En enero pasado, fuentes del círculo rojo de Donald Trump dijeron que el expresidente libraría una “guerra santa” contra Taylor Swift si ella oficializaba su apoyo a los demócratas en las próximas elecciones de Estados Unidos.
La amenaza (porque eso fue, una amenaza) tenía el sustento de un pasado no tan reciente en que la popstar había combatido la candidatura como senadora republicana por Tennessee (estado del que es oriunda) de Marsha Blackburn, a la que llamó “Trump con peluca” por atentar contra los derechos de las mujeres y del colectivo LGBTQ.
En aquel octubre de 2018, la artista no pudo evitar la victoria de Blackburn a pesar del impacto de su publicación en Instagram con un mensaje que tuvo el peso semántico de manifiesto.
Una mujer poderosa
Pero ahora Taylor Swift es mucho más que una artista influyente. Es una mujer (no chica, mujer de 34 años) superpoderosa que construyó un imperio multimillonario guiada por su propio instinto artístico y rebelándose contra mandatos de raíz machista, como el que indica que firmás contrato con una jovencita incauta y te galvanizás el futuro por décadas.
En otras palabras, en este tiempo preelectoral en que el candidato demócrata no es el debilitado Joe Biden sino una mujer con agallas y olfato como Kamala Harris, puede resultar determinante que la cantante ponga de manifiesto que apoya a esta última, puede decidir la elección en su favor.
Y además, pesa cuándo y cómo lo hizo.
Cuándo: luego de ver como telespectadora el debate de martes a la noche.
Cómo: fundamentando su decisión con argumentos potentes.
En este punto, subrayó que Kamala es calma y Donald, caos; también reivindicó a Tim Walz, el compañero de fórmula de Harris, por haber militado la fertilidad asistida y el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo. Pero por sobre todo, se destaca el movimiento conceptual de su publicación.
Sobre gatos e hijos
Es que ella firmó el mensaje como “Taylor Swift, la mujer de los gatos sin hijos”, en referencia al ninguneo de Trump a Harris, precisamente, por tener gatos y no hijos. Brillante, claro.
La belleza hegemónica de Taylor Swift suele convertirse en argumento en sí mismo para desacreditarla como agente de cambio social y político. Sin ir más lejos, lo hizo el crítico y ensayista Greil Marcus al intentar explicarla: “Lleva la bandera estadounidense dibujada en su rostro: los labios rojos, la piel blanca y los ojos azules”.
En la consideración de Marcus subyace una idea imperial que Taylor Swift encarna como avasallante fenómeno pop, sólo inquietante para líderes intolerantes, totalitarios y fascistas.
Como el mismo Trump, quien ayer aseguró que la artista “pagará un precio en el mercado” por lo que hizo. Veremos.
