La incapacidad de la diplomacia para evitar la guerra, ratificada en la serie de intentos frustrados por acordar aunque más no sea una tregua en las hostilidades, con el fin de establecer vías seguras que permitan atender las necesidades acuciantes provocadas por la calamidad que no cesa y que empeora a cada minuto que pasa sin que se logre restituir la paz, somete a penurias cada vez más insoportables a quienes permanecen en Ucrania, a los que se desplazan dentro del territorio atacado con la ilusión de encontrar un lugar más seguro, y a quienes huyen en masa hacia el exterior para ponerse a salvo del fuego cruzado.
Juan Pablo Nahuel Sánchez (39) es testigo directo del desastre humanitario provocado en Europa del Este por los arrendatarios del poder de los países en pugna y por quienes los incitan a mantener encendida la hoguera en la que arden los sueños y las esperanzas de millones de inocentes y convidados de piedra.
Juan Pablo es coordinador de asistencia médica de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Ucrania. Su tarea consiste en “realizar evaluaciones de las necesidades en terreno, supervisar las acciones médicas e implementar actividades de asistencia en colaboración con el personal sanitario local”, le explica a La Voz durante una pausa en sus labores en Ivano-Frankivsk, ciudad ucraniana de unos 260 mil habitantes, ubicada a 615 kilómetros al oeste de Kiev, la capital del país.
Sánchez se graduó en 2008 en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Hace seis años se sumó como voluntario a la organización solidaria internacional; antes ejerció su profesión en los hospitales públicos Luis Carlos Lagomaggiore (Mendoza) y en el Zonal de Esquel (Chubut).
“En este momento, las necesidades médico-sanitarias más apremiantes en la región son la falta de medicamentos para tratar enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión, así como otros específicos para cirugía, como anestésicos”, comenta Sánchez con pesar.
“Además, los desplazados requieren un gran apoyo en salud mental, de manera urgente”, avisa el voluntario.
Otra mirada
La psicóloga Natalia Gandrabur coincide en la advertencia.
“El trauma de la guerra los atormenta a todos”, resume la trabajadora de la salud. Ella se desempeña en una clínica adaptada a los requerimientos psicosociales de los jóvenes. La institución integra una red de 41 establecimientos de ese tipo apoyados por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).
“Sufren miedo y ansiedad. Algunos lloran con frecuencia, otros no lograr dormir; muchos reaccionan de manera enfermiza a los ruidos, en especial los niños”, describe el cuadro de situación general.
“Millones de mujeres, muchísimas de ellas esposas y madres, cruzaron las fronteras solas; cargan con el temor constante por la suerte de sus maridos, que se quedaron en Ucrania a combatir o a la espera de ser reclutados para la guerra”, describe el cuadro anímico de las refugiadas.
En cuanto a los niños y las niñas, Gandrabur asegura que muchos ni siquiera interactúan con los chicos y las chicas de su edad, y hasta con sus propias madres.
“Huyeron de su país con la esperanza de que la guerra terminaría pronto y recuperarían su vida; hoy entienden que el final no está cerca y eso profundiza su angustia”, concluye.
Más de 4,6 millones de personas refugiadas han huido de Ucrania a países vecinos desde el 24 de febrero, cuando comenzó la invasión rusa, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (Acnur). En el mismo lapso, otros siete millones se desplazaron dentro del país, según la fuente pública que declaró que la emergencia en Ucrania es de nivel tres, el rango más alto del que dispone la Agencia especializada; ambas cifras van en constante aumento, advierte.
Desafíos mayúsculos
Nahuel Sánchez cuenta que hay regiones “en las que el conflicto bélico está más activo, donde el acceso a la salud está mucho más comprometido” que en Ivano-Frankivsk, “y a donde llevar medicamentos y otros insumos de vital necesidad es un gran desafío por parte de todas las organizaciones” humanitarias que trabajan en el terreno, incluida MSF. “Esas comunidades están en cierta forma encerradas y sin poder salir, debido a la inseguridad”, ilustra el médico argentino.
“De momento, el mayor desafío que tenemos es la falta de una vía segura para hacer llegar medicamentos y otros elementos necesarios y vitales a personas que se han quedado sin elementos básicos, sin insumos y donde incluso algunos hospitales han sufrido ataques”, concluye el voluntario.
Al respecto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) verificó hasta el lunes último 108 ataques a infraestructuras o a personal médico en Ucrania desde el inicio de la “operación especial”, como denomina a la invasión el presidente ruso, Vladimir Putin.
Las agresiones dejaron 73 muertos y más de 50 heridos, según el organismo internacional.
El vocero de la OMS, Bhanu Bhatnagar, aseguró que las agresiones a instalaciones médicas, trabajadores de la salud, ambulancias y otros medios de transporte constituyen violaciones a las leyes humanitarias internacionales. También precisó que unos 300 establecimientos de salud de Ucrania se encuentran en áreas de conflicto y otros mil, en zonas de control modificadas, lo que deja al sistema de salud vulnerable a daños en la infraestructura y a graves interrupciones en los servicios críticos.