Siete meses y medio después de que su nombre se volviera noticia nacional e internacional, María Belén Zerda, de 39 años, rompió el silencio para relatar la verdadera trama detrás de su desaparición de 10 días en la selva de Cancún, México, en abril pasado. En diálogo exclusivo con Infobae, la argentina asegura que su calvario fue provocado por un hackeo a su celular y un constante estado de vigilancia, que la obligó a refugiarse en la vegetación exuberante ante el miedo de un posible secuestro extorsivo.
Cuando Belén fue hallada “tranquila y sana” en abril, las autoridades mexicanas mencionaron que “padecía esquizofrenia” y por ello había huido a un área selvática. Sin embargo, Zerda afirma categóricamente que “se dijeron muchas cosas que eran mentira” y que ahora está preparada para contar su historia.
El hackeo y la amenaza
La mujer, quien vivió en México desde 2023, asegura que el inicio de su pesadilla fue el hackeo de su teléfono. Tras cambiar su celular por otro modelo y entregar el viejo como parte de pago, notó movimientos extraños: gastos con tarjetas, aplicaciones que se abrían solas y capturas de pantalla automáticas. Belén reconstruyó que los desconocidos se quedaron con el dispositivo, se hicieron pasar por ella para pedir el chip y utilizaron el acceso, lo que les permitió tener el control total de su teléfono.
“Yo tenía desviada la ubicación, llamadas, todo. Me escuchaban y me veían 24/7,” recordó Zerda.
Poco después, a principios de abril, la vigilancia se hizo física. Belén notó que la seguían en la calle. Su sospecha es que la querían utilizar para un secuestro extorsivo, debido a que ella tiene contacto con “gente famosa de Argentina y de México”. El miedo se confirmó cuando recibió una llamada explícita de un hombre colombiano que le dijo: “Te estamos vigilando”.
Tras ver a una persona vigilando su departamento a través de la cerradura, Belén buscó refugio en casa de una amiga, pero descubrió que el teléfono de esta también estaba intervenido.
La huida a la selva y la supervivencia
“Ahí ella se va de la casa y yo decidí entrar a la selva,” describió Belén. Poco después de ingresar al área de vegetación, vio “cómo a los cinco minutos llegaron muchas camionetas rápido” a la casa de su amiga. Más tarde, su amiga regresó con la policía, pero Belén, que sentía que “no confiaba en nadie”, la escuchó gritar su nombre y decidió permanecer oculta en la selva. Esto ocurrió el 8 de abril.
Durante los 10 días que permaneció desaparecida, María Belén caminó constantemente. Ingresó solo con un short, un top sin corpiño y unas crocs.
La supervivencia fue difícil: aunque los médicos le detectaron signos de deshidratación al salir, Belén intentó beber lo que encontraba, saliendo a la avenida para recolectar botellas que la gente suele tirar. Para alimentarse, solo encontró y comió unas “cositas violetas” conocidas como Syzygium, una fruta, durante aproximadamente dos días. Para combatir el frío nocturno, se hizo una “capita” con una bolsa gruesa.
El rescate y el presente incierto
Finalmente, Belén decidió acercarse a la calle porque “no podía más”. Buscó un lugar con muchos locales y cámaras. Primero se acercó a un camión de caudales con cuatro policías, pero asegura que la ignoraron. Luego, entró a una empresa grande y pidió a los empleados que llamaran a la Policía, solicitando específicamente a los agentes “que se visten de violeta” (no la policía local).
Las autoridades tardaron más de una hora y media en llegar. Mientras se mantenía escondida, Belén le pidió a una señora que pasaba que grabara la intervención policial, reiterando que la habían querido secuestrar y que no confiaba en ninguna autoridad.
Tras ser identificada, fue trasladada a la Fiscalía para recibir asistencia médica. Le diagnosticaron deshidratación, falta de nutrientes y lastimaduras superficiales. Al recibir el alta, regresó a Buenos Aires.
A casi ocho meses del hecho, Belén todavía no logra recuperar el control total de sus datos digitales. Los sospechosos mantienen duplicado el acceso al Instagram de su marca de ropa, mails y otras cuentas.
La mujer presentó una denuncia formal en la Comisaría 1F de la Policía de la Ciudad, buscando ayuda para asegurar un teléfono que no haya sido clonado en México. Sin embargo, su caso, asignado al fiscal Carlos Alberto Vasser, aún no ha recibido respuesta.



























