El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) alertó este domingo del aumento de los secuestros de niños y mujeres en Haití, más de 100 en lo que va del año. El incremento de raptos con fines extorsivos se enmarca en una crisis de seguridad que azota al país, sumido en una espiral de violencia.
El aumento de los secuestros se produce en un contexto de violencia callejera relacionada con las bandas en Puerto Príncipe, la capital del país, y sus alrededores, lo que provocó que más de 15 mil mujeres y niños se vean obligados a huir de sus hogares. “Ya ningún lugar es seguro para los niños y niñas en Haití”, lamentó la directora regional del organismo de la ONU especializado en infancias para América Latina y el Caribe, Jean Gough.
La peor pesadilla
Los secuestros son generalmente por parte de bandas criminales que solicitan a los padres de los niños un rescate, una modalidad que ha crecido de manera “alarmante”, precisó Unicef. “Ya sea de camino a la escuela, en casa o incluso en la iglesia, los menores de edad corren el riesgo de ser secuestrados en cualquier lugar, a cualquier hora del día o de la noche. Esta es la peor pesadilla de cualquier padre”, denunció Gough, quien también agregó que “las bandas criminales utilizan a los niños como moneda de cambio y lucran con ellos a costa del amor de los padres por sus hijos”.
En un contexto de “pobreza generalizada y la criminalidad rampante, estos secuestros se han convertido en un negocio lucrativo. Esto es aborrecible”, cuestionó la alta comisionada. Según estimaciones de Unicef basadas en fuentes oficiales, 71 mujeres y 30 niños fueron secuestrados en los primeros ocho meses de este año, representando un tercio de los 455 secuestros registrados en lo que va de 2021. La mayoría de los raptos tienen lugar en Puerto Príncipe; el porcentaje más alto de las víctimas de los secuestros son haitianos.
Trauma prolongado
Estos actos violentos dirigidos a los niños y a sus madres tienen un impacto duradero, tanto para ellos como para sus padres, ya que el cautiverio siempre provoca un trauma al precisar o experimentar, a menudo, “humillaciones, amenazas y, en algunos casos, violencia”, reprochó Unicef.
La situación en Haití es crítica. Aún se recupera del devastador terremoto que azotó el suroeste del país en agosto, dejando 130 mil casas, más de mil escuelas y unas 90 instituciones sanitarias dañadas o destruidas. Además, la deportación de más de 7.600 migrantes haitianos, más de la mitad de los cuales son mujeres y menores de edad, de Estados Unidos y otros países, podría poner a muchos más en riesgo de sufrir la violencia de las bandas.
Poco antes de la tragedia natural, el asesinato del presidente Jovenel Moise perpetrado en su residencia particular por un comando de sicarios extranjeros conmocionó al país insular y arrojó combustible a la hoguera de inseguridad.
La primera dama también fue objeto de los criminales a sueldo pero salvó de manera milagrosa su vida tras ser asistida en un hospital de Estados Unidos.
La creciente violencia, los saqueos, los bloqueos de rutas y la presencia omnipresente de bandas armadas son obstáculos para la ayuda humanitaria tras el terremoto. Por eso, y debido a que la ruta nacional que conduce a las zonas afectadas en el sudoeste del país es objeto de secuestros y asaltos, Unicef y sus socios están utilizando caminos alternativas para llevar los suministros de emergencia a las comunidades más afectadas, lo que aumenta los costos de transporte y el tiempo de entrega. En este marco, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia instó al Gobierno de Haití a tomar medidas para hacer frente a la violencia de las bandas contra los menores, así como a todos los actores relevantes a que se abstengan de atacar a los niños, niñas y mujeres.