Sólo Dios puede saber/ La laya fiel de aquel hombre./ Señores, yo estoy cantando/ Lo que se cifra en el nombre. Jorge Luis Jorge Luis Borges.
Desde su toma de posesión, el papa Francisco se ha centrado en recordar la doctrina social católica, destacando aspectos que creía que eran particularmente relevantes en este momento histórico.
A diferencia de otros papas que enfatizaron la moralidad personal o la ortodoxia dogmática, Bergoglio destacó lo que, parafraseando a Borges, “se cifra en el nombre”.
El Francisco original, el santo de Asís, es ampliamente reconocido por su compromiso con la vida sencilla, la promoción de la paz, el cuidado de la naturaleza y el desafío al clero de su tiempo. En mi opinión, los énfasis clave del Papa argentino.
Ni progresista ni conservador
La forma más común de analizar el pontificado de Francisco ha sido enmarcar sus declaraciones en la dicotomía “progresista-conservador”. Muchos de los que escribieron sobre su pontificado lo han ubicado en el lado “progresista” del espectro político.
El problema principal es que “conservador” o “progresista” son categorías que no reflejan adecuadamente la tensión esencial en la política actual: pueblo versus élites.
¿Elon Musk, que hizo que los autos eléctricos ecológicos fueran geniales y es un cruzado antiburocracia, es progresista o conservador? ¿El secuestro y asesinato de ciudadanos israelíes, o la aniquilación de la población palestina en Gaza y Cisjordania, es una causa progresista o conservadora? ¿La guerra en Ucrania progresista o conservadora?
El mandato de Francisco puso de relieve una tensión diferente. Esta tensión, pueblo o élites, puede ayudar a interpretar políticamente su discurso. Las elites globales descuidan al pueblo, lo que amenaza al mundo tal como lo conocemos.
Un hombre del pueblo
Desde el principio, una nota de su papado habían sido los baños de masas que parecieron rejuvenecer a Francisco. Cuentan que nada más ser elegido Papa, momentos antes de su saludo desde el balcón, rechazó las pomposas vestiduras litúrgicas y, como ya hemos visto en la TV, salió a la plaza no a dar la bendición sino a pedir al pueblo que lo bendijera. No se trataba sólo de estilo.
En sus respuestas a problemas morales, como la situación de las personas gays y los divorciados, Francisco enfatizó actitudes pastorales de cercanía a la gente concreta en lugar de enfrascarse en una polémica con las elites teológicas conservadoras o progresistas. Sus discursos al clero han insistido en no separarse del pueblo ni aspirar a cargos.
Sus últimas energías fueron empleadas en concluir un sínodo sobre una forma más colegial de gobernar la iglesia. Sus encíclicas sobre ecología enmarcan el problema del cambio climático no como una causa de la ‘vanguardia’ ecologista sino como un derecho vital de los pobres.
Su inclusión de mujeres en roles críticos en el Vaticano, sin cambiar la doctrina, se puede ver de manera similar. No se involucró en una guerra cultural; simplemente hizo los nombramientos.
No se trató de demagogia facilonga. Siempre ha sido astuto en el poder, supo cómo funcionaba. Y supo manejarlo. Un ejercicio que, entiendo, se basó en un profundo respeto por el papel del pueblo en la vida política y social, la confianza en que, a través de los éxitos y los errores, el pueblo construye su destino.
Consecuencias políticas
Más allá de las intenciones pastorales y religiosas del Papa, por supuesto, esas acciones a menudo fueron interpretadas políticamente. Y lo fueron. Su agenda pastoral, clásica, tuvo consecuencias políticas independientes de las intenciones de Bergoglio.
Muchos lo vieron como un líder global antisistema. Esto es cierto. En sus discursos y escritos sobre la paz (social, política y religiosa), los pobres, la reforma eclesiástica y la protección del medio ambiente, Francisco ha criticado al capitalismo, a los gobiernos poderosos, a los monopolios de la prensa y a los empresarios que pagan salarios de hambre. Esto demostraría que Francisco era un papa “progresista” que criticaba el sistema neoliberal.
Sin embargo, aunque esta afirmación resuena con la agenda progresista, también puede verse como una crítica a la izquierda global.
Al asumir el papel de referente mundial “progresista”, ha puesto de relieve las limitaciones de la izquierda, que aún no ha sido capaz de generar alternativas políticas viables y ha encontrado en la Santa Sede, ¡en la cabeza de la Iglesia católica!, no solo un aliado sino también un líder querido al que seguir y citar.
Sin duda, su papel principal siempre ha sido religioso. El pastor que buscó ayudar a la persona común que tenía frente a él y predicó un evangelio de esperanza, algo que seguimos necesitando.
* Jesuita, sociólogo de la religión