Mientras la bruma matinal se deslizaba sobre la Plaza de San Pedro y las campanas del Vaticano marcaban el comienzo de una ceremonia histórica, el mundo se preparaba para acompañar al papa Francisco en su viaje hacia la eternidad. Fue un adiós cargado de simbolismo, no sólo por la talla espiritual del Pontífice argentino sino por la inusual conjunción de gestos políticos que ocurrieron bajo la cúpula de Miguel Ángel en el templo mayor de la Iglesia Católica
Más de 50 jefes de Estado y dignatarios internacionales se hicieron presentes para rendir tributo al primer papa jesuita y latinoamericano. Entre ellos, quien acaparó buena parte de las miradas fue el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El mandatario republicano, protagonista reincidente de tensos cruces verbales con Francisco durante su estadía en la Casa Blanca, volvió al Vaticano, esta vez en un tono mucho más contenido, casi reverencial.
Sin embargo, como suele ocurrir en estos escenarios de solemnidad global, la diplomacia no descansa.
Ya que estamos
Momentos antes de la misa fúnebre, Trump se reunió en privado con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski. El encuentro fue calificado como “muy productivo” por Steven Cheung, director de comunicaciones de la Casa Blanca, aunque no se ofrecieron precisiones sobre el contenido de la charla. Bastó esa imagen -dos líderes sentados frente a frente en la sacra nave principal de San Pedro, para desatar especulaciones sobre el rumbo de las negociaciones de paz en la guerra con Rusia.
“No hay palabras suficientes para describir la importancia de este encuentro histórico”, escribió en X el vicecanciller ucraniano Andrii Sybiha, publicando una imagen de los dos presidentes conversando con gesto adusto y las manos entrelazadas sobre las rodillas.

Más allá de la política, el funeral de Francisco ofreció también un escenario de gestos y símbolos. En el momento del “saludo de la paz”, ese rito litúrgico de reconciliación entre iguales, Trump estrechó la mano de Emmanuel Macron, de los reyes de España, Felipe VI y Letizia, y del portugués Marcelo Rebelo de Sousa. Breves, protocolares, pero significativos, los saludos dejaron entrever una tregua momentánea entre potencias y tensiones globales, al menos mientras duraba la misa.
Sucesión en marcha
Y mientras el pueblo cristiano despedía a su pastor universal, comenzaba también a perfilarse, con sigilo, la carrera por la sucesión. Los cardenales -135 con derecho a voto, todos menores de 80 años- ya se encuentran en Roma y empezarían el cónclave entre el 6 y el 11 de mayo próximo. En ese encierro en la Capilla Sixtina, sellado bajo juramento y silencio, se elegirá al nuevo líder de los católicos.
Entre los nombres que circulan en los pasillos vaticanos, uno resuena con más fuerza: Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano y figura clave del pontificado franciscano. Diplomático de formación, meticuloso en las formas, Parolin carga con el peso de haber negociado, entre otras cosas, el delicado acuerdo con China sobre el nombramiento de obispos. Su perfil de hombre de Estado, conocedor de la curia y de las cancillerías, lo posiciona como un “papable” natural.
No obstante, en la Iglesia nunca hay certezas. Las fumatas blancas se cocinan en la discreción de las meditaciones, en el pulso de los grupos internos, y en ese imprevisible Espíritu Santo que, como ya demostró en 2013, puede volver a sorprender.
En los corrillos de la Santa Sede y en las delegaciones que acompañan a los purpurados con derecho a voto (cuatro de ellos, argentinos) también suenan los nombres de Luis Antonio Tagle. El filipino de 67 años, ex arzobispo de Manila y actual prefecto de Evangelización es uno de los favoritos del ala progresista y de quienes desean que continúe la línea del papa argentino en el Obispado de Roma.
También se le asignan chances a Matteo Zuppi (Italia, 69 años); a Peter Turkson (Ghana, 76 años); y a Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo, 66 años).
Por ahora, el Vaticano se debate entre el duelo y la expectativa. La silla de Pedro está vacía. Y el mundo -ese mismo que despidió a Francisco, con fervor, durante la última semana- ya empezó a mover sus fichas.