A 100 días de su regreso formal a la Casa Blanca, Donald Trump enfrenta un terreno movedizo donde solía pisar con firmeza: la inmigración.
La última encuesta de CNN, publicada esta semana, revela un dato incómodo para el mandatario republicano: más de la mitad de los estadounidenses -un 52%- rechaza el enfoque de su gobierno sobre la migración y considera que ha ido demasiado lejos, especialmente en las políticas de deportación.
Se trata de una caída sostenida en un tema que, durante años, funcionó como columna vertebral del discurso político del actual inquilino de la Casa Blanca. En febrero último, esa misma desaprobación era del 45%. Hoy, la tendencia es clara: el respaldo social a su estrategia migratoria se erosiona con la misma velocidad con la que crecen los temores a los excesos del poder presidencial.
Uno de los puntos más sensibles del informe, elaborado por la firma SSRS entre el 17 y el 24 de abril, es que el 52% de los encuestados no cree que el país sea más seguro a raíz de las medidas adoptadas.
En paralelo, un 56% asegura que Trump no ha respetado de manera adecuada el cumplimiento de la ley en su política de expulsiones.
Obsesión
El dato no es menor. Desde el primer día de su nueva gestión, Trump insiste en la narrativa del enemigo interno: criminales peligrosos, pandillas transnacionales, amenazas infiltradas.
En su reciente ofensiva retórica, incluso rescató la Ley de Enemigos Extranjeros, una normativa de más de un siglo, pensada para tiempos de guerra, para respaldar su plan de “deportaciones masivas históricas”.
Pero ahora, esa retórica parece encontrar más resistencia que adhesión. El 49% de los ciudadanos rechaza el uso de esa ley como justificación para agilizar las expulsiones, lo que sugiere que el pragmatismo y el sentido común comienzan a pesar más que el miedo.
La encuesta refleja también un desgaste generalizado en la imagen del mandatario. Su aprobación general ronda apenas el 41%, la más baja registrada para un presidente en sus primeros 100 días desde Eisenhower, incluso por debajo del índice que tuvo el propio Trump durante su primer mandato en 2017.
Y si la inmigración ya no le asegura un capital político automático, la economía tampoco le ofrece consuelo: otra medición reciente de CNN revela que el 59% de los estadounidenses cree que sus políticas económicas han empeorado la situación general del país.
Migración y criminalidad
Trump ha buscado reencauzar la discusión apelando a casos extremos. En sus discursos, vuelve una y otra vez a las pandillas, como el Tren de Aragua, o a hechos delictivos protagonizados por extranjeros, con el objetivo de vincular migración y criminalidad.
Sin embargo, los datos de la encuesta muestran que cada vez más ciudadanos distinguen entre los casos aislados y las consecuencias estructurales de una política basada en el castigo y la exclusión.
Mientras tanto, en El Salvador, un migrante salvadoreño -deportado desde Estados Unidos pese a contar con una orden judicial que lo protegía- fue enviado a una cárcel de máxima seguridad.
La noticia cruzó fronteras y alimentó el debate internacional sobre los límites éticos y legales del modelo trumpista. Las organizaciones de derechos humanos, por su parte, volvieron a denunciar lo que llaman “la criminalización de la pobreza migrante”.