El Papa denunció que “en la locura de la guerra, se vuelve a crucificar a Cristo”, al condenar las “crueldades absurdas” que se cometen en los conflictos, al tiempo que lamentó que provoquen colas de “refugiados que huyen de las bombas con los niños en brazos”.
“En la locura de la guerra, se vuelve a crucificar a Cristo. Sí, Cristo es clavado en la cruz una vez más en las madres que lloran la muerte injusta de los maridos y de los hijos. Es crucificado en los refugiados que huyen de las bombas con los niños en brazos. Es crucificado en los ancianos que son abandonados a la muerte, en los jóvenes privados de futuro, en los soldados enviados a matar a sus hermanos”, señaló Francisco durante la misa del Domingo de Ramos en la que participaron cerca de 20.000 personas.
En una plaza de San Pedro, blindada por las medidas de seguridad, decorada con palmas y flores para festejar una de las celebraciones más importantes para los católicos -el Domingo de Ramos- el Papa lamentó el “uso de la violencia” que lacera al mundo: “Cuando se usa la violencia ya no se sabe nada de Dios, que es Padre, ni tampoco de los demás, que son hermanos. Se nos olvida porqué estamos en el mundo y llegamos a cometer crueldades absurdas”.
Hacía dos años que en la Plaza de San Pedro no se celebraba una ceremonia al aire libre. La irrupción de la pandemia puso fin a los grandes baños de masas y a las aglomeraciones de personas que se han retomado este domingo.
El pontífice reflexionó durante su homilía sobre el Calvario donde, según dijo, se enfrentan dos mentalidades: la mentalidad del yo que se opone la de Dios. “La mentalidad del sálvate a ti mismo discuerda con el Salvador que se ofrece a sí mismo”, aseguró.
Así, consideró “el estribillo de la humanidad que ha crucificado al Señor” es el que invita a “cuidarse a sí mismo, pensar en sí mismo; no en los demás, sino solamente en la propia salud, en el propio éxito, en los propios intereses; en el tener, en el poder y en la apariencia”.
En cambio, Jesús “enseña a no quedarse ahí, sino a reaccionar, a romper el círculo vicioso del mal y de las quejas, a responder a los clavos de la vida con el amor y a los golpes del odio con la caricia del perdón”, recalcó.
De este modo, invitó a los fieles seguir a Jesús que “vive su mandamiento más difícil: el amor por los enemigos”. Y ha agregado: “Pensemos en alguien que nos haya herido, ofendido, desilusionado; en alguien que nos haya hecho enojar, que no nos haya comprendido o no haya sido un buen ejemplo”.
En la solemne ceremonia, que para los católicos representa la entrada triunfal del Mesías en Jerusalén como preludio de su tortura y muerte, el Papa explicó que “Cristo justifica a esos violentos porque no saben” e indicó que es “como Jesús se comporta con nosotros: se hace nuestro abogado. No se pone en contra de nosotros, sino de nuestra parte contra nuestro pecado”.
La ceremonia del Domingo de Ramos, con la que la Iglesia católica inicia la Semana Santa, comenzó con la Procesión de las Palmas, que rememora la entrada de Jesús a Jerusalén, en la que el pontífice estuvo acompañado por algunos obispos y cardenales. El Papa comenzó la celebración bendiciendo las palmas y las ramas de olivo con agua bendita, pero no ha participado en la procesión desde el obelisco de la Plaza hasta el altar instalado en la escalinata de la Basílica de San Pedro, por los problemas que arrastra en la rodilla.