es mármol: no es suntuosa, ni blanca, ni fría. Es cálida, oscura, austera. Una piedra popular. “La piedra del pueblo”, como la llamó Franca Garbarino, presidenta del Distrito de la Pizarra. “Humilde, resistente, esencial. Como el Papa. Un material que no se impone, acompaña. Que no excluye, se adapta”, describió la licenciada en Economía y Comercio que además está al frente del negocio familiar que se dedica a la pizarra desde hace cuatro generaciones. El paralelismo es inevitable.
Grabado en la memoria
Esa piedra horadada con manos amorosas, que este sábado espera a Francisco, fue también un regalo. En 2015, una delegación de Cogorno viajó al Vaticano con un bajorrelieve tallado: la iglesia de San Lorenzo, un cantero y un partidor. Él lo recibió en silencio. Pero el gesto, evidentemente, quedó grabado en la memoria del papa oriundo de Flores, uno de los barrios más populares de Buenos Aires.
Diez años después, esa misma piedra será su morada eterna.