Nicolás Maduro asumió este viernes su tercer mandato presidencial consecutivo, en medio de un clima político tenso y marcado por las denuncias de fraude electoral y de la toma ilegal del poder por parte del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) promovidas por la oposición.
La investidura, celebrada en Caracas, fue acompañada de cuestionamientos encendidos de sus enemigos irreconciliables y de una creciente presión internacional que rechaza la legitimidad de las elecciones del 28 de julio pasado.
La más encumbrada líder opositora venezolana María Corina Machado denunció que el Gobierno chavista terminó de consumar un “golpe de Estado”, no sólo contra el pueblo de Venezuela, sino también contra la comunidad internacional.
Según la fundadora y coordinadora nacional de Vente Venezuela, la investidura de Maduro no tiene legitimidad, toda vez que está basada en un fraude electoral que ha sido rechazado por amplios sectores de la sociedad venezolana y de la comunidad internacional.
A través de un video publicado en sus redes sociales, Machado también ofreció detalles sobre la situación de Edmundo González Urrutia, el principal candidato opositor y líder de la coalición antichavista. El exembajador en Argentina, quien se proclamó ganador de los comicios del 28 de julio por una diferencia abismal, tenía previsto regresar a su país el viernes con el propósito de asumir la presidencia constitucional. Sin embargo, su mentora informó que, debido a las medidas tomadas por el gobierno de Maduro, como el cierre de las fronteras terrestres y la activación del “sistema de defensa aérea”, le pidió a González que no retornara al país como lo había planeado. No obstante, aclaró que el regreso del diplomático retirado se concretará “en el momento correcto”. Esto es, cuando las condiciones sean adecuadas para llevar a cabo el juramento de manera legítima, como -entiende- lo decidió la mayoría de los venezolanos en las urnas el año pasado.
Usurpación del poder
La activación de medidas de seguridad extremas por parte del régimen chavista refleja, además, según la líder opositora, “la creciente represión y el control absoluto sobre el territorio”, lo que confirma la falta de garantías democráticas en la República Bolivariana, razonó.
En su mensaje grabado, Machado también consideró que la investidura de Maduro es una nueva muestra de cómo su gobierno ha consolidado la “usurpación del poder”, negando al pueblo venezolano la oportunidad de decidir su futuro en elecciones libres y transparentes. La dirigente opositora destacó que el Gobierno chavista, a pesar de su aparente estabilidad interna, sigue aislado y rechazado por una gran parte del mundo, que no reconoce su legitimidad.
Apresurado y despiadado
En una ceremonia que se adelantó casi dos horas con respecto al protocolo oficial y concluyó con promesas grandilocuentes, Nicolás Maduro asumió su tercer mandato presidencial consecutivo ante la Asamblea Nacional, donde una audiencia selecta que incluyó a figuras como el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega y al jefe de Estado cubano Miguel Díaz-Canel, el inquilino del Palacio de Miraflores hasta 2031, juró, una vez más, cumplir con “todas las obligaciones de la Constitución y las leyes de la República”.
La toma de posesión estuvo marcada por un discurso despiadado contra sus oponentes, tanto internos como externos. Con un tono que rozó lo belicista, Maduro reiteró que jamás traicionará a los venezolanos, e incluso lanzó una proclama de guerra contra lo que considera una “conspiración nunca antes vista” liderada por los Estados Unidos y sus aliados regionales. Entre sus blancos más notorios eligió a los expresidentes colombianos Álvaro Uribe e Iván Duque, a quienes acusó de financiar grupos criminales, y, sobre todo, al presidente argentino Javier Milei, al que descalificó con términos tan duros como “nazi, sionista y sádico social”. En otro tramo de su alegato, aseguró que “a Venezuela no le impone un presidente nadie en este mundo”.
Guerra abierta
Para el inquilino del Palacio de Miraflores, la oposición venezolana no solo está en la calle, sino en una guerra abierta por el control del país, una guerra que, según él, intentó tomar la forma de una “movilización de votos” en un intento por silenciar la voluntad del pueblo.
El contraste entre las denuncias de fraude de la oposición y las amenazas de represión del gobierno muestra la creciente polarización y la ausencia de un verdadero diálogo político.
A pesar de las denuncias internacionales, las condenas de la comunidad democrática y las marchas en Caracas encabezadas por María Corina Machado -quien protagonizó el jueves un episodio enrevesado al término de una manifestación en la capital-, Maduro se mostró seguro de su poder. “Venezuela ya es de los BRICS”, proclamó con el mismo fervor con el que Chávez hablaba de la unidad latinoamericana, ignorando las voces críticas que desde Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Perú y otros rincones del continente señalan la pérdida de confianza en su gobierno.
El jefe de Estado chavista se refirió al foro político y económico de países emergentes que se constituyó como un espacio internacional alternativo al G7, integrado por países desarrollados.
Las promesas pronunciadas a voz en cuello por el mandatario venezolano denotaron una visión de futuro que parece más un intento de reconstruir su antiguo bloque de aliados ideológicos que una propuesta concreta para superar la crisis interna. En su proclama encendida, Maduro afirmó que Venezuela tiene la misión de “salvar a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) y de avanzar hacia un mundo pluripolar junto a los Brics, dejando de lado la realidad cotidiana de la República Bolivariana, cada vez más dividida entre los que aún esperan un cambio y quienes se cansaron de esperar.
Así las cosas, todo parece indicar que los próximos seis años en Venezuela seguirán marcados por la incertidumbre, la desigualdad y la confrontación.