Mohammed al Ajami recitó un poema el 24 de agosto de 2010 en su departamento de El Cairo, Egipto, donde estudiaba literatura árabe. Allí criticaba al emir de Qatar. Una persona del grupo lo grabó y subió a YouTube. Al volver a Qatar, en 2011, el gobierno lo detuvo y encarceló por “insultos al emir”.
Lo condenaron a cadena perpetua en un juicio secreto, criticado por los organismos internacionales de derechos humanos.
Primero, se le redujo la pena a Al Ajami a 15 años; finalmente, el emir lo indultó en 2016.
Antes del Gran Premio de Qatar de Fórmula 1, en noviembre de 2021, el Gobierno de ese país debió salir a aclarar que permitiría que los pilotos dijeran lo que pensaban.
“Estamos contentos de apoyar a los pilotos para que digan lo que piensan en sus plataformas”, dijo Abdulrahman Al Mannai, presidente de la Qatar Motor and Motorcycle Federation, a la agencia AFP.
Respondía así a las críticas de organizaciones como Amnistía Internacional, que denuncian la situación en ese país en relación con derechos básicos, como la libertad de expresión.
Pero la situación no mejoró mucho en los últimos años.
En el informe 2021 de Amnistía sobre Qatar, se mencionan otros casos preocupantes.
Presos por protestar. En agosto de 2021, miembros de la tribu seminómada Al Murra protestaron contra su exclusión en las primeras elecciones para la Asamblea Consultiva. Entre siete y 15 integrantes de esa tribu fueron arrestados, acusados de “usar las redes sociales para difundir noticias falsas y fomentar los conflictos raciales y tribales”.
Migrantes. Dos periodistas noruegos que investigaban la situación de la población trabajadora migrante fueron detenidos por entrar y filmar en propiedad privada, aunque ellos lo negaron. Se les confiscó todo el equipo. Fueron liberados a las 36 horas.
Qué dice la ley
El código penal de Qatar tipifica como delito criticar al emir, insultar la bandera de Qatar, difamar la religión, incluida la blasfemia, e incitar a “derrocar al régimen”.
Desde 2020, también se instauró una pena de hasta cinco años de prisión por “difundir rumores o noticias falsas con malas intenciones” o una multa de 27 mil dólares.
El problema es que esa norma no explica qué es una noticia falsa ni quién lo determina.
Según el informe anual de Human Right Watch sobre Qatar, periodistas e impresores operan bajo la sección 47 de la Ley de Prensa y Publicaciones de 1979, que prohíbe la publicación de “cualquier material impreso que se considere contrario a la ética, viole la moral o atente contra la dignidad de las personas o sus libertades personales”.
El problema es, también, la potestad del gobierno para determinar cuándo ocurre tal cosa.
Preso por homosexual
Las restricciones a la libertad de expresión se extienden en Qatar a otros aspectos de la vida cotidiana.
“Las demostraciones públicas de afecto están mal vistas y esto se aplica a todos. Qatar y los países vecinos son mucho más conservadores y pedimos a los aficionados que respeten. Estamos seguros de que lo harán. Así como nosotros respetamos las diferentes culturas, esperamos que la nuestra también. Los miembros de la comunidad LGTBQ+ vendrán a Qatar como aficionados y asistentes a un torneo de futbol, y podrán hacer lo que haría cualquier otro ser humano”, dijo el director ejecutivo del comité organizador de Qatar 2022, Nasser Al-Khater, en una entrevista a la CNN en diciembre de 2021.
Cuando Al-Khater habla de “cualquier otro ser humano”, expresa una visión plasmada también en las leyes. Y es que en ese país se castigan las relaciones homosexuales con hasta siete años de prisión (artículo 285 del Código Penal). Y con entre uno y tres años (artículo 296) al varón que “instigue” o “incite” a otro varón a “cometer un acto de sodomía o inmoralidad”.
Durante el Mundial, tampoco se permitirá la exhibición de la bandera del arco iris que representa a la comunidad LGTBQ+.
De todos modos, cuando arranque la Copa del Mundo en noviembre, difícilmente el planeta esté atento a otra cosa que no sea la pelota sobre el campo de fútbol.
