La invasión de Rusia a Ucrania provocó fuertes condenas y sanciones occidentales, aunque muchas naciones de todo el mundo optaron por no unirse a este frente.
Docenas de gobiernos fuera de Europa y de América del Norte se mostraron reacios a censurar a Rusia; muchos más se abstuvieron de sumarse a las sanciones multilaterales. China apoyó tácitamente al Kremlin desde su afirmación de febrero de una amistad chino-rusa “sin límites”. Otros respaldaron abiertamente a Rusia, entre ellos Bielorrusia, que ha servido como escenario para la invasión.
Mientras tanto, otros gobiernos se sentaron en la cerca. El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, dijo enfáticamente que su país “no tomará partido”. Los líderes indios reafirmaron su política de no alineación, lo que implica que su nación buscará mantenerse al margen de la lucha. Sudáfrica, Pakistán y muchas otras naciones están siguiendo un camino similar.
Creo que las respuestas a la reciente agresión rusa arrojan luz sobre cómo se comportarán los gobiernos de lo que se conoce como el Sur Global si se forma una nueva Guerra Fría. A menos que los gobiernos se vean amenazados directamente, muchos parecen contentarse con adoptar la no alineación, evitar un fuerte apoyo a Occidente o a sus principales rivales en Moscú y en Pekín.
Observar desde la tribuna
La no alineación puede ser una estrategia sensata para países individuales como una forma de preservar la autonomía y evitar elecciones costosas entre las principales potencias. Sin embargo, creo que la paz y la seguridad internacionales se verán afectadas si demasiados Estados se niegan a tomar partido en casos como el de Ucrania.
El concepto de no alineación surgió en la década de 1950. Implicaba una negativa a unirse a los bloques rivales de la Guerra Fría liderados por Washington y por Moscú. El concepto fue iniciado por un grupo de líderes posteriores a la Segunda Guerra Mundial, incluidos Jawaharlal Nehru, de India; Sukarno, de Indonesia; Gamal Abdel Nasser, de Egipto; Kwame Nkrumah, de Ghana, y Josip Broz Tito, de Yugoslavia.
A pesar de representar una amplia gama de ideologías políticas, todos vieron la no alineación como una forma de resistir a los poderes coloniales e imperiales, preservar la independencia y mantenerse al margen del conflicto soviético-estadounidense.
Estas ideas llevaron al establecimiento en 1961 del Movimiento de Países No Alineados, un grupo poco organizado que pronto incluyó a la mayoría de los países y la población del mundo. Varios principios básicos guiaron el movimiento, incluidos el anticolonialismo, el antiimperialismo, el respeto por la soberanía y la integridad territorial, la no agresión y la no interferencia.
Dilema
Sin embargo, el movimiento enfrentó un dilema desde el principio. Cuando un Estado poderoso viola principios fundamentales como la soberanía y la integridad territorial, ¿deberían los miembros del Movimiento de Países No Alineados tomar partido para oponerse a él?
Los diversos miembros del movimiento ocasionalmente tomaron fuertes posiciones unificadas. Por ejemplo, se unieron para oponerse al gobierno colonial en Rhodesia y al apartheid en Namibia y en Sudáfrica. Sin embargo, cuando los intereses de las superpotencias estaban más directamente en juego, los Estados no alineados no lograron ponerse de acuerdo sobre cuándo tomar partido.
Los líderes izquierdistas en Estados como Cuba o Vietnam vieron a las potencias occidentales como amenazas neoimperiales y se pusieron claramente del lado de Moscú, a pesar de unirse al Movimiento de Países No Alineados. Los Estados conservadores, como Arabia Saudita y Marruecos, se inclinaron constantemente hacia Washington. Muchos buscaron una neutralidad relativa. Pero todos estos Estados permanecieron en el movimiento, que no tiene un estándar acordado sobre qué grado de alineación es aceptable.
Socavón
Las diferencias entre los miembros del Movimiento de Países No Alineados socavaron su capacidad de ejercer influencia colectiva, incluso cuando las superpotencias pisotearon las normas de soberanía y autodeterminación.
En 1979, por ejemplo, los miembros estaban profundamente divididos por la invasión soviética de Afganistán. Cincuenta y seis votaron a favor de condenar la invasión soviética en las Naciones Unidas, pero nueve apoyaron a Moscú y 26 se abstuvieron. Esas cifras son notablemente similares a las votaciones recientes sobre Ucrania. Las divisiones sobre la guerra soviética en Afganistán debilitaron el Movimiento de Países No Alineados y socavaron su capacidad para hacer cumplir las normas internacionales e influir en la política soviética.
La relevancia del movimiento disminuyó después de la Guerra Fría, ya que sus diversos miembros lucharon por definir su papel en un mundo que ya no está conformado por un enfrentamiento soviético-estadounidense. Aun así, el movimiento ha sobrevivido y sus 120 miembros celebraron recientemente el 60 aniversario del grupo en Belgrado.
Nuevos desafíos
El Movimiento de Países No Alineados enfrenta nuevos desafíos, mientras continúa la guerra en Ucrania.
Para muchos gobiernos de África, Asia, Medio Oriente y América latina, la no alineación sigue siendo atractiva. La mayoría depende en gran medida del comercio, la ayuda y la inversión tanto de las potencias occidentales como de China (si no también de Rusia). Por lo tanto, elegir un bando podría ser paralizante económicamente.
En esta etapa, la mayoría de los miembros del Movimiento de Países No Alineados condenó los ataques rusos. Sin embargo, solo uno, Singapur, impuso sanciones. Otros se están pasando la pelota, convirtiendo la guerra en Ucrania en una carga para Estados Unidos y sus principales aliados.